Crianza laxa o autoritaria puede validar las conductas violentas
Muchas noticias o videos que se vuelven virales dan cuenta que las conductas violentas como respuesta a situaciones que molestan son cada día más habituales en personas de distintas edades y contextos sociales. Algunas son percibidas como acordes o justas, pero también sobran las que parecen desproporcionadas o se vislumbran como un comportamiento más que una reacción aislada. La alerta se enciende especialmente cuando son niños y jóvenes, el futuro del país, los protagonistas.
¿Las conductas violentas se pueden considerar normales? ¿Cuándo alarmarse? ¿Es posible prever que alguien tendrá este comportamiento? Al respecto, Rodolfo Álvarez, director de Psicología de la Universidad Santo Tomás, explica que una conducta violenta es el comportamiento de descontrol emocional con respuestas agresivas que buscan hacer daño físico o emocional a otras personas o a sí mismo, y se pueden considerar un mecanismo de defensa ante una amenaza.
Esto, añade, puede ocurrir a cualquier edad y pueden asimilarse como "normales" bajo ciertos parámetros en eventos particulares, pero no cuando se transforman en una constante, en una forma de comportamiento y única vía de responder ante diversos hechos, sea o no atingente. "Por tanto, padres y profesores deben identificar claramente patrones continuos y que se mantengan en el tiempo", sostiene, pues dice que "las personas violentas siempre atacan la realidad desde y con comportamientos agresivos", que pueden variar en grado de expresión; clave para evaluar nivel de anormalidad de la conducta y forma de enfrentarla.
SIEMPRE SOLUCIONAR
Desde lo expuesto, Francisca Puga, directora ejecutiva de Triple P Latinoamérica, plantea que si bien las conductas violentas en niños pequeños pueden ser esperables como una forma de probar e ir aprendiendo a relacionarse con otros, manejar sus frustraciones o conseguir lo que quieren; y que en los más grandes podrían haber diversos motivos como gatillantes, desde situaciones personales hasta una sensación de injusticia y rabia colectiva, como ocurre hoy frente al panorama de la educación, "siempre es algo que se debe solucionar. Desde pequeños es importante mostrar a los niños las formas adecuadas de relacionarse con otras personas y que la violencia no es una que se tolera", sostiene.
Sobre esto, enfatiza que los adultos deben mostrar a niños y jóvenes, de distintas maneras según la etapa vital, el impacto que la violencia tiene en otros y en sí mismos, y las formas más adecuadas de reaccionar o conseguir algo, dando alternativas para manejar las emociones y resolver conflictos.
EL ESTILO DE CRIANZA
En opinión de Puga es importante tener en cuenta que hay diversos factores que influyen en cómo las personas se comportan, desde genéticos, de temperamento o biológicos, hasta las relaciones en la familia. "Si ellos tienen la experiencia o ven que una agresión sirve para conseguir lo que alguien quiere, es probable que repitan ese aprendizaje en su propia vida", advierte. Así, si hay predisposición genética o se trata de alguien con un temperamento más irascible, si ve conductas violentas en sus entornos (hogar, comunidad o escuela) es más probable que reaccione con violencia y se transforme en un comportamiento.
Y si bien es algo multifactorial, porque las personas son seres biopsicosociales, Francisca Puga releva a la crianza como uno de los determinantes y por tanto la manera en que papás y mamás pueden prevenir comportamientos violentos o gatillarlos y validarlos. "Un estilo parental extremadamente laxo, que no aplica consecuencias a conductas agresivas ni guía para mostrar formas positivas para relacionarse, puede influir en que estas conductas se repitan. Uno extremadamente autoritario o violento puede dar el ejemplo de cómo se reacciona de manera violenta frente a lo que no nos parece y/o generar resentimiento y rabia en los niños, que luego se expresan con conductas agresivas", recalca.
CON CONSECUENCIA
Un estilo de crianza positivo, sustentado en el cariño y comunicación no sólo es clave para evitar los comportamientos violentos en niños y jóvenes, sino también para detectarlos y enfrentarlos de manera oportuna.
Un tópico de suma relevancia para la psicóloga Francisca Puga, quien afirma que frente a una conducta agresiva, del tipo que sea, debe existir una consecuencia y debe ser lógica: breves, ejecutadas en calma, de inmediato y proporcionales a lo sucedido, pues dice que es la forma en que se da la posibilidad de ensayar lo que sí se espera que hagan, afirmando que "el efecto buscado no es castigar la conducta, sino cambiarla por una positiva", por lo que jamás esto se solucionará con más violencia o agresión.
Los establecimientos educacionales no se pueden dejar fuera de esto, pues allí niños y jóvenes pasan largas horas del día por varios años, y son un actor relevante de su desarrollo y formación, y Puga asegura que tienen la responsabilidad de generar estrategias frente a la violencia que apunten a apoyar a los escolares, erradicar dichas conductas y prevenirlas. Ello, comenta, se debe hacer desde la base de indagar por qué los estudiantes tienen un determinado comportamiento, de dónde viene la rabia, si tienen alguna consecuencia con sus agresiones cotidianas o quién les está enseñando cómo manejar la rabia o frustración, por ejemplo.
Es por lo mismo que para finalizar sostiene que frente a una conducta agresiva de un escolar la expulsión no es una medida recomendable, sino perjudicial, pues ésta no da la oportunidad de aprender cómo comportarse o relacionarse con otros, suele estar lejos de percibirse como lógicas y podrían generar más rabia y frustración, y por tanto extender las conductas en el tiempo.