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"En el Sename hay malas prácticas que están enquistadas y que hay que sacar"

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Rosario Moreno siguió de cerca la muerte de Lissete Villa al interior de un centro del Servicio Nacional de Menores (Sename) , en abril de 2016.

Por alguna razón, que aún le cuesta comprender, el fallecimiento de la niña de 11 años marcó un antes y un después en su vida y carrera. Fue esa misma inquietud que la llevó a plantear un desafío a sus alumnos de periodismo en la Universidad del Desarrollo (UDD) durante el segundo semestre de ese mismo año.

La idea, contó, era indagar sobre lo que ocurría al interior de los centros del Sename. El resultado los impactó a todos meses después. "Los alumnos me trajeron unas verdades espantosas, me di cuenta que había material, que se podía acceder a la fuente, entonces eso fue un prelibro", recordó.

Moreno explicó que esa fue la génesis de un proyecto que los llevó a conocer una cruda realidad. El objetivo, enfatiza, era que los propios protagonistas contaran su verdad, su errores y sus anhelos.

"La idea la envié por mail y debo haber estado media hora pensando si lo enviaba o no. Yo sabía que si me metía en esto iba a ser con todo y va a ser muy duro. La idea gustó, al otro día reunión, buscamos a los 11 alumnos, les dimos varios libros para que leyeran durante el verano, para que estuvieran preparados. En marzo partimos y al final terminamos cuatro alumnos, una ayudante y yo", precisó.

El trabajo duró 11 meses. En total fueron 86 los relatos que se plasmaron en las páginas del libro al que nombraron "Huellas Imborrables". El miércoles, la periodista arribó a Concepción para presentar el texto de 232 páginas.

-Esto está todo basado en testimonios que creo era la mejor manera de poder obtener un diagnóstico, porque tú conoces en carne y hueso las falencias o las cosas buenas que tiene algo. En este caso casi, puras falencias. Conclusiones, varias. Uno, el Sename está en una crisis sistemática. El Sename hay que cambiarlo ya, todo, todo de nuevo. ¿Por qué? Porque se crean círculos viciosos. Cuando un niño llega al Sename, ya sea de protección o porque ha delinquido puede sufrir una serie de abusos que a veces pueden ser peores de los que sufrió en la casa. En general los abusos se dan entre los mismos jóvenes o de parte de los educadores hacia los niños, que no son fáciles de tratar. Para ser tíos en estos centros se exige tener cuarto medio y en algunos casos que vimos ni eso se pedía. Entonces, una persona que viene desde una ferretería y viene a tratar estos casos no está preparada, como fue en el caso de Lissette Villa. Un educador puede llegar a ganar un millón y medio haciendo horas extras, hasta 36 horas en algunos casos que vimos. Entonces cómo le pedimos a esa persona que funcione de manera correcta para cuidar a los niños si además no está capacitado. Eso debe acabarse. Por otro lado, hay que separar a los niños que necesitan protección y quienes han delinquido, aunque parezca de perogrullo. Lo otro que vimos es que el Sename es muy jerárquico. Todo se manda desde una oficina central y los directores de centro son meros administradores. Algo que también nos llamó la atención es que en el Sename hay las malas prácticas que están enquistadas y que hay que sacar.

-Esto es nacional. Nosotros en el libro pudimos abarcar desde la cuarta a la décima región y nos dimos cuenta que en regiones pasaba lo mismo. Tuvimos la posibilidad de conversar con jueces de familia. Ellos dictan sentencia y muchas veces esa orden no se cumple. Así ocurrió con Mónica Jeldres, quien el 2010 hizo el Informe Jeldres. Ella tomó a varias juezas de familia y recorrieron los centros del país. La iniciativa surgió porque las sentencias no se cumplían.

-Falta de cariño, impotencia, indolencia, falta de Dios. Yo lo encuentro medio infernal todo el engranaje.

-La administración anterior del Sename no nos dejó entrar a los centros, pero buscamos la manera y lo hicimos igual. A la larga nos hicieron un favor, porque con un permiso nos habrían puesto a alguien que nos mostraba solo lo bonito. Como entramos de otra forma pudimos ver lo que nosotros queríamos ver, todo. Tenemos testimonios de educadores que reconocen lo mal que se portaron. Ahí uno se pregunta por qué lo están diciendo y te dicen "para expiar mis culpas". En ese caso, el tío que apodaban El Nazi nos relató que junto a otro educador patearon un niñito de siete años en el suelo. En algunos casos las entrevistas fueron de tres horas, porque nos ganamos la confianza.

-Acá te hablan desde adentro. No es alguien que vio algo malo, es alguien que hizo algo malo. Acá hubo una total apertura, sobre todo de los jueces de familia, quienes fueron muy sinceros.