Retención universitaria: un tango que necesita a dos
En una época donde las universidades están continuamente -en buena hora- siendo analizadas en cuanto a su gestión y resultados, suele usarse la retención de primer año que obtienen las casas de estudio, como uno de los indicadores de su calidad. El problema de las bajas en retención de primer año que tengan las universidades es una preocupación en instituciones (y gobiernos) de todo el mundo y con sistemas universitarios de diversa índole (públicos y/o privados). Las universidades suelen probar la efectividad que tienen programas para mejorar o mantener sus cifras de retención, sean estos autofinanciados o financiados con recursos públicos.
Las universidades que llevan la delantera en el tema tienen claridad respecto a que la retención debe ser vista sistémicamente y que innovaciones en muchas áreas al alcance de la propia institución les posibilitarán encontrar su "propia" receta para el éxito en ese ámbito. Sin embargo, al revisar reportes, artículos y libros especializados sobre estas experiencias, existe un factor que suele ser dejado en un segundo plano y es el asociado a lo que los propios estudiantes deben hacer para contribuir a su permanencia en la educación superior. Parece olvidarse en el análisis de la retención que los estudiantes debieran ir a sus clases, hacer sus tareas y trabajos, invertir tiempo estudiando, ejercitando o practicando, formular preguntas en clases y escuchar las respuestas (¡Tanto que interfiere el estar conectados a sus celulares todo el tiempo!), revisar sus correos electrónicos donde suelen recibir la información relevante, leer los ficheros virtuales o de pared para estar al día en cuanto a información relevante de sus cursos, revisar sus programas de asignatura y calendarizaciones donde suele estar la mayor parte de la información esencial respecto a requisitos, evaluaciones, fechas clave, etcétera. Aceptando que las nuevas generaciones que entran a la educación superior son distintas en muchos ámbitos, las universidades debemos adaptarnos a los tiempos, a las nuevas formas de aprender, de enseñar, de evaluar, de trabajar y de comunicarnos. No obstante, esta nueva realidad no cambia para nada el hecho que el aprendizaje se da en un contexto donde los aprendices deben querer aprender y que no habrá plan institucional que mejore la retención de estudiantes si por sí mismos no hacen lo que nadie puede hacer por ellos. Se necesitan dos para bailar bien este tango.
dir. Centro de Apoyo al
Desempeño
Académico, UDD