La responsabilidad de educar sobre sexualidad y afectividad
La responsabilidad de educar para que las personas adquieran un desarrollo adecuado de la sexualidad y afectividad ha sido un tema social que ha pasado por diferentes etapas. Si se define el concepto de afectividad se entiende como una capacidad propia de toda persona de tener relaciones positivas con ella misma, con las demás personas, con la naturaleza y el entorno en general. Por lo cual se considera la afectividad una capacidad humana básica fundamental para el desarrollo de la persona.
Tanto la sexualidad como la afectividad han de ser abordados siempre con el mayor respeto y considerar la edad del niño, niña o adolescente, para procurar no adelantarse ni retrasarse respecto a sus inquietudes.
De acuerdo a la Ley General de Educación el rol de la familia es prioritario y relevante; tiene el derecho y el deber de educar a sus hijos y le corresponde la responsabilidad primordial en su crianza y desarrollo, teniendo como preocupación fundamental el interés superior de niños, niñas y adolescentes (Convención de los derechos del niño/a en el año 1989). La familia es la base de la afectividad y es el espacio donde se construyen los vínculos primarios, en el que niños, niñas y adolescentes comienzan a desarrollar su identidad, incorporando nociones acerca de los afectos, el amor, la experiencia de la maternidad y paternidad, lo considerado correcto e incorrecto en relación al cuerpo y la sexualidad.
Sin embargo, por diversas razones las familias no siempre cuentan con las herramientas necesarias para abordar adecuadamente el tema con sus hijos, ya sea por desconocimiento, temor o por experiencias dolorosas que les han impedido, incluso de adultos, desarrollar su sexualidad de manera natural y responsable, así como establecer vínculos afectivos sanos. De ese modo, no les es fácil transmitir valores y sentimientos positivos sobre la sexualidad y afectividad.
Por otra parte, según la VI Encuesta Nacional de Juventud, Injuv, 2010, el 50,3% de los jóvenes entre 15 y 19 años, declaran poca comunicación con sus padres, en tanto que el 50,1% declara estar en desacuerdo con sus padres en temas relacionados con la sexualidad y las relaciones de pareja.
No obstante, la familia no está sola en esta tarea; es deber del Estado garantizar una educación que permita alcanzar el pleno desarrollo espiritual, ético, moral, afectivo, intelectual, artístico y físico de niños, niñas y jóvenes, asumiendo la formación en sexualidad y afectividad como dimensión constitutiva del ser humano. Ésta debe ser abordada a través del proceso educativo en escuelas y liceos, resguardando la autonomía de los establecimientos educacionales y en concordancia con su Proyecto Educativo Institucional (Escuela Segura, Mineduc, 2013).
La Educación Sexual es hoy una demanda social, basada en el derecho de los niños, niñas y adolescentes a ser informados sobre este tema, puesto que aprender a ser felices es un reto permanente del ser humano, y la educación sexual contribuye, de una manera importante, a lograr esa felicidad.
Es por esto que la educación afectivo-sexual no debe ser una acción especial aislada, añadida o limitada; sino un proceso progresivo que se inserte día a día en la educación global.
Esta educación debe encuadrarse dentro del desarrollo afectivo de la persona, con capacidad para amar y valorar éticamente sus acciones, superando los aspectos meramente formativos.