"Comprendí que toda la música son mis amigos", es uno de aquellos inicios de la lírica musical chilena, que cuando se escuchan marcan. Lo llevan a una realidad de belleza y equilibrio, como es la propuesta sonora que hace el grupo Congreso en su tema "Viaje por una ilusión".
El segundo corte del disco "Por amor al viento", editado por la banda porteña en 1995, no sólo es el nombre del concierto que realizará hoy, a las 19 horas, el TIM Salesiano, en el Teatro UdeC, para celebrar 25 años de carrera.
Es, también, la prueba concreta de lo que alguna vez fue una ilusión para el profesor Fernando Saavedra (51). Un viaje que, de la "ilusión", pasó a convertirse en una agrupación estable de 15 integrantes. Son los integrantes del grupo base del Taller de Instrumentos Musicales del colegio penquista. Esta tarde, sin embargo, se sumarán ex alumnos del establecimiento (sobre 30), como integrantes para un combo sonoro de 50 músicos.
Con entrada liberada, la cita permitirá ver en acción durante unas 2 horas a intérpretes cuyas edades transitan entre los 14 y 41 años, quienes tuvieron y tienen en la figura de Saavedra una inspiración, para considerar a la música como un amigo, pero también un ejemplo de disciplina vital.
"Siento que, sobre todo, son chicos agradecidos, y hoy también adultos. Por eso creo que vuelven, acá encontraron un régimen de disciplina y que, más allá de lo musical, lo sienten inculcado y lo agradecen en sus vidas por el trabajo realizado en el Taller. Eso lo reconocen siempre y lo manifiestan cómo les ayudó a formarse", resume el profesor titulado de la carrera de Pedagogía en Educación con mención Música, en la UdeC (1986-1991).
HISTORIA DE SORPRESAS
Las casualidades felices golpearon el destino de Fernando Saavedra en 1991, cuando realizó su práctica profesional en el Colegio Salesiano de Concepción. Al año siguiente lo contrataron como profesor del área musical, para en 1993 darle cuerpo al Taller de Instrumentos Musicales.
"Busqué llenar el vacío de una parte no cubierta de los intereses de los chiquillos, quienes querían tocar otros instrumentos", cuenta, explicando así la génesis de su labor en el grupo de cámara de la entidad, donde prevalecían las flautas dulces, guitarras, xilófonos.
Fue así que Saavedra supo cruzar y darle espacio a quienes buscaban descubrir otros instrumentos. "Así les mostré referentes musicales como Congreso -no lo conocían- como un grupo que presentaba una fusión de estilos y sonidos, timbres sonoros diferentes. Es lo que quise llevar a los estudiantes", apunta, quien también acercó a sus pupilos a las corrientes de Bordemar.
Propuestas como las señaladas, comenta, tenían una cierta relación con la música de cámara, en el entendido que el discurso se estructuraba como algo más bien reposado. "Eso, para que el golpe no fuera tan brusco, que se diera una transición mesurada y no tan de golpe", sostiene el académico.
En el paso del tiempo, fueron apareciendo otras influencias, como Los Beatles y la música británica, además el folclore del lado de Quilapayún e Inti Illamani. En ello serán claves los aportes de los entonces alumnos y futuros Bunkers, Francisco Durán y Álvaro López. "Se dio una fusión, que se fue incorporando al Taller", dice Saavedra, sobre dos integrantes que estuvieron en el conjunto del colegio entre los años 1996 y 1999.
- Creo que no soy yo el más indicado para decirlo, pero creo que ha sido así, porque esto no termina con el colegio (egreso), sino que sigue en el tiempo. Tal vez es el poder de la música que congrega a las distintas generaciones.