Concepción Metropolitano: ¿una conurbación amigable?
Concepción es una ciudad amigable, y aún lo puede ser más en 30, 40 o 50 años, para constituirse en una urbe en donde vivir y no de la cual huir.
Para ello se requiere una planificación estratégica, que mire con mayor atención los aspectos ambientales y sociales que demanda la ciudadanía, y no sólo considerar la infraestructura adecuada para polos de crecimiento económico, asociados a la industria o al desarrollo urbano por parte de la actividad inmobiliaria.
Los proyectos "logísticos" no lo son cuando no consideran la sustentabilidad ambiental a escalas mayores. Un escenario en el que está siendo demasiado frecuente enfrentarnos a proyectos que promueven el crecimiento, pero que no tienen una mirada integradora ni sinérgica sobre los impactos ambientales conjuntos acumulativos. Tampoco una visión asociada a los compromisos internacionales adquiridos por el país para mitigar efectos de los cambios globales como el cambio climático que, por cierto, debemos rendir en la próxima Cumbre de Cambio Climático, donde Chile es anfitrión.
Podemos ser un ejemplo de aportes locales para el país, o podemos ser malos modelos que deberán rehacer las generaciones venideras, a costos sociales y económicos muy elevados que involucren salud, calidad de vida, o sobrevivencia asociada a cada uno de los servicios ecosistémicos que se destruyen con cada nuevo proyecto.
Entre ellos, centros comerciales en humedales, edificios con linda vista al mar construidos sobre dunas costeras, carreteras sobre humedales, pérdida de lagunas urbanas y periurbanas junto a sus sistemas de humedales asociados, canalización de ríos, áreas verdes que no son más que plazoletas de cemento o fuentes de agua que nos alejan cada día más de lo que propone la Organización Mundial de la Salud (9 m2 de áreas verdes por habitante), o proyectos eólicos e inmobiliarios en santuarios de la naturaleza, ya que seguramente en cada una de las caletas de pescadores que van quedando se irá proyectando un nuevo proyecto tipo Pingueral.
Discutir proyectos inmobiliarios en áreas protegidas no es ético ni aceptable. En cambio, dialogar sobre ideas de conservación que involucren investigación, educación, o polos turísticos sustentables, es mirar al futuro. Porque rescatar estos espacios naturales no es una pérdida si miramos el conjunto de beneficios, y lo que deberá pagar el Concepción Metropolitano cuando se implementen definitivamente los planes de descontaminación atmosféricos. También prontamente del agua, para abastecer a la creciente población.
Aún no somos conscientes de ello, porque abrir la llave del agua en la mañana resulta fácil. Un privilegio que no llega a todas las comunas rurales que deben esperar al camión aljibe, con costos que no es posible cubrir por los gobiernos locales. Salir montado en el auto desde la casa también es un privilegio, pero deja de serlo cuando se está en medio del taco de la mañana, con bocinas por doquier, riesgo de accidentes y en medio de gases nocivos, todo ello por una mal diseño e implementación de un sistema de transporte público que facilite dejar el auto en casa.
El Programa de Descontaminación Atmosférica debió comenzar en 2017, y ha sido postergado por diversas razones, entre otros los costos. Mientras, discutimos nuevos proyectos inmobiliarios en áreas que debieran ser pulmones verdes y de conservación de la flora nativa, incentivando desde allí anillos verdes para la ciudad.
No es posible discutir un Hualpén jibarizado, en vez de uno más prolongado por corredores biológicos que lo conecten con la ribera del Biobío, la que sigue recibiendo rellenos artificiales y la invasión de árboles exóticos, aun cuando tenemos una rica flora mediterránea para mostrar al mundo y aprovechar de sus beneficios.
Asimismo, un corredor que conecte al Parque Cerro Caracol con la Universidad de Concepción y la Reserva Nonguén. Un área prolongada en un Río Andalién, que sigue siendo torturada por obras de ensanches y rellenos. Espacio que puede conectarse en árboles hacia una ruta interportuaria, que fragmenta los flujos de aguas desde y hacia la bahía, que además no posee un solo árbol, los cuales sólo aparecen rellenando imágenes en el proyecto original.
Concepción Metropolitano se merece un anillo verde, que nos ayude a mejorar la calidad de aire de todas sus comunas, proteja sus cursos de agua, baje las temperaturas locales, y que sea refugio de aves, insectos y pequeños mamíferos. Así también, conectar sus comunas en proyectos de grandes metrópolis verdes, y no de cemento, para que nuestros hijos y nietos también tengan la oportunidad de vivir estos espacios.
Dr. Ricardo Figueroa
Director Depto. Sistemas Acuáticos
Facultad de Ciencias Ambientales
UdeC