"La villana": cuando la acción justifica una historia con lágrimas
En esa manía de buscarle parecidos y referentes a las películas, práctica fácil de los tiempos que corren, se pierde una cuestión fundamental en el cine, y que no apela a otra cosa que pasarlo bien frente a la pantalla. Ahora, si la historia está bien planteada y entretiene, mejor.
Vayan los aplausos para algunas cintas post "Kill Bill" (2003), del tipo "John Wick" (2014), tributaria del cine físico, y "Hardcore Henry" (2016), una explosión en primera persona.
Claramente, de ambas bebe "La villana", la más reciente obra del director coreano Jung Byung-Gil, que sorprendiera con "Memories of murders" (2012), de culto para los seguidores del thriller, la acción con toques de melodrama.
Sin embargo, acá las referencias también apelan a los videojuegos en primera persona cruzados con el Luc Besson de "Nikita" (1990) y alguna animación japonesa tipo "Kite" (1999), donde los colores sirven al plano.
Una coctelera de imágenes, referentes y citas, para construir una historia de tintes melodramáticos, propio del cine de género coreano.
La gracia es que con todo esto se construye un relato que destaca por la forma de su puesta en escena. La cámara (desencadenada) se pone al servicio de una acción que se deja leer al espectador. Es éste quien se engancha con una propuesta de montaje acelerado por momentos, pero que se da el tiempo para las pausas.
De fondo está la historia de Sook-Hee. Desde niña fue preparada para convertirse en una máquina de matar, bajo las órdenes de madame Kwon, jefa del servicio de información de Corea del Sur.
La recluta como agente y le ofrece una segunda oportunidad, como Chae Yeon-Soo, una actriz de teatro. Como ocurre en estas situaciones, cuando los personajes están atados a su tragedia, es que "al final" está la promesa de libertad, luego de cumplir sus servicios. Es en el plano de la "normalidad", donde este relato sobre los 120 minutos, hace un giro hacia los sentimientos. Nos pone frente a personajes de corazones rotos, que desconfían del otro, aunque busquen lo contrario.
Jung Byung-Gil construye una cinta ágil en ritmo e historia, enfocada en una acción/secuencias de impecable factura (conoce a George Miller y "Mad Max") y que mantiene la atención, incluso, con momentos que se alejan de la verosimilitud, aunque el guión haya planteado otra cosa.