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"The leftovers": una serie condenada a ser un clásico

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Antes de continuar la lectura, si no la sigue, busque la forma de ver las dos primeras temporadas de "The leftovers".

Ciertamente, tendrá que poner de su parte. La primera temporada -2014- es un poco floja en términos de ritmo, aunque igualmente interesante en cuanto a su propuesta basal. La segunda, en tanto, emitida en 2015, debe estar entre lo mejor que ha producido la cadena HBO en su apartado series.

Descolocante e intrigante, "The leftovers" apuesta por una cuestión dramática que revierte aquellas tramas que tienden a explicarlo todo. Es decir, asumen aquella máxima de que toda acción implica una reacción.

Por el contrario, la apuesta creada por Damon Lindelof ("Lost") supo ganar un interesante terreno en el sentido de no tener respuestas para cada una de las acciones emprendidas. Ello, una vez que el 2% de la población mundial desaparecía del planeta el 14 de octubre de 2011.

Tres meses después (en la primera temporada) lo que indica un (posible) camino a seguir se tornaba en un laberinto de posibilidades. Fueron aún más complejas en la segunda. Lo que parte de una forma pareciera terminar de cualquier manera, tal como planteaba "Lost" en su esencia.

AHORA AL AIRE

En esta tercera y última temporada pasa lo mismo. Ahora tres años después de la llamada "Ascensión". El detalle, sin embargo, es que hace rato parecieran no importar las desapariciones o posibles retornos. Por el contrario, los personaje se interna cada vez más en sus propios fantasmas, miedos y dramas.

En este contexto, nos volvemos a topar con Kevin Garbey (Justin Theroux). Es el padre, policía y supuesto representante del hacer correcto, que pasa sus días como instalado en el infierno. Igualmente, algunos conciudadanos lo ven como una especie de mesías o ángel redentor.

Una imagen, finalmente, que nos trae al presente el sentir de vidas sin alma. Personas, seres humanos, que no quieren explicaciones, sino que tranquilidad. Por eso, aparentemente han dejado de buscar las respuestas para explicar lo que pasó en 2011.

Nos situamos en un presente que, en la tradición de David Lynch, no tiene tiempo determinado. Porque todo en esta producción dramática que roza en el thriller y la ciencia ficción, es relativo, sinuoso e indefinido.

Contra lo acostumbrado por algunas series de temporadas completas para su visionado, aunque no se alcancen a digerir, acá se genera una constante necesidad. En este caso, de creer, incluso, de construir un mundo paralelo en medio de la supuesta "realidad".

Por eso, "The leftovers" (Las sobras) debe verse y sentirse como una experiencia. Allí el hilo conductor son estos personajes que fuman, no hablan, escriben o buscan experimentar ¿la muerte? con una bolsa en la cabeza. O eso creemos.

Proponiendo un montaje y trabajo de planos compuestos a favor del drama por sobre el mero relato, "The leftovers" está para degustar, reflexionar y asumir capítulo a capítulo. Son apuestas que tienen un efecto retardado en la conciencia del espectador que a los días pretende descubrir alguna clave de entrada. Se le complica en un relato difícil en cuanto a su planteamiento de inicio-desarrollo-clímax-final. Acá éste último puede ser cualquiera. No se trata de adivinarlo o preveerlo. Es más, cada entrega de 55 minutos está hecha para dejarse llevar, para ser "vivida" como una alternativa para explorar los miedos contemporáneos. Más allá de las audiencias, altas o bajas, "The leftovers" suma argumentos para convertirse en una pieza clave de la ficción serial televisiva de aquí a 20 ó 30 años. Como "Twin peaks" en su momento, y como otras.