Volver a la naturaleza
Desde la revolución industrial en adelante, junto al proceso de urbanización de las ciudades y los constantes avances tecnológicos y digitales, hasta nuestros días, el contacto con la naturaleza, antes algo cotidiano, se volvió una necesidad para el ser humano.
Si miramos las cifras, han aumentado las visitas a parques nacionales y áreas verdes en el país y en el mundo. De hecho, para 2015 había aumentado un 68% la cantidad de visitas a parques nacionales en la Región de Los Lagos y este 2017 se registró un 48% más de visitas a las áreas silvestres protegidas de Aysén.
Las personas lo necesitan y quizás no saben por qué. La respuesta es simple: se trata de la desconexión creciente que se produjo entre las personas y el medio natural, que implica una necesidad de buscar el origen, para apartarse de lo cotidiano, alejarse de la vorágine y contemplar la naturaleza en su esplendor.
No está de más mencionar aquel gusto del ser humano por buscar aventuras y ese sentimiento de heroísmo que puede entregar el subir una montaña y llegar a la cima o alcanzar un destino difícil. Además, los grandes recorridos a pie pueden llevar profundos trabajos espirituales. Esto se conoce como el "fenómeno de peregrino", donde las personas pueden llegar a experimentar una mejora en la autoestima. Aquello se viene buscando desde tiempos inmemoriales, por algo muchas religiones o pueblos indígenas utilizaban las caminatas como parte de su proceso de transformación.
Si todo eso puede vivirlo una persona, por propia necesidad, también puede ayudar al desarrollo de un equipo humano. Si bien al principio puede presentarse el miedo al trabajar al aire libre o en espacios de difícil acceso, he visto transformaciones a lo largo de mi trabajo. Las personas se unen y aparece un sentido de tribu antes difícil de evidenciar y menos en sitios citadinos o tradicionales. Es decir, afloran las emociones y las personas pueden conectarse con ellas. Y es que la naturaleza pone dificultades, pero que en este caso se pueden aprovechar como una oportunidad. Por ejemplo, hacer rapel o escalar puede ayudar a vencer ciertos miedos y en esa dinámica surgen también los sentimientos de protección entre compañeros, los liderazgos naturales o se desnudan nuevas emociones y habilidades que las personas pueden reconocer.
Los grupos de personas, sobre todo a nivel laboral, carecen de ese reconocimiento. Esto es porque es muy difícil reconocer y validar al otro si no lo hago primero conmigo mismo. Esto se debe a un problema con la educación emocional, pues nadie nos enseñó a sentir.
En base a esta misma enseñanza, muchas personas no se permiten ensayar cosas nuevas, ya sea porque creen que la edad los limita o por falta de flexibilidad; o bien porque se entiende erróneamente que trabajar en la naturaleza es algo fuera de alcance.
Algo que influye a cambiar esto es la aún emergente "Educación al aire libre" en nuestro país. Si bien aún no logra un impacto ideal, viene como una tendencia en aumento con tanta riqueza de montañas y bosques. De hecho, Chile es el país con más volcanes en el mundo y también con el volcán más alto, el Ojos del Salado. Por ello es tan importante vivir experiencias, salir de la caja, volver a jugar y a explorar, desarrollando el autoconocimiento, dejando aflorar y conociendo las emociones propias, y a partir de aquello, valorar y reconocer al otro. De esta forma es como se pueden transformar grupos de personas en equipos valiosos y a la larga, en sociedades más conectadas y menos individualizadas.
educador al aire
libre, Bienestar Organizacional Consciente,
Rukalihuen