"Concepción, fuente de inigualable riqueza cultural", ése fue el eslogan que identificó a nuestra ciudad como sede de la última Copa América. Esté de acuerdo o no, capital cultural es una idea a la fuerza que sostiene nuestra ciudad como un punto visible en el mapa de Chile.
Supongamos que es cierto; que realmente somos la "Atenas de Chile". La literatura local insiste en que esta condición está dada por razones casi sobrenaturales. A modo de anécdota, el Libro de Oro de la Historia de Concepción se atreve a sugerir que, cuando Pedro de Valdivia decidió asentarse en este territorio, ya se proyectaba la ciudad universitaria. ¿Se lo imagina? Solo faltaba que el Campanil emergiera de la tierra.
Tomando distancia de las ideologías chauvinistas, la cultura es, por definición, un entramado de asuntos humanos. Habría que pensar entonces que los fundamentos de esa idea se encuentran en las personas, no en el entorno.
CIUDAD CULTURAL
Con algo más de rigurosidad histórica, puedo contarles que la idea de ciudad cultural no apareció con la Universidad de Concepción, sino que la precedió en varias décadas. Cuando esta ciudad tuvo que resignarse a no ser la capital nacional, debió buscar estrategias para sostener su autonomía como polo de desarrollo alternativo a Santiago. En ese afán, la élite local concibió la universidad como un enclave estratégico dentro de su proyecto.
Afirmar nuestra condición ilustrada era, al mismo tiempo, una forma de reconstruir la identidad lesionada y una herramienta para convencer al poder central (y a nosotros mismos) de nuestra prioridad frente a otras ciudades. Es decir, somos la capital cultural de Chile por conveniencia política. Y nos hemos preocupado de actualizar ese constructo según las inquietudes emergentes.
"Cuna/capital del rock" es una de sus formas vigentes, que sirvió como argumento para ser prioridad frente a otras ciudades en la institucionalización del género, y adjudicarnos el REC. Bien pudo ser, con las mismas platas, en Santiago, Valparaíso o Valdivia.
Ahora bien, sí somos la capital cultural del país y eso se debe a asuntos humanos, me pregunto cuán consciente es la comunidad que habita este territorio de sus propias acciones, de las trazas concretas que pueden sostener ese perfil de identidad.
IDENTIDAD LOCAL
Concepción, a su manera, es una ciudad llena de vida. Una vida en extremo conservadora, pero al fin y al cabo rebosante de actividades artísticas y culturales diversas. Habría que vivir en un búnker para afirmar lo contrario. Sin embargo, observo que aún faltan algunos vasos comunicantes que conecten esa actividad con la gente.
Una de las ausencias más urgentes es la pobreza de nuestra historia cultural local. Leyó bien: casi no tenemos historia. Lo que tenemos es, sobre todo, memoria.
Como plantea Pierre Nora, memoria e historia van de la mano, pero operan en registros diferentes. La memoria es un recuerdo colectivo, emotivo y abierto a transformaciones. Es el rastro que permite la reconstrucción de una historia, esa operación crítica que le da sentido y permanencia al relato de nuestro pasado.
Sin historia de por medio, la memoria se pierde. Y todo aquello que ahora nos parece relevante, se arriesga a desaparecer mañana. ¿Qué sabemos de la cultura en Concepción hace cien años? ¿Qué sabremos en cien años de la cultura en Concepción hoy?
Me abandero por la música. ¿Conoce usted el anterior himno de la Universidad de Concepción? ¿Se acuerda del baión penquista? ¿Sabe cuál fue la primera obra compuesta en Concepción o el primer disco producido en la ciudad? ¿Sabe qué artistas circularon por el antiguo Teatro Municipal, ahora reemplazado por un mall? Pienso en cientos de preguntas, pero el espacio es limitado.
Tenemos pendiente el registro formal de aquello que hoy creemos relevante, aquello que mañana pasaría a formar parte de la narrativa de la ciudad. No como una anécdota, sino como hechos concretos, interconectados -como las historias de la capital cultural y la capital del rock-, que pueden ser invocados como andamios de nuestra identidad y darle sentido a lo que somos.