Cielo nocturno, patrimonio científico y ventana al pasado
El cielo nocturno y estrellado ha sorprendido al ser humano desde tiempos inmemoriales. Nos ha hecho soñar con alcanzar las estrellas y mundos lejanos, nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado, presente y futuro, y nos abre una ventana al conocimiento. Es un libro siempre abierto donde culturas milenarias han plasmado sus saberes.
Ese es nuestro cielo nocturno, el cual cobija bajo su oscuridad a innumerables seres vivos de las más diversas formas, seres que habitan en el mar, en los bosques, en laderas y cerros, desiertos y estepas, son millones y nos maravillan.
Sin embargo, lo dicho parece no impresionar a todos. Iluminar la noche tiene sus orígenes en la necesidad del hombre de extender sus actividades sociales y productivas a horarios en que el sol ya no gobierna el cielo, lo que ha llevado en la actualidad a sobre iluminar ciudades, pueblos, caminos y llenar la oscuridad de luz, afectando el delicado equilibrio del entorno natural y provocando un daño que es difícil de dimensionar. Aquello representa para las especies una variable adaptativa que no será fácil de sortear y que puede llevar a aquellas que no sean capaces de adaptarse a la desaparición definitiva.
La sobre iluminación, o la incorporación de flujos luminosos en intensidades o rangos espectrales innecesarios, es lo que se conoce como contaminación lumínica. Se ha convertido en el tipo de contaminación que más se ha incrementado en los últimos años, con tasas anuales sostenidas de un 6%, y ha puesto en riesgo a cerca del 80% de la población mundial.
Concientizar sobre la importancia de cuidar nuestros cielos nocturnos, dado su alto valor patrimonial, es una necesidad que debe aflorar como parte del saber de nuestra cultura, por ejemplo, más de alguna vez hemos escuchado del We Tripantu, que corresponde al inicio de un nuevo ciclo de producción y conversación. Es la fecha en que se produce la noche más larga y el inicio de las lluvias más intensas que preparan la naturaleza para acoger y favorecer el maravilloso crecimiento de la nueva vida. El solsticio de invierno coincide mágicamente con esta celebración de nuestro pueblo originario y la celebración de tantos otros pueblos, cuya magia está dada por la comprensión que han tenido de su entorno, capacidad que muchos hemos perdido, inmersos en un sistema que no nos deja ver ni sentir.
El cielo nocturno no es solo un patrimonio científico, es también una ventana al pasado y al futuro de nuestro origen. Es una condición natural del delicado equilibrio de la vida, es una necesaria condición para nuestra propia salud y supervivencia. El cielo nocturno debe ser protegido en todo el territorio nacional sin discriminación. La normativa actual solo resguarda la calidad del cielo en el norte del país, desconociendo el valor que tiene para todos y privilegiando solo a algunos con un derecho tan básico como el vivir en un medioambiente libre de contaminación, de vivir con un cielo libre de contaminación lumínica.
dir. de Ingeniería
en Energía
y Sustentabilidad
Ambiental, USS