Destacado escenógrafo teatral cuenta cómo es su vida en la capital regional
Una obra teatral no es simplemente un trabajo que desempeñen actores y actrices, sino que posee una firme columna vertebral formada por un equipo multidisciplinario que la respalda.
Desde ese lugar, quien administra el uso del espacio, además de la utilería y el arte que saldrá en cada escena durante el montaje; es el escenógrafo teatral. Una labor que de realizarse correctamente dista una gran diferencia en la calidad que exhibirá finalmente la obra, y apoyará para bien las impresiones del público.
Gonzalo Mella (45), lleva más de 15 años dedicándose a ser montajista teatral, y ha preparado la escenografía de más de una decena de obras a lo largo de su carrera, la que desde sus comienzos ha desarrollado de oficio y de forma autodidacta. "Me gusta ponerme desafíos, crear objetos que sean difíciles, y pasarme largas horas averiguando cómo resolver estos problemas, tengo harta paciencia", confiesa.
El año pasado arribó a la capital penquista, en búsqueda de la tranquilidad que Santiago ya no le ofrecía para la crianza de su hijo Nehuel, de 4 años. "Cuando llegué no conocía a nadie, pero afortunadamente pude encontrar trabajo rápidamente, el año pasado realicé 5 ó 6 montajes de obras de danza, y también pude hacer clases en la Escuela de Artistas Escénicos de Los Ángeles, lo que fue un inicio bastante tranquilo", dice.
Para este año ya tiene varios proyectos y desafíos en mente, además de múltiples ofrecimientos que debe administrar.
"Tomé un taller de creación de directores y realizamos una presentación de una obra ambientada en el norte, es la primera que yo dirijo, y se llama 'El viaje de Pitilla'. El 28 de abril habrá una función en el centro cultural Pabellón 83 de Lota", destaca con un notorio orgullo.
"En Lota formé un conjunto, que se llama Por el Bien de Diógenes. Utilizamos mucho material reciclable en nuestras obras, algo que aprendí con los chicos de la compañía de teatro La Patogallina", comenta en relación a este conocido grupo al cual perteneció desde sus inicios en 1996.
Cuenta que esa experiencia le ayudó a formarse y adquirir toda la experticia con la que cuenta en la actualidad.
UN CAMINO DISTANTE
Gonzalo llegó desde Osorno a Santiago cuando tenía 8 años. Nunca fue muy dedicado a los estudios, razón por la que pasó por varios colegios, incluso, desistió de terminar la enseñanza media durante algunos años.
"Mi tío vio que dejé de estudiar y me llevó a trabajar a su taller de desabolladura. Ahí aprendí a manejar el metal, él me enseñó todo lo que sabía. Me dediqué a eso por casi 6 años, y luego trabajé en una restauradora de vehículos de colección y en una fábrica de autos blindados (...) Adquirí mucha experiencia en ese tema", relata.
Su camino hacia el medio artístico y espectáculos había ocurrido antes, pero Gonzalo Mella parecía que aún no lo había notado. Con 16 decidió conocer Chile, así que tomó una mochila y se dirigió al sur llegando a Mulchén, lugar en que se topó con un acróbata Croata, "(…) se llamaba Estemislao, y luego de meternos en un mal entendido nos escondimos en un circo. Allí, gracias a la avidez de éste, conseguimos trabajo, estuvimos un par de meses. Y en el lugar conocí a un pequeño de 12 años muy risueño, le decían el payaso Tilín, ya en la actualidad supe que se trataba de Cristián Henríquez, más conocido como Ruperto, un hecho anecdótico", recuerda entre muchas historias.
Luego de esa experiencia necesitaba otro choque con el espectáculo. Así fue como durante 1996, pasando por el Museo Nacional de Bellas Artes, donde hizo amistad con un grupo de malabaristas que le enseñaron sobre este oficio. Lo que nunca pensó es que parte de los integrantes de aquel grupo de jóvenes posteriormente formarían la compañía de teatro La Patogallina.
En 1999 se embarcó en una nueva aventura, y junto a tres amigos malabaristas viajó por Uruguay, Argentina y Brasil. Allá permaneció alrededor de un año y medio, y dedicó su tiempo al mundo del circo y el malabar. El que también perfeccionó. Regresó a Chile en 2000 y los malabaristas que se quedaron lo esperaban. La idea es que colaborara con su obra de teatro "El Húsar de la muerte". Allí estaban Eduardo Moya, Rodrigo Rojas y Martín Erazo, por mencionar algunos.
"La escenografía está algo coja, me dijeron los chiquillos, ahí empecé a dedicarme a esto, y luego no paré. Participé en El Húsar, Karrocerías, Frikchou, Los Caminos de Don Floridor. También empezamos a viajar con las obras por Francia, Holanda, Suiza, incluso, India. En todos esos lugares conocí a muchos montajistas de otros países, me enseñaron harto, aprendí varias técnicas nuevas", cuenta con pasión.
También participó de muchos eventos organizados por Santiago a Mil, como "La Pequeña Gigante y su tío Escafandra", "Roman Photo", "El hombre venido de ninguna parte", traídos por la compañía de teatro callejero francesa, Royal de Luxe, que posee una compañía en Chile llamada La Gran Reyneta. Allí Gonzalo adquirió nuevas experiencias en el uso de efectos visuales.
- Este año partió súper movido. Incluso, la obra de danza en que trabajé el año pasado ganó el Ceres ("Lilith"), lo que dice que claramente estoy haciendo bien las cosas. Entonces, este año me han llamado harto (...) Actualmente, estoy trabajando en un proyecto con el Centro Artístico Cultural de Concepción que tiene que ver con Violeta Parra, y también hay conversaciones con el municipio (penquista) para otros asuntos. Lo de Lota, como un trabajo en una obra con Ingrid Fierro que tratará el tema de Nabila Rifo (estará montada en agosto). Además, a veces viajo a Santiago para cumplir con trabajos de la Gran Reyneta, y me gané un Fondart de Creación, por lo que trabajaré con la compañía El Oráculo en una obra sobre Mocha Dick. Seguiré con las clases en Los Ángeles, será un año bien cargado.
- Acá hay poca relación con la parte técnica, si buscas a alguien para crear algo, se lo pides, te lo hace y muchas gracias. Falta compenetración: hay que entender que es un trabajo colectivo, creo que esa es una gran falencia. Pero en otro sentido está muy bien, sólo le falta crecer más.