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La magia del papel sirve para contar historias

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"Esperamos que la comunidad se involucre y que los padres traigan a sus hijos y a los integrantes más pequeños del hogar. La idea es que los niños vuelvan a ser niños, que vuelvan a experimentar con sus sentidos, y que los papás y mamás tengan acceso a esta alternativa, desde la fantasía y la imaginación". Las palabras de Ana María Barriga, directora del centro Rukalihuen de Concepción apuntan a un objetivo: entusiasmar al público para el cual están pensadas las dos obras que componen el ciclo de "Teatro de papel Kamishibai", programado hoy y el domingo en el espacio ubicado en Cochrane 791 (gratis previa inscripción).

Hoy -18 horas- está "La montaña florida" (niños de 8 a 12 años). "En Japón, el Kamishibai se usa para enseñar. Mi propósito es que la familia disfrute de una manera diferente, y que puedan compartir desde la imaginación, la plástica, la fantasía y los sentidos", explica Kaori Tsuji, artista con 11 años en Chile, quien le dará vida a esta formato teatral fundado en ilustraciones.

Surgido en los años 30, basa su propuesta en una caja de madera con puertas. "Se transforma en un pequeño escenario, a través de láminas ilustradas", anota la encargada. Para el desarrollo de las obras aporta con sonidos, diálogos y entonaciones que guían al receptor.

Para el domingo se consideran dos funciones: a las 15.30 la obra "Hija del trueno", y 18 horas se repite "La montaña florida". Valores por función $ 2.000 (niños y adultos en preventa y el mismo día $ 4.000). Inscripciones presencial o en el sitio web de Rukalihuen.

"Campo de batalla" o cuando la cama se torna en un cobijo

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Aparecen contenidos, en tensión, pasión y compasión. Los personajes de "Campo de batalla. Las ruinas de Estocolmo", por más arquetípicos que se muestren en escena, desgarran y se desgarran. Ello, desde realidades que parecieran estar en el límite de su propia contención.

Son dos vidas que avanzan sin ponerse metas ni objetivos. No tienen la necesidad de ello. Romina (Patricia Michele) y Antonio (Carlos González) sólo están para convertirse en un complemento en el vacío del otro, en un montaje de intensa atmósfera y giros narrativos. Es éste el que los expone a momentos tan dramáticos, como cotidianos o, incluso, instantes graciosos.

Es la vida de dos seres como cualquiera, una prostituta de 20 años, y un obrero/trabajador de clase media, quien durante una parte de sus 50 años se ha dedicado a vivir para el resto, familia u otras circunstancias. También ella, una mujer que ofrece sexo por dinero y que, en este caso, también lo hace como un acto de ternura y compasión, en la habitación de un motel.

Es la cama, ese "campo de batalla" al que alude ella, el leitmotiv que vuelve y se hace presencia en este montaje bien contenido en la dirección de Valentina Durán, también dramaturga de esta obra de la compañía local Teatrhoy.

Aunque Durán propone un texto arquetípico en la construcción de la puesta en escena, con momentos hasta predecibles, tiene la gracia de llevar y atrapar al espectador/testigo de un montaje de naturaleza física. Desde esa vitrina propone y hace emerger estados de amargura y tensión dramática que no dejan indiferente.

Ese detalle habla bien de un título que se toma en serio el contenido y la forma, la cual se torna en hilo conductor clave del relato. Uno de estos aspectos es el maping (Braulio Gatica), expuesto desde una iluminación justa y acorde al relato (Daniel Espinosa). Entre estos elementos que funcionan en la estética narrativa del montaje, aparece la empática banda sonora de Piera Marchesani. Desde el piano (y una sinuosa voz) complementa lo que se observa de una manera emotiva, por momentos hipnótica y terminal en el drama.