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Narrativa penquista actual: una aproximación

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Allá por el final de los 80, publiqué una reseña en Diario El Sur, pasando mirada a la narrativa penquista en esos años. Mencionaba a Jaime Riveros, Roberto Henríquez y David Avello, con sus novelas "La espera" (1989), "Contra la ternura" (1989) e "Incidente en el Bío Bío" (1988) respectivamente.

Recuerdo también que el escrito buscaba destacar la prosa, como elemento significativo del quehacer literario penquista, desplazada por el elemento poético, especie de talismán cultural invocado como forma simbólica de identidad nacional.

"Chile, país de poetas" es casi un refrán y los mismos poetas escuchan con un aire de preocupación frases tales como "en Chile se levanta una piedra y aparece un poeta", apelando tanto a la "inspiración natural" como a la volubilidad- del oficio.

Igualmente escuchamos alabanzas y loas a la capacidad novelística de los habitantes de Argentina, Perú, Colombia, etc, que parecen exhibir una panoplia de cuentistas y novelistas más que destacados. Recuerdo, incluso, haber leído por ahí una suerte de antropología filosófica que explicaba la efusividad lírica del alma nacional, confrontándola con la torpeza de toda narratividad.

Sin embargo, el caso es que narradores no faltan en la tierra chilena y tampoco en la Región del Biobío. Y de cuando en cuando, hay eclosiones, que destacan en su tradición.

Una que envuelve muchos nombres y que a fuerza de no ser tan conocida, no por ello no deja de figurar como línea de continuidad. Daniel Belmar, Erich Rosenrauch, Ilda Cádiz, Alfonso Alcalde, Andrés Gallardo, Sergio Gómez, Jaime Riveros, Roberto Henríquez, David Avello, Ingrid Odgers, Roxana Heise, Tito Matamala, Carlos Basso, Víctor Bascur, Felipe Fuentealba, Alexis Figueroa, Jorge Ojeda, Tulio Mendoza, Gonzalo Bizama, Gonzalo Fernández, Oscar Sanzana, Muñoz Coloma, Luz Marina Vergara y César Valdebenito, son algunos de los que la configuran.

ESCRITORES PRESENTES

De todos ellos hay libros en librería, premios, crítica y publicaciones, además de algunas anécdotas más o menos decidoras. Por ejemplo, que Erich Rosenrauch fuese descrito por Vicente Pastor como un "Kafka terremoteado y sureño" en el Diario El Sur, allá en los 80; que Ilda Cádiz fuese una precursora de la ciencia ficción nacional y que una de sus novelas -"La pequeña Quintrala de Joaquín Toesca"- fue usada como matriz literaria para "El sueño de la Historia" de Jorge Edwards, sin que la mencionara siquiera de paso; que Andrés Gallardo en su afán de dar visibilidad y continuidad esplendorosa a una línea criollista y satírica -emparentada con Enrique Araya y el Joaquín Díaz Garcés de "No veraneo"-, diese con aventuras como la independencia de Coelemu, respecto del suelo nacional.

O que Sergio Gómez, primerísimo representante de lo que en los 90 se llamó la "nueva narrativa chilena", ambientara todo un mundo novelístico en los territorios -disfrazados, alterados por la literatura- de Concepción.

Esta es una característica que podemos encontrar, como un rasgo evidente, en este cuerpo de autores: la relación anecdótica, espacial, geográfica, corporal, espiritual con su ciudad.

CIUDAD COMO TEMA

Concepción se instala en sus autores, prestando sus calles, parques, bares, paseos y hasta personajes, para los distintos escenarios. Por ejemplo, en "De tu sangre cautiva", Ingrid Oldgers ensaya una historia sentimental, recortada en el marco de la urbanidad y situada contra el fondo de la ciudad.

Contra éste avanza en su historia, brindando un tiempo pausado, con algo de agobio (sostener estos rasgos como parte del -valga el término- "alma penquista" casi le costó el puesto académico a Jaime Giordano hace ya varios años): una nostalgia fatalista y estoica que pareciera ser la característica del habitante penquista.

Es un rasgo casi "tradicional" y leemos en el mismísimo Daniel Belmar: "La ciudad, azotada por el vendaval, sus arterias desoladas, edificios muertos en la noche, todo eso, en fin, que día a día se agitaba, temblaba y albergaba a la pululante hormiga humana" ("Los túneles morados", 1961).

Casi 45 años después, un joven escritor -Gonzalo Fernández- penquista, reflexiona: "Con sólo mirar la ciudad podemos hallar murallas destruidas, calles con los tremendos hoyos o adoquines antiguos, edificios abandonados, construcciones a medio terminar. En general, vivimos en un entorno post apocalíptico sutil".

Y éste diría que sí es un rasgo moderno: y que transforma y actualiza esa percepción fatal ("El santiaguino que viene a Concepción termina por dejarse atrapar por el monstruo de la humedad y el monstruo de la sombra. Sobrevive el desencanto, la pérdida de las energías" dice Jaime Giordano en "Treinta años de poesía en Concepción", 1966) en un escenario de ciencia ficción.

Es curioso el cómo los territorios de lo fantástico invaden los escenarios y espacios de la literatura de los nuevos narradores de Concepción. Cesar Valdebenito, Muñoz Coloma, Gonzalo Fernández, Carlos Basso, al ejemplo, son narradores que en mayor o menor grado tienen propuestas que se alejan del realismo antes tan alabado en la narrativa chilena, para adentrarse en la fantasía.

Por otro lado, el realismo sucio, en un arco que podemos situar desde Salinger hasta Palahniuk, también se presenta en la narrativa de esta ciudad. Entre ambas perspectivas, se da una tensión que enriquece.

Finalmente, diré que son pocas las visiones desde la academia de la narrativa penquista. Conozco un artículo de Paulina Daza, otro de Marcelo Sánchez, y no mucho más. Por el momento, nos detendremos aquí. Ya vendrá el tiempo en que hablemos de la significación crítica de algunos autores.