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Boca Sur, el peligro de un relato incompleto

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Creo que los jóvenes tenemos la obligación de construir una mejor sociedad. Y tratando de ser consecuente con ello, hace dos años ingresé a la fundación Enseña Chile. En palabras simples, cambie la Geología para ser profesor por dos años en establecimientos con altos indices de vulnerabilidad.

Cuando postulé, el único lugar donde no quería hacer clases, era Boca Sur. Todo lo que sabía de ese sector me invitaba a tener temor de una comunidad inmersa en la pobreza y abandono.

Para contextualizar, pertenezco a una familia de clase media, de padres enfermeros. Crecí escuchando sus crónicas rojas sobre pacientes baleados o acuchillados, desangrandose por algún ajuste de cuentas. Muchas historias de odio, venganza y cuantiosa violencia. Eso, sumado a los que uno lee o escucha, me llevó a ser uno más de los que nos dejamos influenciar por relatos aprendidos que generan estereotipos que, sin ser falsos, son incompletos e injustos en muchos casos.

Es cierto que Boca Sur es un lugar donde ocurren catástrofes a diario, donde las historias de violencia, narcotráfico y delincuencia se cruzan con las de abandono, vulnerabilidad y políticas públicas ineficientes e insuficientes. Pero yo tenía un relato incompleto.

Hay otras historias que son igual de importantes de contar, como por ejemplo: las de los muchos estudiantes que a pesar de tener problemas realmente graves, buscan alcanzar mejores oportunidades que cambien su futuro y el del sector; apoderados que luchan día a día por romper los estereotipos y superar la adversidad de forma honesta; profesores que bajo complejísimas condiciones laborales, pocos recursos y bajos salarios, se las ingenian para responder a las necesidades, inquietudes y problemas de sus estudiantes en un sistema en crisis.

Finalmente, para entender una realidad y hacerse parte del cambio, es necesario involucrarse, reflexionar y comprometerse junto a sus protagonistas.

El peligro de los relatos incompletos es que, en este caso, despojan de identidad a un sector, generalizan y crean distancia. Todo esto dificulta el reconocimiento de nuestra dignidad humana y enfatiza en nuestras diferencias.

Es por ello que agradezco a cada una de las historias de mi comunidad educativa Liceo los Andes, relatos que dignifican a Boca Sur y que transformaron mi historia.

El feminismo y el sueño del hombre como aliado

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Hoy necesito que entiendan por qué el hombre puede resultar nuestro mejor aliado: porque a él no se le dice puto, ni amargado, ni nazi. No se le injuria cuando emite opiniones, aunque sean descaradas. En las calles nadie aplaca los "mijitas ricas", ni los "te haría chupete" que se le escapan.

Al parecer necesitamos más de sus poderes de omnipotencia verbal, porque nadie interfiere con sus palabras. Necesitamos al hombre, necesitamos un mundo de hombres educados, de hombres valientes para no perpetuar la violencia en contra de nuestras hermanas.

El silencio aúna al consentimiento con la violencia y a ellos nadie los escruta ni los calla.

Necesitamos de sus gritos comprometidos con los nuestros, en este país llamado mundo, porque ninguna nación puede funcionar sin mujeres saludables y seguras. Según datos de The World Bank Organization, somos el 49.54% de la población mundial, 50.7% de la chilena, pero aún las cifras de representación en lugares esencialmente relevantes a la seguridad de nuestro género son ínfimas en comparación a la de los hombres.

¿Por qué? Porque se nos continúa delegando a lugares estratégicamente menos relevantes, la validez de nuestra opinión es confrontada con incredulidad, pero en silencio. De maneras tácitas y admisibles.

Pero los hombres, ¿en qué tipo de mundo quieren que crezcan sus hijas? ¿Con qué dolores secretos deben de morir sus madres? ¿Cuántas mujeres quedaremos para enlazarse?

Es responsabilidad de toda sociedad preservar la humanidad y, aunque no lo crean, la mujer es parte esencial del proceso reproductivo. Te lo digo yo con certeza y no soy muy sabia en materias biológicas. Aun así, continúan obliterándonos, prosiguen violándonos, dándonos mesadas, callándonos de maneras sutiles, matándonos.

Nos hacen recoger nuestras ganas y las reemplazan con comodidades y la "seguridad" de hogares y la ilusión de que pertenecer a una suma de dos es el peldaño más alto en la ascensión a ser una mujer "como corresponde".

