Es durante la época estival cuando los rayos de sol y las altas temperaturas llegan a instalarse en el ambiente. Así, el escenario cálido durante los primeros meses del año, es ideal para que las personas salgan a disfrutar de sus vacaciones y días de descanso.
Además de tener ciertos cuidados para prevenir las quemaduras solares, la insolación, las asfixias por inmersión en los balnearios o las picaduras de insectos, también es preciso tener precaución con las frutas, verduras y lácteos que se ven afectados con el calor.
Por la misma razón, Paola Cifuentes, nutricionista de la Universidad de Las Américas y magíster en Nutrición y Alimentos con mención en Promoción de la Salud, explica que es en las zonas tropicales donde la fruta se descompone más rápido siempre. "Para las zonas no tropicales, obviamente, tanto frutas como lácteos y verduras se pudren más velozmente en la época de verano", menciona.
Asimismo, la especialista plantea que es preciso consumir los alimentos de forma más rápida, comprarlos en menor cantidad para evitar su descomposición o refrigerarlos. "Ir al supermercado o a la feria y comprar muchos kilos de frutas y verduras es un riesgo si es que no se van a consumir luego. Mantenerlos en el refrigerador también es una opción, pero recomiendo ir comprando de a poco y, a medida que se van comiendo, volver a comprar", sugiere.
Pero, ¿qué ocurre biológica o químicamente cuando los alimentos no están bien refrigerados durante el verano? Pues, de acuerdo a los estudios de la nutricionista, frutas, verduras y lácteos son invadidos por la presencia de microorganismos como bacterias y hongos, que son los que constituyen las grandes causas de descomposición de los alimentos. "Esto aplica a cualquier tipo de alimentos, incluso las carnes, el pan o las sopas, que se pueden ver afectadas por estos seres vivos diminutos", detalla.
UNA ANTIGUA TEORÍA
A pesar de que ver hongos en las frutas descompuestas pueda parecer normal durante el verano, porque quedó mucho tiempo a la exposición del calor, existe un planteamiento científico que atribuye la aparición de microorganismos como un medio de protección de estos alimentos.
De acuerdo a lo estudiado por Cifuentes, en 1977 el doctor Daniel Janzen, de la Universidad de Michigan, sostuvo en su hipótesis que los hongos y bacterias estropean a las frutas para mantener alejados a animales más grandes. "Esta investigación fue cuestionada en sus años, y la verdad es un poco difícil comprobar que así sea realmente, porque se necesitan métodos moleculares. A mí parecer es un hecho nada más que fortuito", agrega.
Pero años después, en 2006, científicos de Estados Unidos comprobaron que si los microorganismos se dedicaban a defender la comida, de todas formas serían desplazados por nuevos microbios. "Finalmente, los investigadores lograron darse cuenta de que la fruta podrida era un efecto involuntario por la descomposición de los microbios que habían sido colonizados por los nuevos microorganismos que llegaban a la fruta en cuestión", agrega.
Por otra parte, la nutricionista también complementa que cuando existen hongos o bacterias en la fruta descompuesta y llegan nuevos microorganismos a invadir, los primeros presentan una desventaja. "Los microorganismos colonizadores, por así decirlo, se aprovechan de los beneficios sin tener que esforzarse por tener comida o un hábitat y, por lo tanto, terminan interponiéndose ante las bacterias y hongos que ya estaban instalados", relata.
RIESGO DE INFECCIONES
Si bien existen algunos síntomas que se desarrollan al comer fruta descompuesta, es preciso señalar que los riesgos pueden variar en algunas enfermedades.
Así lo plantea Carolina Ceballos, enfermera de la Universidad Andrés Bello, quien explica que las frutas al estar podridas pueden contener bacterias como la salmonella, listeria o Escherichia coli, donde los síntomas son diversos.
"En el caso de la listeria, es una infección grave, que tiene síntomas como la fiebre, dolores musculares, diarrea y rigidez en el cuello. Ésta puede ir desarrollando estos síntomas y terminar en fallecimiento en el caso de que no se trate", aclara.
Los signos de la salmonella también incluyen fiebre y diarrea, además de cólicos, dolor de cabeza y algunas veces la pérdida de apetito. "Los síntomas suelen durar entre 4 y 7 días y puede ser un poco más grave en rangos etarios de adultos mayores y niños", agrega.
La infección por Echerichia coli presenta síntomas como el cansancio, las náuseas, la diarrea líquida o con mucha sangre y vómitos. "También los pacientes llegan con fuertes cólicos abdominales", señala.
Es por lo anterior que la enfermera recomienda ser responsable y precavido durante el verano con el manejo de la fruta y las verduras. "Hay que ser cuidadosos con lo que le entregamos al organismo", concluye.