¿Qué pensaría si se percata que la bolsa que le dan en un supermercado u otro negocio, que es muy parecida al plástico, se disolviera solo al tener contacto con el agua? Quizás lo consideraría imposible, tomando en cuenta que este tipo de material demora 150 años en degradarse.
Sin embargo, eso podría quedar atrás, pues un ingeniero comercial tomecino creó una bolsa que al mojarse desaparece sin dejar rastros y que, en caso de no humedecerse, desaparece en seis meses estando en la basura.
Esa es la invención del profesional formado en la Universidad San Sebastián de Concepción Roberto Astete, de 43 años, y que podría revivir este producto que es utilizado para transportar mercadería u otras cosas y que por resoluciones municipales o por iniciativa del comercio está en retirada.
El emprendedor contó a este medio que nació en Tomé, donde estudió hasta segundo básico en la Escuela Arturo Prat, cuando se fue a vivir a Perú, donde terminó todos sus estudios primarios y secundarios. Ya adolescente regresó a Concepción, donde cursó Ingeniería Comercial en la citada casa de estudios superiores.
MUNDO DEL PLÁSTICO
Una vez egresado y titulado dio sus primeros pasos laborales en una empresa constructora de la zona y más tarde pasó por varias otras hasta que derivó al mundo del plástico como consultor corporativo para una firma de Santiago que representaba a varias marcas del sector, especialmente flexibles. Pero su esposa quedó embarazada y de nuevo volvió a Concepción para desempeñarse en una constructora, pero cuando nació su hijo la compañía lo llamó para hacerse cargo de la parte corporativa de Chile, Perú y Colombia para la venta de maquinaria para la industria del plástico.
Fue así como de alguna manera se sumergió en este mundo del material moldeable, aunque contó que durante su niñez en Tomé la pasó entre medio de maquinarias porque su padre fue una de las personas más importantes en la industria textil.
Esto le sirvió cuando ingresó a la industria del plástico, pues se dio cuenta que muchos de los mecanismos eran similares a los que conoció de pequeño, lo que le facilitó el trabajo, porque al final, dijo, el plástico nace de la parte textil. Esto le hizo ver todo más sencillo, porque entendía los procesos y cómo operaban los equipos.
Así se dedicó de lleno al plástico, porque muchas de las máquinas que ha vendido sirven para cosas que el común de la gente ve. "Cuando alguien compra frutillas en el supermercado, están en cajas que han sido elaboradas por máquinas que he vendido en el mercado local", aseguró.
Estando en eso, decidió crear algo distinto, que rompiera los esquemas.
BAJO COSTO
Por eso durante cuatro años trabajó con su equipo en elaborar un detergente en cápsulas que llegaron en algún momento al mercado nacional.
Para obtener esto, comentó que se necesitaban maquinarias por US$ 1 millón, pero alcanzaron el producto con solo US$ 23 mil. Una vez que fabricaron el prototipo, fue a Corfo e Innova para presentarlo, pero le dijeron que no era algo innovador.
Entonces, al sufrir el rechazo se preguntaron qué podían hacer con el invento. Fue así que apuntaron a crear una bolsa, tomando en cuenta que el mercado se va quedar sin ellas en un corto tiempo.
"Hicimos muchos prototipos hasta que logramos llegar al producto que queríamos. Nos faltó capital para seguir con la investigación y gente de Santiago confió en nosotros. Me fui a China a probar distintos materiales para que el que usáramos se adaptara a nuestras máquinas y así bajar los costos", relató.
En todo ese proceso lograron crear el elemento. Se trata de un material que se asemeja al plástico, pero no lo es. Es similar en la parte estética y visual, pero la gran diferencia es que es biodegradable, compostable e hidrosoluble. Esto quiere decir que una vez que la bolsa llega a la basura, en 180 días desaparecerá y si antes de eso toca agua, se esfuma en forma inmediata.
"El material, aunque nadie lo crea, se ve todos los días. Pero lo que hicimos fue modificarle la estructura y logramos que la bolsa saliera de la máquina. Es un producto que existe desde 1960, pero nadie se había preocupado de hacer algo distinto. Es el Polyvinyl alcohol, que se ocupa mucho para hacer cola fría, pintura o distintas cosas. En el fondo cambiamos su uso", remarcó.
Roberto Astete reconoció que aún no está en el mercado porque hubo que pasar varias barreras, como primero la creación de una nueva patente. En ese proceso presentaron el material como el modelo de utilidad. Tras esta etapa vinieron las certificaciones, pues habían hecho una serie de pruebas a nivel internacional que salieron favorables, pero faltaba el de biodegradable y compostaje, lo que demoró siete meses.
MÁS VOLUMEN
Tras esto lo están presentando a los clientes para poder hacer un volumen interesante y que su empresa, Solubag, sea competitiva. "Nuestro precio es más caro que el plástico tradicional, pero eso es hoy, porque cuando se eliminen las bolsas no habrá competencia por precios, sino por productos. Pero queremos ser más baratos", apuntó.
Aseguró que la bolsa, con solo colocarla bajo una llave, se disuelve de inmediato, pero si no quiere gastar esa agua, puede tomar el elemento, poner la ropa sucia y tirarla a la lavadora. En el fondo, la persona decide el tiempo de durabilidad del saco e incluso, si la deja botada en la calle, desaparecerá con la lluvia. Lo mejor de esto, es que no queda ningún residuo contaminante.
Pero no todo queda acá, porque también ideó una bolsa para productos calientes y otra de tela, que es el reemplazo natural de la reutilizable, porque hoy nadie la recicla. "La nuestra se puede usar 20 veces si se quiere y luego se coloca bajo agua caliente y desaparece. Si tiene contacto con líquido frío no le pasa nada", afirmó.
El profesional advirtió que si logran que el precio sea competitivo, a la larga el comercio la podría regalar o cobrar un valor mínimo por ella. "Hay un tema, porque con esto salvaremos una industria, pues muchas empresas nacionales quedarán si trabajo con la salida de las bolsas plásticas. Con lo nuestro podríamos rescatar incluso fuentes laborales", cerró.