Nos dicen que lo peor que puede pasarnos es "terminar" solas, que es nuestro deber aspirar a ser capaz de "incitar" a que alguien valide mi existencia queriéndonos a su lado.

Decirnos que no somos completas, que es implícito que tengamos que ser protegidas, que tenemos que aprender a cuidarnos en las calles llenas de bestias violentas, es otra manera de "confirmar" nuestra vulnerabilidad.

Eso es violencia y por la violencia que ejerce y el poder que parece serle irrefutable, necesitamos al hombre a nuestro lado. Para que grite fuerte a nuestro lado. Para que el silencio del mundo no siga aniquilándonos.

El límite entre lo estético y reconstructivo

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Tan solo este año, las lipoabdominoplastias aumentaron en un 25%, de acuerdo a cifras entregadas por la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (Sccp). Esta alza se explica en parte por el aumento que hubo de cirugías bariátricas realizadas en pacientes con obesidad mórbida y que luego bajaron drásticamente de peso, quedando con un exceso de piel.

Por otro lado, esta alza fue producida por las mujeres que se realizaron intervenciones buscando eliminar la "guatita de delantal", luego de haber sido mamás.

En ambos casos la motivación podría ser estética, para mejorar una condición del cuerpo que ha sufrido alteraciones. Sin embargo, un importante porcentaje de estos casos recurre a una cirugía no por vanidad, sino que para poder reparar una parte de su cuerpo que presenta una deformación y que puede acarrear consecuencias médicas, produciendo irritaciones e incluso hongos en las zonas que quedan cubiertas por los colgajos de piel.

Y ello, sin mencionar el menoscabo a la integridad física y sicológica de estas personas, que incluso se abstienen de realizar actividades que dejen en evidencia estos defectos físicos.

Así las cosas, es difícil poner un límite entre cirugía estética y cirugía reconstructiva, pues habría que analizar caso a caso y cuánto influye en cada persona. Pero lo que sí es un hecho concreto es que, en ambos casos mencionados, hay un deterioro de la calidad de vida, que merece la pena ser tomado en cuenta.

El problema es que las cirugías reparadoras no siempre son tomadas como tales y muchas veces son consideradas por las Isapres como procedimientos con fines de embellecimiento, por lo que la persona tiene dos caminos: o cancela el costo total de la cirugía o llega a instancias legales para que su prestador de salud cubra dicha intervención quirúrgica.

Si bien no todos tienen acceso a las cirugías y un gran segmento de la población debe "aprender" a vivir con su cuerpo, es necesario poner sobre la mesa estos temas, para evaluar de qué manera dar mayor cobertura a intervenciones destinadas a entregar una mejor calidad de vida al paciente.

Orgullo y vergüenza

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Escuchaba una radio extranjera que daba cuenta del reciente terremoto de Chiloé más o menos en los siguientes términos: " A minutos de la tragedia la Oficina Nacional de Emergencia, organismo estatal de protección civil en Chile, comunicaba a la población la intensidad del fenómeno y establecía alerta de tsunami. La población en orden ejemplar trepaba a los cerros cercanos a la costa. No se perdió una sola vida y los daños materiales parecen ser mínimos. Chile es un modelo de organización y eficiencia."

Comentarios lisonjeros como éste circulan con cierta frecuencia en el extranjero cuando se refieren al país. Que Carabineros de Chile es incorruptible y eficiente, que el tránsito es ordenado y las reglas se cumplen, que es un país seguro, que sus carreteras son excelentes, que tiene un alto nivel de desarrollo. Difícilmente un chileno al escucharlos no despliega un plumaje de verdadero pavo real y experimenta un orgullo invadido de íntimo sentimiento nacionalista.

Esta es la forma como nos ven, tan distinta a la forma como nos vemos. Parecemos estar convencidos del predominio de la pobreza, de la desigualdad, de la corrupción, de los abusos, de que la libertad del mercado no genera desarrollo y es la culpable de estos males, de que hay que cambiarlo todo y reiniciar un camino virtuoso de desarrollo abandonado cuando los "Chicago Boys" asumieron la conducción económica.

Tal estado de opinión favorecido por la cobertura que los medios de comunicación dan a la prédica anti sistémica y la discreción no exenta de cobardía de quienes debieran defender los logros que ha alcanzado el país y las políticas que los hicieron posible, ha terminado por generar una crisis de desconfianza y el renacimiento de los odios que nos dividieron y sumieron en la crisis de 1973.

De esta realidad interna debiéramos sentir vergüenza.