La Otra Zapatilla alcanza y aprueba con "Julieta y Romeo"
Una mirada al pasado reciente de la compañía penquista La Otra Zapatilla, fundada en 2007, nos lleva a montajes como "Víctor un canto para alcanzar las estrellas" (2013) o "El principito" (2016).
En ambas apuestas, como también podría ser "Ana Frank" (2015), el relato teatral se interna en el sentir y los límites humanos de personajes siempre al borde del destino. Es éste, entonces, uno de los temas que ronda, ya sea desde la investigación y producción autoral (textos originales) o adaptaciones (como el francés Antoine de Saint-Exupéry), en la compañía.
Se trata de propuestas que se captan desde la intimidad, el "rincón" y el latir de personajes que sufren en el marco de las tragedias y destinos. Ello desde la mirada de un Óscar Cifuentes o Andrés Céspedes, como es el caso que ahora nos convoca.
En este marco, la compañía apuesta a una de las obras más adaptadas en expresiones que hacen del texto y la imagen -registrada en el cine o en vivo en el teatro- un conjunto abierto de interpretaciones, formatos y géneros.
Es allí donde aparece "Romeo y Julieta" (William Shakespeare, 1597) obra que se mira desde el centro de una mala jugada del destino en estos dos enamorados. Sus diálogos y evocaciones seguirán marcando pautas en el tiempo futuro (nunca está demás anotar sobre lo clave que resulta el dramaturgo inglés tan requerido por Orson Welles, por ejemplo).
EN EL ESCENARIO
Los enamorados son, también, personajes hechos para que La Otra Zapatilla los hiciera suyos lúdica y dramáticamente. Allí están los límites nuevamente, del amor, la tolerancia y las rivalidades de estas dos familias. En medio, esta pareja que transita por un camino de inexorable destino: la muerte.
Valiente entonces la compañía de actores, unidos al colectivo de danza Escénica en Movimiento, para atreverse con el dramaturgo inglés. Y lo hacen aprobando, cuando se entran a analizar las variables y motivaciones que tuvieron ahora los dirigidos de Céspedes.
Lo primero el título y la vuelta de tuerca que dan a los roles. "Julieta y Romeo" proyecta una obra donde lo femenino se torna en una actitud potente, con los diálogos y acciones del original Romeo. En tanto, él, joven y temeroso transcurre por ese limbo de lo que vayan a pensar los demás. Los miedos nacen en él más que en ella.
Con las interpretaciones de Óscar Cifuentes (Romeo) y Patricia Cabrera como Julieta, ambos dan el tono y la presencia en el marco de un elenco que Céspedes sabe convertirlo en presencia y espacio escénico (todos resultan piezas claves en el montaje). Y aunque estamos frente a una pareja protagónica, el soporte de las otras partes (del elenco) suman al carácter de esta adaptación. Este detalle se nota especialmente en los últimos 45 minutos de esta obra, que se estrenó la noche del martes en un Teatro Concepción lleno.
Este giro final del relato, me parece, es donde la puesta en escena alcanza a justificar en algo sus tres horas de duración. Sin embargo, y entendiendo que estamos frente a una ficción, por momentos "Julieta y Romeo" suma elementos que tienden a perderse en el todo, a cansar (pasajes musicales y de baile). Así una repasada a la "edición" no vendría mal, no por sacar, sino para condensar un montaje cuyos clímax dramáticos deberían tener una mayor presencia. Este punto, señalando que el inicio en un in media res (la fiesta de año nuevo con baile y jolgorio) es auspiciosa y enganchadora.
También las actuaciones que apoyan a esta pareja cumplen con lo suyo aportando al todo, o sea, a la obra. Es el caso del histriónico personaje Licandro (Marcos Camus), la Meruccia de Maira Perales (de lo mejor en escena), apoyando a Julieta junto a Benvolia (Orly Pradena).
Se saludan detalles del vestuario -gratamente cotidiano- escenográfico, aunque se notó cierta incomodidad en su disposición (la iluminación no estuvo a tono), y la música diseñada para la obra. Crean momentos de un montaje para ser visto +como experiencia.