Investigación analiza presencia de microplásticos en la costa
Cuando un elemento de plástico como una botella se desecha al medioambiente distintos son sus efectos negativos. Uno es que permanezca entero y así contamine los ecosistemas o sea ingerido por algún animal, incrementando la probabilidad de morbimortalidad por esta causa.
Pero, también puede suceder que el material se rompa y fragmente producto de factores químicos, biológicos y ambientales, generando microplásticos, los que pese a tener dimensiones inferiores a los 5 milímetros, sus posibles nefastas consecuencias son grandes, especialmente a nivel de los océanos.
UN VECTOR
"El microplástico se comporta como un polímero y en algunas circunstancias ambientales absorbe contaminantes. Por ello se transforma en un vector, es decir transporta contaminantes a través del agua, lo que provoca que alcance a organismos marinos de distintos niveles tróficos y finalmente puede llegar al hombre", explica Karla Pozo, bióloga marina e investigadora del Centro de Investigación Recetox de la Universidad Masaryk (República Checa), y asociada de la Facultad de Ciencias y del Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
El microplástico puede ser de fragmentación primaria, secundaria o terciaria, y dependiendo su tipo varía el impacto. Además, según condiciones ambientales pueden permanecer como partículas individuales, viajando como vectores, o agruparse, aclara la doctora en Ciencias Ambientales con mención en Química de Sustancias Tóxicas.
LÍNEA DE ESTUDIO
Por lo expuesto, actualmente lidera una investigación sobre la presencia de microplástico en la bahía de Concepción, en colaboración a otros investigadores de la Ucsc, con un proyecto Fondecyt adjudicado en el marco de una alianza entre ambas universidades que nació en 2012, cuando comenzó a trabajar en la casa de estudios europea. La idea ha sido analizar el estado de salud de esta zona costera de relevancia para el desarrollo poblacional, económico y recreacional.
El primer estudio buscó caracterizar los contaminantes orgánicos persistentes en el aire, agua, sedimentos y organismos, como el hidrocarburo, una de las grandes problemáticas en esta zona debido a la actividad portuaria.
El proyecto actual, que inició el 2016 y culmina este año, estudia en las mismas matrices la presencia de microplástico, considerado "contaminante emergente", y surgió por la preocupación internacional que hay en torno al plástico (macro y micro) y sus efectos ambientales. Es por ello que le considera como la fase 2 de una línea de investigación, y para llevarlo a cabo, detalla, "instalamos estaciones de monitoreo en Tomé, Penco, Coliumo, en la desembocadura del río Biobío y en Coronel".
Han sido dos años de análisis y ya tienen varias certezas. La primera es que efectivamente hay microplásticos. "En el agua superficial identificamos que había polietileno, uno de los componentes más comunes de los materiales plásticos", comenta la doctora Pozo.
Luego estudiaron si la fauna marina estaba ingiriendo el contaminante, encontrándose microplástico en el estómago de los peces estudiados. Para ello se profundizó a través de algunas tesis, unas terminadas y otra en desarrollo, para ver qué tipo de microplástico hay en los peces de la zona intermareal.
Para este año, la experta adelanta que deben cumplir el último objetivo de la investigación: determinar la carga del contaminante.
Desde allí, Karla Pozo plantea que ahondar en los efectos de la presencia de microplásticos en la salud de la población es sumamente relevante, por lo que tiene la convicción de que en un par de años la tercera fase y cierre de esta línea investigativa será estudiar sobre la exposición humana al contaminante.
MEDIDAS Y CONSCIENCIA
Otro resultado del estudio es que hay variación estacional en la presencia del material, dados los cambios en la actividad humana, ya que es el hombre el principal responsable de esta contaminación. "En verano aumenta la presencia de plásticos, pues hay mucha más gente que va a la playa y deja residuos, entonces la cantidad de macro y microplástico es mayor a lo encontrado en invierno", aclara.
Entonces, son también las personas las encargadas de disminuir el impacto ambiental de sus acciones. Es por ello que el anhelo de Karla Pozo y del equipo de esta investigación, es que los resultados de ésta o de las que pudieran surgir a futuro, trasciendan e incidan en la legislación o políticas públicas.
"Una normativa puede ser cambiar la composición de las bolsas, que sean de material reciclable y degradable, para que no se fragmente y cree residuos", apunta la doctora. La eliminación o reducción en la entrega de bolsas plásticas en el comercio, normas vigentes en municipios como el de Concepción, también es considerada positiva por la investigadora, porque se reduce el residuo y se mitigan sus posibles efectos.
Destaca que la educación ambiental, inserta en el currículum de algunos establecimientos, es otro aspecto fundamental de considerar y que debería ser una política educativa en Chile.
La razón es que si bien los esfuerzos particulares son importantes, pues cada acción aporta al necesario cambio, lo ideal es que se trate de medidas unificadas, nacionales, para que toda la sociedad avance por el mismo camino y llegue a la meta de una transformación cultural en la relación entre las personas y el medioambiente. "Es un tema de normativa y consciencia, y eso es a largo plazo, ya que se debe actuar a nivel generacional. Los adultos y jóvenes de hoy reconocen y están conscientes del problema, y deben traspasar ese conocimiento a los más pequeños y futuros hijos, para que en su adultez tengan otra mentalidad", reflexiona.