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Tulio Mendoza suma un largo transitar por historias poéticas

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Da la impresión que Tulio Mendoza Belio (1957) siempre está pensando en hacer algo nuevo. Escribir, lanzar un libro o pensar en una "próxima exposición", tal como cuenta en sus palabras.

Quizás sea ésta la explicación para que el poeta y escritor, un rancagüino adoptado penquista hace ya 41 años, haya ilustrado la portada de su nuevo libro con un collage de su autoría.

"Corresponde a una serie de trabajos que estoy realizando en la línea de mi proyecto literario-visual denominado 'Tinta de poeta'", cuenta, quien en 1976 llegó a nuestra ciudad para estudiar Francés en la UdeC.

"El laurel y la ceniza", presentado el jueves en el Instituto Chileno Norteamericano, se compone con los 94 poemas, texto finalista en la primera versión del concurso literario nacional "Juegos poéticos y florales", en Viña del Mar (2014).

Lanzado con un tiraje de mil ejemplares por Ediciones Etcétera. "Demoré unos 7 meses. Mi sistema imaginario, algo así como un espacio de lecturas, relecturas, de sueños, deseos y experiencias y que es evidentemente lenguaje y visión de mundo, funciona por ciclos o etapas creativas. En ellas se despliega una fuerza intuitiva y una voluntad creadora, que me permiten ir escribiendo los textos de un modo muy natural, con sus propias exigencias y tiempos y en una serie que nunca deja de sorprenderme", cuenta Mendoza, siempre en su tono afable y calmo.

Sus palabras se conectan con el proceso artístico-creativo, en tanto dinamismo, que emerge en el instante inspirador para proyectarse en la obra. "Implica un dinamismo interior, movimiento que se expresa en una comunión y confluencia de ideas y sensaciones, de emociones y sentimientos. Ese movimiento incluye no solamente lo metafórico, también lo fisiológico", acota el autor sobre esta obra cuyo título del poemario, indica, se lo debe a Borges, quien "en su Arte Poética nos habla de la aurora y el ocaso".

- La aurora es el laurel, es decir, el amanecer, la vida, la dicha, el erotismo, el triunfo, la resurrección, el verano. El ocaso es la ceniza, la muerte, lo oscuro, la pobreza, la guerra, la envidia, la enfermedad, el invierno. Es una especie de arco humano en el cual se tensa la poesía operando sus milagros como una verdadera posibilidad de salvación terrena y ultraterrena y, además, como un modo intuitivo de conocimiento y acceso a la realidad para, en lo posible, transformarla.

- Claro, esa mirada reflexiva y el estilo inteligente que señala Naím Nómez me permite darle un carácter narrativo al poema, asunto que, por lo demás, no es nada novedoso, ya que siempre ha habido poemas narrativos, textos que cuentan algo de un modo emparentado con la narrativa, es decir, con el cuento y la novela y, ahora, con el microcuento que está tan de moda.

- Para mí teoría y práctica van de la mano, en mi obra forman un solo modo vitalista que origina el texto. Además, sin lectura no hay escritura y nos debemos a la tradición. En este libro, los poemas son pequeñas historias que parten, como toda obra de arte, de una circunstancia precisa, pero que luego inician su propio vuelo desde esa forma generadora de vida.

- Una golondrina no hace verano: hay esfuerzos aislados y con escaso eco. Concepción una ciudad de inquietudes artísticas, eso debiera ser y en cierto modo lo es, pero le falta mundo, como diría Gonzalo Rojas. Aún hay mucho de villorrio, de teleserie, de funcionarios, algo que es un mal, no de Concepción, sino del país y lo peor, como también dice Gonzalo Rojas en su poema a Sebastián Acevedo, es que no se vislumbra un toqui que nos saque de esto. Que la cultura en todas sus manifestaciones, particularmente la artística, opere su magia en la educación chilena, en los medios de comunicación, en una TV cada vez más decadente, es un imperativo casi de salud pública.

- Todos los miércoles -18 a 20 horas- ha sido el punto de encuentro para dialogar los textos escritos por los talleristas y adentrarse en el mundo de la literatura universal, crítica literaria, la lingüística y todo lo que atañe a las manifestaciones del arte. Los que asisten adquieren una cultura que les permite tomar conciencia de su oficio y comentar con fundamento teórico y práctico, los textos de estudio. No es una "máquina" para "fabricar" escritores, pero presta ayuda a los que tienen talento y sirve para aprender a dialogar y conocer "la otra voz" de la cual nos habló Octavio Paz.