"Balmaceda audiovisual" le trajo aire fresco a cartelera
Jeremías Gallardo, el personaje interpretado por Fernando Gómez-Rovira en "Sapo" (2017), pareciera uno extraído de "Bartleby", aquella pausada e inquietante novela corta del norteamericano Hermán Melville publicada en 1853. Lo enrarecido en aquella tomaba presencia a partir de la expresión "preferiría no hacerlo" del escribiente protagonista.
Es como si Gallardo, periodista, prefería no ser parte de la trama ("real" desde la ficción) que le toca vivir en tiempo de dictadura en el Chile de mediados de los años 80. Es un país oscuro, de tonos nocturnos, de fiestas con toques de queda y juegos temporales -flashbacks- que llevan a nuestro protagonista hacía el nacimiento de su primer hijo. Es la parada final de una aventura donde sus ojos y vida posada en Valparaíso lo hacen ser testigo del último fusilamiento en nuestro país. En este caso, el de los psicópatas de Viña del Mar Jorge Sagredo Pizarro y Carlos Topp Collins (29 de Enero de 1985).
Un hecho que cubre para el canal donde trabaja como profesional de una prensa de dos caras. Mientras los hechos se desarrollan en la superficie de un país en tensión, Gallardo esconde una faceta que lo acerca a su propio abismo. De allí que el director Juan Pablo Ternicier ("3.34 Terremoto en Chile" realizada en 2011) haga transitar su relato por sensibilidades ocultas. Son las represiones de un personaje oscuro desde su actuar, de pocas palabras y acciones determinantes.
Es la proyección dramática de un chileno puesto en un país de presiones -militares y personales- que parecieran no dejarlo en paz. De paso hacen de ésta una película de tono confesional y necesaria para cerrar heridas. Por lo menos algunas.
De ahí que se salude especialmente la buena curatoría y selección de la novena versión de Balmaceda Audiovisual. Durante cuatro días de la semana pasada -martes a viernes- presentó una interesante muestra del último cine nacional. Prueba de ello, aparece "Cabros de mierda", el más reciente trabajo de Gonzalo Justiniano. Un emotivo cuadro de ese Chile que empezaba a conocer la dictadura.
De este modo, dos obras que se toman de la manos, para mostrar una realidad latente y presente, incluso, en el manido discurso de los candidatos presidenciales.
UN CINE QUE NO LLEGA
Si el tono de carácter histórico/político define las dos títulos recién citados ("Sapo" fue reconocida como mejor película nacional en la 13ª edición de Sanfic), son las búsquedas en el lenguaje de las imágenes en movimiento las que sustentan la proyección de las otras dos cintas vistas este año a la iniciativa producida por la entidad cultural con sede penquista en Colo Colo 1855.
Hablamos de "Los iluminados" (Sebastián Pereira, 2015) y "El Diablo es magnífico", Nicolás Videla, 2016).
Desde sus esquinas, ambas cintas develan las carencias del Chile actual, ya sea puesto en el propio país como en una ciudad tan cosmopolita como París. Es tal la apuesta el relato de Videla en sus 69 minutos. Allí aparece "Manu", una trans chilena que se siente aparte en una ciudad llamada Luz. Para ella, sin embargo, ésta se acerca más a los ambientes de Jean Genet, donde la violencia emerge en los callejones o esas típicos espacios parisinos.
Con un cierto aire a lo Gaspar Noé pero sin arranques tan extremos, "Manu"/personaje es quien trata de buscar su libertad. Primero alejándose del país intolerante que representa su propio Chile, para arribar a la capital francesa de la cual también termina por querer irse.
Videla no trata de ser complaciente con su personaje, tampoco con la forma de filmar en París -el elenco está integrado por actores no profesionales- ciudad que muestra desde lo interno, lo cotidiano y lo adverso.
Una adversidad que también palpita en "Los iluminados", aunque un poco más inocente en el relación al desarrollo del relato.
Felipe, quien se instala unos días en la casa de Lucas, su amigo, se percata cómo su realidad se cae a pedazos frente a una familia que lo apunta y juzga por sus actos. Cinta algo fallida en su esencia -aquello de querer plantear un relato sin clímax- pero que cubre los requerimientos de un cine de escuela y de búsquedas narrativas. En este caso, la gracia está en encontrarlas.