La tensión social acumulada desde hace muchos años estalló. Los datos fueron anunciando una revuelta social desde hace tiempo, este año la OCDE nos ubicó en el lugar 34 de 40 integrantes de ese selecto club, al que nuestra vanidad nos hizo ingresar, así nos diferenciábamos del 'barrio', como se llamaba despectivamente a América Latina, lo merecíamos porque éramos el alumno aventajado del neoliberalismo. Ese sueño se derrumbó en estos días. Pero este es un Estado medio fallido o, a lo menos, frágil, ya que hay comunas donde el orden estatal no llega y allí sí que son grupos organizados para delinquir y no el pueblo en sus diversas manifestaciones exigiendo no ser más humillado. Por eso que sus demandas son muchas y muy variadas, pero unidas en todas son resultado de un sistema oprobioso. Porque hay acuerdo que las causas de la revuelta son justas y de carácter nacional.
Este ha sido un levantamiento espontáneo, es como una gran 'funa'; más allá que se diga que son vándalos organizados. Y aquí está la ignorancia. La simplificación burda busca causas inmediatas y algún enemigo que exhibir, no ha sido posible encontrar sino una vaga referencia delincuentes organizados (y de nuevo se elude a la verdadera organización delictual del narco). Se trata de una protesta contra toda la clase política, toda ella y sin diferencias partidarias, además que irrelevancia se expresa en el bajo número de adherentes y en las pocas personas que votan.
Como son protestas sin liderazgo y sus objetivos centrales, ocurre que se proponen muchos, desde pasaje liberado en la locomoción para la tercera edad hasta asamblea constituyente; incluso algunos claman por un nuevo contrato social. No son más que proponentes iluminados que ni siquiera se dan cuenta que es un alzamiento anómico constituido por pueblo no intelectual. Leer estos días como una revolución o el inicio de un proceso revolucionario es absurdo y hasta febril. Como la barricada, el caceroleo, las marchas y los cánticos unen, es fácil que se involucre el lumpen y los delincuentes; sobre todo el lumpen, que ha llegado a ser el actor principal de las noticias. Creer que es una protesta de delincuentes es ningunear a quienes reclaman por sus derechos, las ironías clasistas del ministro aquel atiza la revuelta.
No hay empatía porque la clase política y élites, en general, se han ido a sus ghettos, alejándose de la ciudadanía. Pero las propuestas del Presidente rescatan al parlamento y sacan el debate de la calle; pero el error está en que un movimiento sin líderes que aglutinen y con una multiplicidad de propuestas que es difícil de encuadrar a medida que se examinen las propuestas presidenciales algunos se bajarán, otros se encolerizarán y seguirán activos en las expresiones protestatarias, hasta que el cansancio, la represión, el trabajo y la decepción los aburra.
Sociólogo y académico U.Central