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Lucybell aporta al fiiS con una cuota de sus notas musicales

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Con una parrilla de artistas locales y nacionales, además de charlas realizadas por sus agentes de cambio, fiiS Biobío cerrará su última jornada, en el Parque Laguna Grande en San Pedro de la Paz (información gráfica). Una instancia donde las familias podrán disfrutar de una tarde de música al aire libre y, al mismo tiempo, conocer los avances en innovación social que trae el festival.

A la cabeza de la parrilla está Lucybell, banda que junto a We Are The Grand, Santa Bohemia, Club Calaca y Charly Benavente musicalizarán el evento desde las 11 horas.

La banda de origen capitalino presentará un recorrido por su larga carrera, recordando los éxitos que marcaron sus inicios en los 90, como también su más reciente producción "Magnético" (2017) en un show que superará los 60 minutos de duración.

"Vamos a tocar una hora y media aproximadamente de la historia musical de Lucybell. Partimos desde el último disco hacia atrás, que es Magnético. Vamos a mostrar las canciones más representativas dentro de este marco de fiiS, Al mismo tiempo, iremos de ahí para atrás eligiendo canciones muy meticulosamente, para poder entregar un show para esa envergadura", comenta Eduardo Caces, bajista del grupo.

INNOVACIÓN MUSICAL

Con más de 25 años de trayectoria, la innovación social es una temática que toca de manera directa a Lucybell, proyecto que durante todo ese tiempo ha sabido reinventarse en cuanto a técnica y sonido. Han desarrollado así un trabajo profesional, que se refleja en cada una de sus presentaciones, tanto dentro como fuera de Chile.

"Somos una banda que ha tenido la suerte (o mala suerte, no lo sé) de pasar por todas las formas que ha tenido la industria, desde ser artistas regionales, nacionales, hasta tener una carrera internacional, así como también el pasar a ser independiente desde hace varios discos atrás", indica Claudio Valenzuela, vocalista.

El tiempo también ha jugado a su favor, ya que la experiencia en los escenarios y dentro del estudio les han ido dando las herramientas exactas a la banda para llevar su carrera a nuevos niveles.

"Nosotros como banda llevamos 25 años trabajando, una época cercana a la vuelta a la democracia (...) Hemos visto como se ha ido reinventando desde ser una escena bastante amateur, para pasar a ser una escena mucho más profesional. Ahora los chicos saben cómo hacer bien el trabajo", continúa el cantante.

ESCENA MUSICAL

Así como ocurrió en Lucybell, la innovación musical se ha reflejado en grandes proyectos característicos de Chile, los cuales han sido reconocidos a nivel mundial por su técnica y calidad de composición. Así fue, por ejemplo, con Los Jaivas, quienes mezclaron los sonidos folclóricos andinos con ritmos netamente psicodélicos característicos del rock progresivo.

"Yo creo que la música chilena es un ejemplo de innovación, partiendo por el proceso de recobrar sus espacios después de la dictadura. Ha habido una reinvención increíble dentro de la cultura musical del país, en cuanto a mezclas de estilos y de formas", detalla Valenzuela.

Del mismo modo, indica que esta visión proviene de países extranjeros más que de la propia industria. "Creo que, a veces, es más fácil darse cuenta cuando estás fuera, por cómo la gente piensa y opina de las propuestas chilenas. Es un ejemplo absoluto de cómo ir innovando y creando nuevos espacios", concluye.

"Yo, Tonya" el drama de vivir y patinar por la vida

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La relación entre el cine y el deporte es larga, remontándose hasta los inicios en los últimos años del 1800. También aparece como una constante la cuestión biográfica. Puede apreciarse, por ejemplo, en la recién oscarizada "El instante más oscuro", donde Gary Oldman se llevó la estatuilla como Mejor Actor Principal por su rol de Winston Churchill.

Parte de este grupo es "Yo, Tonya", del director australiano Craig Gillespie (50). Le permitió a la actriz Allison Janney obtener el Oscar como Mejor Actriz de Reparto, con un rol que destaca y brilla en cada una de las inquietantes intervenciones como una madre de temer.

La cinta, una "biopic" pasada por el filtro de John Cassavetes, se interna y recrea los vericuetos dramáticos de la patinadora artística norteamericana Tonya Harding (Margot Robbie).

Pareciera que la vida de Tonya no corre por el mejor de los caminos. De hecho, los dramas la persiguen desde su niñez por los abusos de su violenta madre y, luego, como una esposa casi adolescente constantemente violentada por un marido, literalmente, mal nacido.

El escape de esta mujer de madurez temprana pareciera estar en la pista y el patinaje. Es allí donde encuentra los pocos momentos de libertad y felicidad plena, en el deslizarse por el hielo, para realizar arriesgadas proezas. Si algo caracteriza a Tonya es su arrastre y atrevimiento para enfrentar lo que viene sin problemas. Todo, hasta 1994, cuando estuvo involucrada en una seguidilla de eventos, proyectados en el ataque físico a Nancy Kerrigan, patinadora que puede apreciarse como el lado cándido y luminoso de este deporte olímpico.

LO QUE NO ES

El caso personal, íntimo y, también, humano, sirve al realizador para enfrentar a sus personajes en una constante espiral de violencia. El estallido late ahí, tensionando escenas y planos, que recuerdan la cámara -por momentos claustrofóbica- del mejor Cassavetes.

La agitación de los planos apuntan que Gillespie haga de su entramado un juego de constantes cacerías, en el que siempre conocemos quien pierde. De hecho, Tonya se convierte en uno de los grandes roles dramático/románticos, condenados a la decadencia y pérdida, desde sus primeros años.

En ello, el rol se conecta con "Toro salvaje", otra potente oda a la biografía de un deportista en baja, en este caso, el boxeador Jack La Motta (Robert de Niro). Allí la mano del director Martin Scorsese se apunta hacia adelante, a partir de un ritmo que agobia al espectador en el ring o fuera de éste.

Aunque "Yo, Tonya" se convoca en una realidad "noticiosa", tiene la gracia, en un tono inquietante, de sacar a relucir el Estados Unidos más ingrato, falto de oportunidades y donde la felicidad se manifiesta en un gran misterio. Ello con una cuarta pared -hablarle directamente al espectador- que Gillespie rompe y transforma en una total pesadilla depresiva, pese a que cada uno de los involucrados siga avanzando en una vida sin grandes esperanzas, con pasajes cargados de un humor absurdo y sueños rotos.