La crisis de Salud Mental en el Biobío
El año recién pasado, a través de los medios, supimos del suicidio de Rodrigo Peña (38), quien se quitó la vida en las ruinas de la empresa del carbón en Lota, así como de múltiples intentos de suicidio, incluso comiendo vidrio molido en el CIP-CRC de Sename en Coronel. Cada vez se mostraron como casos aislados, pese a ser ejemplos claros de la mayor crisis sanitaria que enfrenta la región: la crisis de la Salud Mental.
Los estudios de carga de enfermedad de Chile y la Organización Mundial de la Salud (OMS), son claros: uno de cada cuatro chilenos tiene algún problema de salud mental; trastorno de espectro autista, cuadros de ansiedad, esquizofrenia, alcoholismo y drogadicción, junto a depresión y alzheimer son la principal causa de enfermedad de los chilenos y en la región, con un 23%, mientras en el mundo son sólo un 13%.
En Chile desde año 2008 que las licencias médicas por salud mental son la primera causa de enfermedad, y la situación no es distinta en la región ni menos alarmante. Entre 2016 y 2017 las licencias por salud mental aumentaron un 7% con 100.000 y aunque la cobertura de salud mental aumentó en un 9% de 71.113 a 77.426, alcanza solo al 23%, indicando que el 80% de quienes requieren atención no la consiguen. Debemos avanzar en atención.
La OMS señala que sólo un tercio de la salud mental de las personas depende de las acciones de salud. Los dos tercios restantes dependen de las determinantes sociales de la salud, el lugar que ocupamos en la sociedad, y como interactuamos con ella. Si la salud mental empeora en el Biobío así como en Chile, entonces es porque tenemos un problema estructural.
En la región el 51% de la población trabaja, inferior al 58% de la media nacional y la escolaridad promedio es de 11,8, años siendo también menor al promedio nacional de 12,1 años, determinando que la pobreza por ingreso de la región sea la tercera más alta del país de acuerdo a la encuesta Casen, siendo aún peor al mirar algunas comunas donde Lebu o Lota tienen a uno de cada cuatro de sus habitantes en situación de pobreza.
En el año que Fundación ProCultura ha comenzado la implementación de su nueva sede regional en Lota y recurrentemente escuchamos advertencias en diversos lugares de la región en relación a la comuna y su situación: "son complicados", "no quieren progresar" o más brutalmente "son flojos". Sin embargo, esto no es así, la verdad es que la comuna está profundamente dañada por una historia de siglos de marginación, que llega a su clímax hace 21 años con el cierre de la mina, donde aún se espera que la anhelada reconversión llegue. Gran parte de la comunidad con las que nos toca trabajar tienen criterios de depresión, habiendo además una desesperanza instalada. Es en ese contexto que debe leerse el suicidio de Rodrigo Peña, quien al hacerlo en las ruinas de la empresa del carbón, un lugar público, interpela a la región hasta el último minuto por su pueblo olvidado.
Misma situación pasa con los jóvenes del Sename, quienes explícitamente han dicho que los intentos de suicidio obedecen al abandono en que se encuentran y los múltiples incumplimientos en los plazos de sus procesos. Esta semana la Región anunció un plan de 10 medidas para el CIP-CRC de Coronel, pero ninguna hace relación a la Salud Mental de los jóvenes, pese a que sabemos que el 85% presenta una enfermedad mental, en gran medida por múltiples vulneraciones de derechos desde su infancia, y el 76% presenta consumo problemático de drogas. Son los integrantes de la región que han sido olvidados desde su nacimiento.
Tras la separación de Ñuble, la región se pregunta cuál debe ser la nueva región del Biobío, y se hace énfasis así como en las últimas décadas en el crecimiento económico, consistentemente con la sociedad que hemos construido donde lo primordial es lo que hacemos y cuánto producimos, y donde los éxitos personales nos validan ante los otros. Es entonces donde cabe preguntarse ¿En qué puede aporta Rodrigo, desde Lota, una de las comunas con más cesantía del país a esta nueva región, a esta nueva comunidad?, ¿Qué pueden hacer los jóvenes del Sename para sentirse valiosos o rehabilitarse en un medio que le dice a diario que no lo son? La respuesta es nada. Eso es lo que estructuralmente les decimos a diario a ellos y miles de personas de la región.
El desafío hoy de la región es enfrentar esta crisis, donde se deben generar cambios estructurales que nos permitan poner en el centro nuevamente el valor del ser humano por lo que Es, no por lo que hace, valorando nuestras propias creencias, tradiciones y sueños. El énfasis debe estar sobre todo en el encuentro, como decía León Felipe: "Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo. Porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino con todos y a tiempo", sólo así podremos enfrentar la Crisis de Salud Mental.
Psiquiatra y director ejecutivo de Fundación ProCultura