Una de las condiciones más nocivas para la salud es el sedentarismo y la actividad física un fármaco infalible, pero lo cierto es que pasar del nulo movimiento al ejercicio habitual no puede darse de un día para otro de manera intensa. El doctor Nicolás Bunster, cardiólogo de la Clínica Universidad de los Andes, explica que "nadie está libre de tener un evento cardiovascular en el deporte. En la actividad física existe la paradoja de que el sedentarismo está relacionado con enfermedades cardiovasculares, pero el ejercicio físico también puede provocar graves eventos como la muerte súbita".

Por ello, afirma que el chequeo previo a iniciarse en la actividad física es fundamental para saber cuáles son las condiciones y capacidades de cada individuo para así no traspasarlas y sobreexigirse, sino que determinar la actividad física apropiada en cuanto a volumen e intensidad. En esta instancia se reúne información que da luces sobre los factores de riesgo del paciente, presencia de ciertas patologías o factores de riesgo, desde la edad hasta los antecedentes familiares.

Desde allí, asevera que cada persona tiene un rol importante de saber si corre o no un peligro mientras hace ejercicio al estar alerta a los síntomas, pues aparecen inmediatamente cuando hay una exigencia física que supera la capacidad del organismo. Palpitaciones excesivas, dolor al pecho y sensación de desmayo o pérdida de conciencia durante un entrenamiento son los clásicos, detalla Bunster. Respecto de las consecuencias, el más grave es la muerte súbita, pero dice que también se pueden provocar modificaciones de la respuesta cardiovascular fisiológica y patológica del corazón, como las arritmias. "En pacientes se ha visto un corazón que creció o se engrosó de forma exagerada", añade para finalizar.

Si la alimentación influye directamente en el estado de salud de una persona, relacionándose con el mayor o menor riesgo de desarrollar un sinnúmero de patologías, decir que los cambios históricos en la dieta han tenido un importante papel en la evolución del cuerpo humano no suena para nada extraño. Y, de hecho, esa es la firme convicción que guía a muchas corrientes científicas para explicar los cambios anatómicos sufridos en la historia de la humanidad.

La doctora Viviana Toro, cirujano dentista de profesión, tiene certeza de este rol clave que el alimento ha tenido y seguirá teniendo a nivel de las transformaciones morfológicas de la cara y cráneo, aunque de tener una convicción que daba preponderancia al aspecto mecánico ha ido abriéndose a otras posibilidades más bien relacionadas con lo biológico, de la mano de los resultados que ha tenido con un proyecto Fondecyt que está ejecutando desde hace dos años y del que aún le queda uno para terminar.

Un tema de gran interés en el ámbito de la Antropología Evolutiva, donde se circunscribe su estudio, razón por la cual la profesora asistente e investigadora de Facultad de Odontología de la Universidad de Chile, e investigadora invitada del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Alemania, esta semana visitó Concepción como expositora del Congreso Chileno de Anatomía que se realizó en la Universidad San Sebastián, ahondando en los hallazgos de su investigación y experiencia. Respecto a la trascendencia de este tipo de estudios, por un lado está la histórica para saciar una sed siempre latente de conocer más sobre la humanidad, su origen y trayectoria; pero también está lo científico-clínico, que podría llevar a entender ciertas condiciones y enfermedades, así como su manejo y prevención. En este caso, dentales.

"Es importante descubrir si hay un factor manejable dentro de nuestras propias actividades que puedan llevar a la prevención de patologías o problemas", sostiene. Y aunque afirma que "los dientes tienen una tasa de heredabilidad muy alta, cercana a 1%", no todos los problemas, como la mala oclusión, tienen que ver con genética", apuntando que "si hay algo que se pudiera evitar o mejorar a través de la modificiación de las conductas en torno a la alimentación, es importante saberlo".

