"Hortensia": cuando las verdades duelen
Una obra que hace poner en pausa, por lo menos una hora, las sensaciones del espectador frente a "Hortensia". El relato planteado unipersonalmente (monólogo) desarrolla actualmente una temporada en la Sala de Cámara del Teatro Biobío. Las de hoy y mañana, a las 20 horas, son las ultimas funciones, en el espacio dispuesto para 125 personas.
Lo que se plantea es una propuesta dramática con referencias a "Medea" (Eurípides), cuya tragedia proyecta el latir de un tema visible en nuestro país, la violencia de género.
De ahí, que las citas de Francisca Ovalle, protagonista, apunten a una serie de nombres, como el de Nabila Rifo. Mujeres golpeadas, violentadas y miradas desde un plano que hace reflexionar sobre el estado de las cosas y personas que caminan por esta pesadilla a nivel local, regional o nacional.
En realidad, un relato universal centrado en Hortensia. Ella se torna en una Medea del presente, quien se confiesa a los presentes. Incluso, con esa cuarta pared que se desarma, para internarnos en un contexto agreste y poco amable. El de esta mujer que siente la amenazante presión de su marido, un ser que la golpea sin contemplación, ni tampoco medir consecuencias (la ceguera de Hortensia responde a ello).
Son palabras y diálogos articulados desde el dolor del texto, estructurado para generar un ritmo que atrapa y mueve la atención. ¿Hasta cuándo? -sin expresarlo- es la gran pregunta que queda en el aire, luego del tiempo en la sala.
SINCERARSE ES LA IDEA
Para darle forma al montaje, Ingrid Fierro, dramaturga y directora de la misma, hace del espacio una infernal locación. Plantea así una apuesta contenida en su carácter histriónico, pero que luce como generada en una olla a presión.
Son éstas (presiones) las que avanzan el drama, a través de un monólogo que desnuda al personaje, aunque en el cuerpo de Ovalle podría dar un poco más desde el sentido dramático de lo expuesto.
Aunque, la actriz igualmente entrega lo requerido, uno quisiera que se el ancho se extremara un poco más desde el personaje, en lo interno y externo.
Dada la potencia de lo expuesto, el rodaje que ha tenido y apriete logrado desde su estreno a mediados del año pasado, el montaje de Teatro Resistencia, creo, puede subir un peldaño más arriba en su propuesta histriónico/dramática (hay momentos claves para interpretar las palabras).
El monólogo de certeras y frontales expresiones visibiliza la problemática central, la contingencia, aspecto logrado con una dirección clara: sabe dónde y como poner al personaje.
Un hecho que gana con el trabajo de iluminación de Gonzalo Mella y el diseño sonoro de Pedro Aguilera. Desde la estética, se internan y transmiten lo denotado en escena, allí donde Hortensia dice y se dice todo lo necesario para ella, especialmente. Una mujer que escapa, o busca hacerlo, a través de las palabras de una obra que, sin duda, tiene ese gustito amargo que acá nos deja un rato más en la butaca. Aplaudiendo, sí, pero también pensando.