¿Me fue mal o nos fue mal?
Para algunos, las vacaciones de invierno son el periodo de descanso merecido tras el esfuerzo académico del primer semestre, mientras que para otros un receso con mal sabor frente al fracaso académico. Y todo estudiante que enfrenta la situación de fracaso debe darse un momento de reflexión para evaluar las variables que incidieron en ese resultado.
En la educación superior la responsabilidad del logro de aprendizajes radica principalmente en el estudiante, pues se supone que éste culminó su formación obligatoria de doce años y más, por tanto cuenta con conocimientos, habilidades y actitudes para poder seguir avanzando en su formación. No obstante, en la mayoría de los casos este paso por la educación regular no dejó la herramientas mínimas necesarias para la progresión académica. Si ésta fuese la explicación es necesario que se diagnostique con ayuda de un docente cuáles son las brechas a suplir para poder enfrentar el segundo semestre. Esto debe traducirse en un plan de nivelación personal académica que puede ser guiado por las unidades de gestión y apoyo pedagógico presentes en la mayoría de las instituciones de educación superior. También es necesario identificar si las técnicas de estudio del estudiante fueron pertinentes a las características y exigencias de los aprendizajes.
Otra variable que explica el fracaso puede ser el mal uso del tiempo. Descartando la condición de trabajadores de algunos estudiantes o las funciones de maternidad y paternidad (todas demandan tiempo y energías considerables a las jornadas), la mayoría de los jóvenes tiene dedicación exclusiva a sus deberes de estudiantes. Así, la buena gestión del tiempo será un aliado en las metas académicas. Es necesario que los estudiantes construyan una agenda con sus compromisos y tareas académicas, en la cual deben asignar tiempo de estudio personal, que usualmente es el doble del lectivo al cual están dedicados; es decir si una asignatura tiene 2 horas de clases, lo ideal sería dedicar 4 horas de estudio semanal para la correcta apropiación de los aprendizajes.
Pero no debemos centrar nuestra responsabilidad en el rol del aprendiz estudiante, lo justo es la revisión sistémica que involucre a otros actores. En importancia el segundo factor que explica los resultados académico deberían ser los docentes, lo que se traduce a su vez en las altas expectativas que debe tener sobre el desempeño de sus estudiantes. Nos vemos enfrentados a un cambio de paradigma donde la labor docente cobra suma importancia en la medida que éste despliega un abanico de estrategias de enseñanza-aprendizaje atendiendo la diversidad de estilos de aprendizaje de sus estudiantes. A su vez el docente debiese considerar el contexto cultural y los intereses de sus estudiantes para garantizar procesos de aprendizaje significativo. Todo debe ir acompañado de cambios en los procedimientos e instrumentos de evaluación que usa el docente: deben evaluar auténticamente los aprendizajes conceptuales, procedimentales y actitudinales, buscando de manera objetiva constatar el mejor desempeño de los estudiantes. Es urgente superar la propuesta de clase frontal y evaluación del conocimiento declarativo que tiende a favorecer a los estudiantes con énfasis en el uso de la memoria.
Otro actor importante es la familia, la que debe brindar apoyo económico, disponer de espacios y tiempos para que el estudiante cumpla con sus deberes. Si bien en la educación superior se da más autonomía a los estudiantes, ya que desaparece la figura del apoderado que monitoreaba el rendimiento y conducta de su pupilo, la preocupación e interés de la familia en el rendimiento académico es una motivación extrínseca a los estudiantes; así expresamos que nos importa la trayectoria académica de éste y que le apoyamos a concretar sus metas.
Finalmente, no hay que olvidar que el fracaso y el error son quizás las fuentes más significativas de aprendizaje, los jóvenes no deben caer en una mirada pesimista y catastrófica se su futuro estudiantil. La resiliencia y capacidad de adaptación frente al escenario de fracaso académico reportará un crecimiento personal transferible a cualquier experiencia de vida.