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"La caja de botones de Gwendy" se torna en un pesadilla vital

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En medio del arribo de la reedición de "Cementerio de animales" (1983), novela mayor de Stephen King, y la próxima llegada a la cartelera cinematográfica de la continuación de "It", adaptación de la monumental libro editado en 1986, llega a las estanterías locales "La caja de botones de Gwendy", novela corta en clave de cuento de perversa adolescencia, que rescata uno de los temas básicos en el escritor norteamericano: el pánico a sentirse diferente.

Coescrita con Richard Chizmar, autor de sobra cercano al fantástico, el lector se enfrenta acá a un relato que atrapa mientras los hechos van aconteciendo. Esto, una vez que la niña protagonista de 12 años se encuentra con un misterioso hombre de chaqueta negra y sombrero.

La luz y la sombra, representada en ambos personajes que se tornan en una clara metáfora sobre la sociedad actual, rapaz y egoísta, se van cruzando en un relato que atrapa desde la primera de sus 186 páginas.

Trabajando una atmósfera narrativa que avanza en diálogos cortantes y plácidos, pero tan tiernos como perversos, el relato va sacando a flote los deseos de personajes que en todo momento parecieran estar al límite. Un detalles que se torna en una marca literaria de King para la construcción de los perfiles de sus protagonistas. La gracia es que en esta "nouvelle" los principales se enfrentan con ellos mismos, como también con secundarios que encantan y seducen, provocan y dan miedo, cuando develan su lado oscuro.

LEJOS DE LA BONDAD

Apuntando a la ternura de un cuento infantil, donde aparecen imágenes y reflejos de nosotros, "La caja de botones de Gwendy" se lee de un tirón, trabajando un ritmo, sobre todo puesto al servicio de los diálogos. Son estos los que iluminan y completan los ambientes y espacios descritos en el pueblo de Castle View, el anverso del ya clásico Castle Rock que apareció en los escritos del autor de Maine ya desde "La zona muerta" (1979).

King, asumiendo una vez más la coautoría, construye un texto donde el misterio se construye con los miedos encontrados en los rincones menos develados de cada uno. También del lector. Como es costumbre en King, el género toma al lector por sorpresa, si se quiere, para no soltarlo más. Lo bueno, ahí es que hace que empatice, en este caso, con un personaje cuya niñez y adolescencia estarán lejos de toda buena vibra.