Creatividad para la vida
Uno de mis mentores en Perú, decía que cuando quería tener ideas para nuevos negocios iba a lugares donde se gestaban negocios, porque la energía que allí se movía era la más apropiada. Cuando quería conectarse con Dios, iba a una iglesia, aunque no era religioso, pues allí había fe.
El 95% de nuestros pensamientos son iguales todos los días. Son los mismos que tuvimos ayer y serán los mismos de mañana. Por eso tener un pensamiento divergente (hacia varias direcciones) puede marcar la diferencia y permitirnos vivir con una actitud positiva, alcanzar mayor motivación y autoconfianza, e incluso conseguir un mejor trabajo o crear uno nuevo, propio. Todo en base a la creatividad, que es una forma de pensar y de comportarse, generando un resultado.
Como el niño que tenía crisis de pánico, a quien se le enseñó a calmarse con un ejercicio de foco ayudado de música y movimiento, el que podía llevar a cabo en su casa; pero desde su creatividad comenzó a imaginar la música y a él mismo realizando el ejercicio en su cabeza, y lo podía realizar en cualquier lado, obteniendo el mismo efecto. Un adulto, menos creativo, habría dicho que no se podría hacer siempre.
Este resultado o producto, muchas veces se vincula a lo artístico. Pero hay que entender que la creatividad apunta desde crear un dispositivo para arreglar la cadena del baño con un pequeño clip, hasta desarrollar un programa, un curso o una forma de trabajar distinta.
La creatividad no es usar elementos, ropa o aparatos novedosos, eso es más bien extravagancia. La creatividad es un trabajo que desarrolla el cerebro integrando ambos hemisferios: el derecho (vinculado a las emociones) y el izquierdo (relacionado con el pensamiento lógico y lineal). Al conectar lo racional con lo emocional trabajamos nuestra capacidad creativa, pues aunque pensemos que el ser humano se mueve lógicamente, la verdad es que nuestras decisiones y respuestas son más bien emocionales. Tal como la vida, que no tiene una sola respuesta.
De eso hablan algunos autores como Ken Robinson, quien afirma que las escuelas modernas han mermado la creatividad. ¿Cuándo somos más creativos? Cuando estamos relajados, en ambientes libres de juicios y no tenemos miedo ni al ridículo ni al fracaso. No obstante, la educación que hemos recibido es restrictiva, todos opinan lo mismo, no se permite la diversidad y se evalúa a todos de la misma forma, reforzando aquello con algo tan valorado como un 7 si das la única respuesta correcta. Lo que sucede luego es que pensamos que en la vida sólo hay una respuesta correcta, pero esa, muchas veces, no nos entrega la felicidad, satisfacción o el 7 esperado.
Aún así, la creatividad se puede cultivar. Una de las claves es no censurarnos. La otra es buscar experiencias nuevas, desde un viaje hasta ir al ballet si nunca has ido, o a un evento científico si tus caminos comunes son los museos. Ayudan también los ejercicios creativos, salir de los espacios de trabajo tradicionales y entender que el cerebro es como un computador, donde se pueden instalar las ideas y esperar que el pensamiento lateral funcione, para que las soluciones surjan en cualquier otro momento.
El ejercicio creativo es atreverse y si no quieres decir una idea, imaginarla. Cuando el cerebro es capaz de descubrir una solución nueva que no estaba en tus caminos, una sinapsis que habitualmente recorres, ocurre una sensación que se ve en el rostro. Piensas "¡Todas las ideas que tengo, y nunca las había tenido!". Yo he visto esa cara, la he visto en mis alumnos. Una cara que dice: "lo estoy logrando, salí de mi caja".