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Investigación y narrativa

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Rodrigo Pincheira llegó a Concepción en 1974 con el objetivo de estudiar Pedagogía en Historia y Geografía, estando hasta 1979. Luego partió a Puerto Montt, para regresar a la capital regional en 1988. Desde ahí, se ha internado en las corrientes musicales penquistas desde frentes como el periodismo o la investigación, como es el caso de "Genealogía del rock penquista", libro en el que trabaja actualmente el periodista titulado en la U. San Sebastián en 1995.

- Hay varios proyectos, pero prefiero no adelantar nada por ahora, aunque sí reconociendo que todavía queda mucho por hacer en este campo.

- Efectivamente, el rock de Concepción necesita más investigaciones, pero también es necesario investigar otras escenas musicales penquistas. En ese sentido, también me gustaría publicar un material que escribí para la revista Bufé, que son crónicas urbanas (2013-2014). Hoy la crónica en América Latina vive sus mejores días y siento que esta ciudad necesita una narrativa que exhibe lo que sucede, lo que se ve y, especialmente, lo que no se ve. Tal vez construir un imaginario contemporáneo y postmoderno. Ya veremos que aparece.

Periodista prepara libro sobre el rock penquista entre los años 1960 y 1990

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Desde marzo pasado, el periodista y profesor Rodrigo Pincheira, le está dando forma y contenido al libro "Genealogía del rock penquista: orígenes y destinos (1960-1990)", que espera lanzar en noviembre próximo, en la Feria del Libro de Santiago.

Fruto de un proyecto presentado al Fondo Nacional de la Música, el año pasado, Pincheira añade que desde que comenzó a colaborar en el Diario El Sur, a mediados de los años 80, fue juntando materiales que quiso utilizar para su tesis de grado de Periodista, pero que no pudo terminar (1995).

"En todo este tiempo se fue juntando una data", señala el autor de los libros "Schwenke y Nilo: leyenda del Sur" (2010-2016) y de "Los elementos: voces y asedios al grupo Congreso" (2016).

El objetivo de éste su tercera obra alrededor de la música, es plantear una investigación en torno el rock penquista en un período de tres décadas (1960-1990). La idea, cuenta, "es identificar, reconocer y valorar algunas de sus características esenciales...".

- De todas maneras, sino no estaría haciendo este trabajo ni esta investigación. Ahora dentro caben distintos géneros, con especial énfasis en el pop. Pero hay una escena, músicos, discos grabados, lugares donde se toca, audiencias interesadas y, quizás, una cartografía identificable como rock penquista.

- Sí, pero se ha pasado por etapas. Al comienzo era la gran influencia del sonido de The Beatles y el rock and roll, después la psicodelia de Hendrix, el hard rock de Gran Funk o The Who, para después ir a la new wave, el punk y el britpop que hegemonizó la escena durante largo tiempo, y que era el modelo de Los Tres y después de Los Bunkers. A partir del 2000 eso se termina, o deja de ser hegemónico y el rock local se abre a otros sonidos, que van desde lo mestizo, el indie hasta el rap, el hip-hop o el trap.

- Se está muy al día. Quizás el sonido característico esté dado por melodías siempre en tono menor, melancólicas, y sin bien no hay solistas destacados, la guitarrística es relevante. Pensé que Niño Cohete sería un camino interesante y novedoso pero quedó en nada. Una lástima.

- Tal vez es posible establecer una periodificación que más o menos sería la siguiente: 1960-1970: rock and roll, psicodelia, pop, imitación. Luego 1970-1980, rock progresivo, rock, desarrollo y génesis, y 1980-1990, pop, psicodelia, new wave, punk.

- Mi intención al cubrir 30 años es -precisamente- poder realizar una segunda parte, una investigación que abarcara la escena de los 90 hasta el 2010, o sea los otros 30 años.

ORÍGENES Y DESTINOS

Para el autor, en referencia a los "orígenes y destinos" que anota el título de la obra, que sumará 200 páginas, cuando se habla del rock local aún no se ha logrado identificar un comienzo. "Un origen, que es lo que propongo en esta investigación. Se cree que el inicio está en los 80, que es cuando esta música comenzó a tener mayor visibilidad, pero esa escena no existiría si no hubieran existido rockeros 20 años antes", anota Pincheira, preguntándose ¿quién es el padre del rock penquista? ¿Yogui Alvarado o Álvaro Henríquez?

"A mi juicio ninguno de los dos. Creo que es otro. Quizás reconociendo un origen se puede pensar en hacia dónde va el rock de Concepción o cual puede ser su destino, que no es otra cosa que su lugar, el que le puede dar sentido, pertenencia e identidad", dice, quien a la fecha tiene un 70 por ciento del libro.

- Como te decía, esto tiene larga data. Quizás suene un poco pretencioso, pero mientras estuve en el Diario El Sur, junto con otros periodistas como Gustavo Sáez, Marcelo Sánchez, Paulina Pérez y Álvaro Peña, tratamos de darle un espacio relevante a los rockeros locales, valorar su trabajo y prácticas, situándolos en un lugar relevante. Esa investigación tiene diversos objetivos, pero al situar los materiales en un campo cultural, en el modo bourdieano, hay hallazgos, cruces, relaciones, intertextualidades y zonas de fricción que pueden explicar algunos temas y asuntos en el rock local. Ya develaremos cuáles son y de qué modo podrían develarnos por qué en esta ciudad y no en otra, el rock está vivo y en desarrollo.

