Hacia un nuevo liderazgo
Hoy, tanto en las empresas como en las más diversas organizaciones, existen distintas necesidades, entre las cuales encontramos las competencias directivas genéricas, transversales a las personas, las llamadas "habilidades blandas". Esto se debe a que las habilidades o competencias técnicas no son suficientes para los requerimientos actuales, más enfocados a la formación de competencias señaladas anteriormente que permitan la creación de equipos de trabajo de mejor desempeño, para lo cual es necesario gestionar las emocionalidades idóneas.
Allí es donde entran las personas y, de manea clave, un líder que se haga cargo de estas necesidades, adquiriendo estas competencias para luego transferirlas. Como aquel gerente que observó que en su equipo había dificultades en cuanto al clima laboral, pero no sabía identificarlas, ni tampoco resolverlas. Necesita entonces de una intervención a través de un coach ontológico, que facilita la identificación y disolución de obstáculos.
En este camino es donde se pueden marcar diferencias, entre contratar capacitaciones aisladas, o comprometerse con su propio liderazgo y así dirigir a su equipo en un proceso de cambio duradero y efectivo.
Pero, allí es donde se presentan una dificultad en materia de liderazgo, ya que hay un sinnúmero de interpretaciones asociadas a lo que es un líder. Entendiéndolo como alguien con autoridad, a quien se le obedece, con el don de la palabra para quizá, hasta convencer, muy lejos a las necesidades actuales. De hecho al preguntar cuál es la primera responsabilidad de un líder, suelen responder "dirigir a sus colaboradores".
Pero, de acuerdo a esta propuesta, la primera responsabilidad de un líder es con él mismo. O sea, adquirir competencias para sí, y desde ahí liderar un equipo abriendo posibilidad para generar en conjunto mejores resultados. Luego, debe ocuparse de gestionar a sus superiores, de manera de contar con su respaldo y confianza para llevar a cabo sus iniciativas. Lo mismo con sus pares, para que colaboren con su gestión. Y así, su última responsabilidad es hacia su equipo colaborador. Esto permite que ellos también se transformen en líderes, empoderados de su cargo, con un rol activo y comprometido.
Así surge este gran desafío, ya que se sostiene que estamos frente a un modelo de gestión en crisis, lo que hace necesario un proceso de transformación, por ejemplo, a partir del reconocimiento de debilidades, validando el error como espacio de aprendizaje y aprendiendo un liderazgo consciente, emitiendo juicios que abran posibilidades y no que las cierren, reconociendo la importancia de delegar y la comunicación efectiva a través de reuniones periódicas con los equipos de trabajo. También hay que generar espacios de esparcimiento, que contribuyen a generar climas saludables. Se trata de competencias fundamentales, ya que no se enseñan habitualmente.
De este modo, se avanza hacia la impecabilidad en el trabajo, para construir entre todos el equipo que quieren ser, con altos niveles de bienestar. Y es bastante más fácil de lo que se cree adquiriendo las herramientas concretas propuestas.