DISTINTA FORMA,

MISMA CANTIDAD

Para alcanzar el objetivo de hallar para luego vislumbrar posibles acciones concretas que pudieran impactar a nivel social, el estudio de Viviana Toro abarca una escala microevolutiva de poco más de mil años, centrando su análisis en la anatomía de la cara y cráneo de tres poblaciones. Dos son arqueológicas, de éstas, una incluye a individuos de pueblos cazadores/recolectores, y otra a sujetos pertenecientes a comunidades que practicaron la agricultura; ambos casos en territorios de Argentina y Chile. La tercera es una población actual, que toma personas con problemas de mala oclusión.

En este milenio de historia humana, afirma, si bien no existe una diferencia en la cantidad de piezas dentales, el cambio morfológico es un hecho y principalmente tiene que ver con el tamaño y ubicación de las estructuras. "La cara del humano moderno tiene una posición más retraída y pequeña en relación al cráneo en comparación a las poblaciones más arcaicas. Este cambio se ha acompañado con el adelgazamiento de las estructuras óseas y una menor prominencia de estructuras relacionadas con los músculos", detalla.

Otro cambio indiscutible son también las variaciones en la dieta que han ocurrido a lo largo del tiempo y que también son sabidas, e incluso la población general puede facílmente inferir al estudiar un libro de historia de los pueblos originarios o al recordar algún relato de los ancestros. "Se pasó de una alimentación de consistencia más dura a otra de características mecánicas menos resistentes", puntualiza la investigadora, pues de sujetos que tenían como base a los alimentos de origen animal escasamente procesados como la carne y pieles, la agricultura y domesticación de animales incorporó otros productos como el maíz y el trigo, y también nuevas formas de preparación de estos. Así, disminuyó considerablemente el esfuerzo funcional para el proceso de masticación que requerían los alimentos versus los pueblos antiguos. Se suma la aparición de enfermedades como las caries debido al mayor consumo de hidratos de carbono, pues la investigadora asevera que las poblaciones agrícolas muestran mayor incidencia de pérdida de piezas dentales frente a los pueblos arcaicos, que desde el punto de vista odontológico si bien se ve bastante desgaste de los dientes, lo que es normal producto del uso, son muy sanos.

Todo es aún más evidente hoy. "En la población actual el procesamiento de los alimentos está en su apogeo máximo, la carne siempre se cocina para que esté lo más blanda posible, se come mucha pasta, hambuguesa, arroz, yogurt, productos que requieren un proceso de masticación mínimo. Eso coincide con la aparición de mala oclusión, dientes en mala posición", asevera, además de una alta prevalencia de caries dentales y un sinfín de patologías.

LA MECÁNICA

Considerando lo expuesto, la investigadora reconoce que la hipótesis de su proyecto se basa en el rol de la mecánica, explicando que "al ser la fuerza masticatoria mucho más débil, los músculos se contraen con menos fuerza y el hueso de la cara no recibe el estímulo necesario para alcanzar tamaños mayores", pero las señales que ha visto para aseverarlo no son tan potentes como esperaba. Todo apunta a que sería el factor metabólico-nutricional el que llevaría la delantera en esta carrera por la que ha transitado la evolución hasta llegar a la cara del humano moderno. Al respecto, comenta que, "lo que está claro es que la alimentación ha tenido un papel clave en los cambios morfológicos" que, probablemente, han respondido a qué y cómo se come desde el punto de vista de su procesamiento, más que al acto de comer en sí mismo. Eso sí, recalca que no se puede eliminar ninguna de las piezas de este tablero de ajedrez, pues dice todas tienen un puesto que ocupar.

Desde lo anterior, la investigadora cree que el hueso y los dientes requieren actividad para un crecimiento y desarrollo tan adecuados como fuertes. "Los músculos al contraerse y moverse le dan al hueso un impulso para crecer", apunta. Esto sigue la línea de distintas ramas como la kinesiología, ortopedia, traumatología, que se basan en el principio de ejercitar para mejorar la condición de salud, prevenir o abordar enfermedades. Así, a partir de sus hallazgos se podrían generar acciones o terapias para beneficiar a niños con su estructura ósea en formación. Incluso, pensar en formas de que, desde lo funcional, se ayude a fortalecer el hueso y estructura dental en personas con problemas como osteoporosis o estimular la síntesis en quienes han perdido piezas dentales.