- Creo que la figura de Jordi Santa María es clave en los años 60, después están el grupo Los Falcon, Johnny Ambiado, Edgardo "Porsy" Riquelme, los jazzistas Marlon y Moncho Romero, Alejandro Espinosa y Rolando Cabrera, entre otros. Ellos aprendieron y se apropiaron haciendo covers y versiones. En algunos casos alcanzaron a crear sus propias composiciones. Igual fue interesante su performance y el modo en que lograron cautivar a las nuevas audiencias, especialmente juvenil, y la manera en que se presentaron ante la sociedad de ese entonces.

- Cada día más interesante. Se cree que al menos hay todas las semanas unas 50 bandas que están tocando. Surgen nuevas, propuestas que atraen, se ha mejorado en el sonido y en la profesionalización. Hay sellos discográficos, discos, audiencias interesadas y cautivas con el rock penquista. Pero no se ha logrado estructurar eso en un proyecto propio, singular, consistente. Solo hay islas. Los agentes de cambio locales insisten en poner a Santiago sobre el horizonte, dificultando que la ciudad llegue a consolidarse como espacio de desarrollo autónomo. Existen las instancias necesarias para que esto ocurra, pero no hay diálogo activo, articulado, ni menos un proyecto político-cultural orgánico y sustentable.

¿Música clásica en el Teatro Biobío?

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Hay algo muy problemático en torno a la relación entre el Teatro Biobío y la música clásica. Es evidente que su Sala Principal no está concebida para este arte. En vez de transmitir el sonido, el gigantesco espacio lo absorbe, lo cual es adecuado solamente para eventos con amplificación. La audición en los palcos es particularmente decepcionante, al estar demasiado alejados del escenario y acústicamente aislados por altas placas de vidrio.

Los conciertos recientes han ilustrado claramente el problema. El 23 de junio pasado tocó un trío del Curtis Institute, liderado por Roberto Díaz, presidente de la prestigiosa institución y ex primer viola de la Orquesta de Filadelfia.

Los músicos eran de primer nivel, pero el sonido que llegó al público resultó sumamente frío. Imposible apreciar la calidez característica de la viola y el clarinete o la resonancia del registro bajo del gran piano de concierto arrendado por una millonaria suma. Días después, el trío se trasladó a una sala de similar tamaño: el Teatro Municipal de Santiago. Aunque tampoco es un espacio ideal para música de cámara, los mismos intérpretes lograron un sonido cálido y expresivo. De hecho, los propios músicos se sintieron mucho más conectados entre sí, según comentaron.

LOS DETALLES

Parte del problema del Teatro Biobío parecía atribuible a la ausencia de la enorme concha acústica, la cual había sido retirada, porque su peso estaba hundiendo el escenario.

Sin embargo, la estructura estaba nuevamente en su lugar dos semanas después -6 de julio-, para el aniversario de la Orquesta Sinfónica U. de Concepción, y los resultados no fueron mejores.

Para la agrupación del Campanil, épicamente reforzada con una treintena de "extras" en la Sinfonía "Titán" de Mahler, debe haber sido un alivio poder distribuirse en un escenario mucho más amplio que el Teatro UdeC. Esto permite que los músicos se escuchen mejor entre sí. Sin embargo, para el público hubo sólo pérdidas.

La sequedad de la sala permitió únicamente la proyección de las frecuencias más agudas, produciendo una multiplicidad de distorsiones: violines y arpa casi chirriantes, contrabajos casi imperceptibles (pese a que eran siete, cifra récord), percusiones de estridencia casi dolorosa, bronces que engullían a las cuerdas.

La falta de resonancia en los cortes también quitó mucho de su efecto a los grandes gestos románticos de la partitura.

Entre ambos conciertos, hubo uno de la Orquesta Universidad San Sebastián en el cual se intentó parchar las deficiencias de la acústica con una amplificación excesiva, estridente y que no respetó la distribución ni las proporciones de los grupos instrumentales (sonaba monofónica, incluso).

LOS CAMBIOS

El Teatro Biobío cuenta con una Sala de Cámara que hasta la fecha no ha sido usada para música clásica. La música de cámara debería trasladarse a ese espacio. Incluso, podría plantearse una doble alianza con el Goethe Zentrum y Corcudec para crear una nutrida temporada, siempre que se invierta en la adquisición y mantención de un piano de concierto.

La principal podría destinarse a música sinfónica y ópera solamente si se realizan importantes reestructuraciones con asesoría experta, que deberían incluir la eliminación de las alfombras y las barreras de vidrio, el reemplazo de los mullidos asientos por butacas de madera y el reemplazo de la concha acústica por un sistema de paneles regulables instalados dentro y fuera del escenario, para dirigir el sonido hacia todos los rincones de la sala. Sin dichas adaptaciones, no habría ninguna justificación artística, para trasladar la música clásica a este escenario.