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Épica de la Recuperación

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La política como posibilidad de un relato de gobernabilidad tarta de recomponerse a través de la puesta en escena mediática de sus rostros más vendibles, o dicho de otro modo, de sus mejores cartas en el mercado electoral. Saben que es su peor momento, pero el poder aún los tiene vivos, porque pueden ocupar lugares de visibilidad social, esa es su táctica de supervivencia, ya sin proyectos estratégicos. Más aún, ellos suelen creer que una carita puede salvarles el negocio, los programas ya no tienen importancia, sólo la generación de falsos acontecimientos que les permita un nuevo momento manipulatorio con la población.

Hace rato que intento estudiar la retórica política y percibo que hay dos caminos, uno que pretende pasar el mal momento en que la política es emparentada con el crimen (o su momento de judicialización), imponiendo el modelo tradicional que la asocia con el paradigma mafioso (o la hegemonía posicional de un grupo) y la otra posibilidad es la ciudadanización de la cosa pública.

Se trata de una corriente que en parte intenta superar la agotada dicotomía izquierda-derecha y que, de algún modo, construye una mirada que viene desde la cultura, es decir, es un relato de la comunidad que pretende acotar el tema de lo público o de lo político a la especificidad de barrial comunitario, a la perspectiva local, a los problemas de las comunidades en el diario vivir o de su autosubsistencia. Es decir, se aleja de la perspectiva superestructural a que suele apelar la teoría política clásica. Todo aparece centrado en el gran líder carismático que se hace cargo del Estado y que pretende ser el protagonista de una épica heroica y transformadora.

Recordemos a Aquiles, el de los pies ligeros, enfrentado a otros monarcas griegos y en donde la política pasaba, simplemente, por la guerra. La política moderna reemplazó la guerra por la conspiración y el espionaje, y la novela y el cine moderno (incluido Nextlix) de llenan de ficción al respecto.

Por eso es que esta nueva narrativa, centrada en lo local ciudadano, supone un modo intimista y una subjetividad que no siempre puede responder a las exigencias mediáticas de espectacularidad. En este contexto, muchos publicistas políticos niegan este modo del acontecer político, porque ellos por lo general apuesta a lo conocido, a las referencias directas que tendría el consumidor. Pero en este caso hay un cambio cultural que llegó para quedarse un buen rato y que no surgió del staff creativo de una agencia de publicidad o de una mesa política, simplemente fueron síntomas y signos sociales y culturales que fueron operando en las tramas comunitarias de las ciudades y pueblos, hasta cuajar en la identidad ciudadana.

Este relato micro épico no surgió en la academia arrogante, como es una de las rutas que toma la política en la modernidad, sino, y esto es lo insoportable para los poderes fácticos y las oligarquías de todo tipo, sin que hubiera control administrativo al respecto. Ni siquiera la palabra empoderamiento da para describir el fenómeno. Insisto en que es otra manera de contar la historia local o es otro modo de hacer acontecimiento.

Aquí no se trata de cantar victoria, como en una batalla ganada o luego de un partido de fútbol en que una hinchada enfervorizada humilla a su adversario. Ese relato patriarcal del gorilón básico que dirige guerras comerciales y amenaza a los vecinos, que hasta hace poco definía los grandes relatos, está tocando fondo, a pesar de Donald Trump. El planeta para ser protegido y recuperado necesita de una poética emotiva que lo redefina o lo resetee. Las nuevas generaciones están condenadas (o destinadas) a escribir la gran epopeya de la recuperación del mundo de la barbarie capitalista autodestructiva.