Identidad gastronómica
Duraznos betarraga de la zona de Santa Bárbara; changle, nalcas y digüeñes de la Cordillera de Nahuelbuta; las tan famosas papas cañetinas, el vinagrillo o verdolaga, que a veces pisamos confundiéndolos con maleza, o la exquisita y refinada variedad de hongos silvestres como el loyo, robellón, guindilla, cuyos sabores y aromas hacen de cualquier plato una delicia digna de los mejores restoranes y que podemos obtener de nuestros bosques.
Basta con ir a recorrer las ferias a las que llegan los productores y recolectores locales con el fruto de su esfuerzo, como la feria de Collao, las que se hacen en sectores de San Pedro de la Paz o la Vega Monumental, entre tantas otras en cada pueblo de nuestra Región del Biobío, para comenzar a alimentarnos mejor, sano y barato.
Productos con identidad, que impulsan la economía local, comer directo del productor a la mesa, sin preservantes y con sabores tan únicos como nosotros: los penquistas, los rockeros, los de la cuna de la cultura, los que quieren mirar el río, el mar y la cordillera, y comenzar a impulsar nuestro recetario propio, el que viene de nuestras abuelas, el que se encuentra en nuestros paisajes desde Los Andes hasta el mar, ese recetario ancestral que con sus piñones cruza el Biobío hasta desembocar en nuestra hermosa ciudad.
Consumir hortalizas, miel, cereales, carnes y vinos regionales, pescados y mariscos de nuestras caletas nos ayuda a nosotros mismos a crecer y a impulsar nuestra identidad y cultura, y también a esa otra economía que no es de grandes industrias, sino que del esfuerzo de toda nuestra gente. Salgamos al mundo con una gastronomía propia, que desde la China o Europa quieran venir probar la comida del Biobío.