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Colegio Inmaculada Concepción se despide de su histórica casa

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Los pasillos del Colegio Inmaculada Concepción -ubicado en la intersección de las calles Aníbal Pinto y San Martín- están llenos de historia. Historia centenaria, luego de que en 1904 la congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción, adquirieran los terrenos donde se instaló el recinto hasta ayer.

Ciento catorce años después, con cientos de generaciones de alumnas egresadas, el tradicional colegio pensado por la madre Paulina von Mallinckrodt -religiosa alemana fundadora de la congregación- deja el centro penquista y en marzo próximo iniciará su año escolar en el sector Valle Escondido.

En el último día de clases en las actuales dependencias y con varios simbolismos, la comunidad educativa de 830 alumnas se despidió de su actual casa, mientras que sus autoridades recordaron parte de la historia y destacaron el crecimiento logrado.

LA ÚLTIMA LLEGADA

A las 8.04 de la mañana sonó por última vez la campana de ingreso ubicada en el patio del recinto, como llamado para iniciar una jornada más breve de la habitual. En el portón de calle Aníbal Pinto las recibió Miguel López, quien desde 2011 es el portero del colegio.

"Acá la gente es muy amable, nunca hubo ningún problema y las niñas están muy bien enseñadas. El colegio siempre ha tenido un ambiente familiar y eso sorprende a quien viene desde afuera", contó.

Mientras las alumnas de enseñanza media se alistaban para sus habituales convivencias, las de enseñanza básica eran llevadas por sus padres para los actos de fin de año, con distintos disfraces.

Eduardo Cuevas, jefe de personal -quien lleva casi cincuenta años en el colegio-, destacó que la historia del colegio está marcada por las generaciones de familias que han dado vida al colegio: "Han pasado muchas religiosas, también muchas provincianas que después han sido directoras y superioras, además de cuatro o cinco profesores que siguen del año 75' o 78'".

Sobre su experiencia, indicó que "he estado desde el año 1972 viniendo constantemente. En el 79' me contrataron cuando era mayor de edad, ayudaba a los mandados de las madrecitas y cooperaba con mi papá; en 1979 cuando me contrataron, me hice cargo de todo, trabajando para la congregación".

SIMBOLISMOS

Eduardo Vega, rector del establecimiento desde 2013, contó que el proceso de cambio ha involucrado sentimientos para el personal, estudiantes y sus familias, ya que significa salir de este lugar por el cual era conocido tradicionalmente.

"Es una responsabilidad grande, todo debe salir bien y tenemos que irnos a una nueva casa, y en medio de eso tenemos el día a día. Es el último momento en que ellas van a visitar este terreno, es un momento emotivo", contó, haciendo mención a que durante los últimos meses se desarrollaron una serie de despedidas de parte de la comunidad, con apoderados, ex alumnos y los actuales miembros del colegio.

Los últimos actos se efectuaron ayer. Primero hubo una liturgia para las alumnas de enseñanza media, que se realizó en la capilla -donde los ventanales ya fueron retirados para ser trasladados a Valle Escondido- y que concluyó con una serie de fotografías y una última oración de la comunidad, con las alumnas y profesores tomados de las manos.

El cierre fueron los actos habituales de fin de año de las pequeñas de enseñanza básica. Cerca de las 11.30 horas, la campana de salida sonó por última vez, con el rector, las alumnas y docentes despidiendo 114 años de historia formativa en el centro penquista.

PERTENENCIA

El rector Eduardo Vega admitió que la comunidad tiene sus expectativas puestas en las nuevas dependencias: "Está el sentimiento y preocupación por el cambio. Desde el punto de vista de las familias también se ha resentido, ya que algunas no nos acompañarán, aunque la gran mayoría sí nos acompañarán a darle vida a las nuevas dependencias y allá traspasaremos la historia de nuestro colegio".

El jefe de personal, Eduardo Cuevas, sumó que "uno conoce todos los lugares, hay que ver cómo va a ser. Cuando cerremos acá será doloroso y emotivo; hay que acomodarse a todo".

Estas palabras coincidieron con el discurso final que dio en la liturgia el profesor Álvaro Tapia, llegado hace un año al colegio: "Este edificio vacío no tiene ni alma ni espíritu, ya que son ustedes quienes le dan vida al colegio. Las semillas han sido bien arrojadas en ustedes porque son hermosas personas y buenas alumnas. Es un día de despedidas, muchos no seguirán, pero nos veremos en marzo para seguir regando las semillas que hemos sembrado en ustedes, ahora en una nueva casa".