El pesebre de Belén sigue presente
En el pesebre de Belén estaba recostado hace 2 siglos el Hijo de Dios, Jesús. Junto a Él su madre, la Virgen María, su padre adoptivo José y algunos animales. El pesebre pobre y humilde acogía al Mesías, al Salvador.
Da la impresión de que Dios nos quiso decir que lo verdaderamente importante acontece en la sencillez y en la humildad. Dios presente en la historia en un pesebre. ¡A quién se le puede ocurrir algo así sino que al mismo Dios! Al mismo tiempo Jesús es verdadero hombre y como tal sufrió la ignominia, la persecución, la pobreza y, ya de adulto, la incomprensión, la mentira y la muerte. Dios comparte nuestra humanidad y participa realmente de todas la injusticias a las que puede estar sometido un hombre y una mujer. Esta realidad es tan cierta que los Evangelios nos dicen que vemos a Cristo en el pobre, en el que tiene hambre, el que no tiene justicia, el que necesita ayuda. Es muy concreto reconocer a Jesús, el que sigue presente en el aquí y ahora de la historia, de nuestra propia historia, de nuestra propia patria, de nuestra propia ciudad. Con esto quiero decir que en pleno siglo XXI, en el siglo de las carreteras, de los malls, de la OCDE, existen muchos pesebres que siguen mostrando, por un lado la miseria y la pobreza y, por otro, y paradójicamente, se puede reconocer al mismo Dios.
Un católico que profesa la encarnación del Hijo de Dios y cree que Dios está con nosotros no puede no ver el rostro de Dios en el que sufre, en el que clama justicia, en el que está solo y desamparado, en el que es menospreciado, en el que no es acogido. Así podemos decir que Navidad es el tiempo en que celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, pero junto a ello se nos ofrece una luz que nos ilumina la consciencia y nos abre a un nuevo horizonte de comprensión de la vida en la que podemos ver a Dios en el sufriente. Gran misterio por cierto. Lamentablemente, hoy con los focos que nos encandilan nuestras vidas más que iluminarla nos dejan ciegos y no nos dejan ver la realidad tal cual es.
Desear una Feliz Navidad es desear dejar interpelarse por Dios que nos habla desde el lugar donde nadie quisiera estar, un pesebre sencillo pobre y humilde, pero que representa la realidad en el más amplio sentido de la palabra. La que muchas veces no queremos ver. Navidad es la posibilidad que nos ofrece Dios para salir de uno mismo y dedicarse con fuerza, alegría y pasión a los demás, que no son sino que los habitantes del pesebre que está presente en muchos lugares y, muchas veces, muy cerca nuestro.