"Ignacio está bien, come solo y ya se quiere ir a su casa"
Buen pronóstico tiene la recuperación de Ignacio Torres, de seis años, luego del trasplante de hígado que recibió este sábado, gracias a la donación en vida que hizo su padre. Esto fue crucial para detener el avance de la hepatitis fulminante con la que ingresó a la Clínica Sanatorio Alemán de Concepción la semana pasada.
Desde este lunes Ignacio está despierto y ya no depende del respirador mecánico, está comiendo un poco y "con ganas de irse a su casa. Está muy conectado con todo, con el medio, y su evolución ha sido en la dirección correcta", detalló el médico Franco Innocenti, jefe de la Unidad de Trasplantes de la Clínica.
Si bien todo parece indicar que Ignacio y su papá, Eduardo Torres, han tenido una evolución favorable, el médico tratante manifestó que "aún hay complicaciones que se pueden presentar a partir del quinto día, pero que son más manejables que las que pueden aparecer dentro de los primeros días".
EL PLAN B
El caso de Ignacio es uno de los pocos que tuvo la posibilidad de acceder a un donante vivo, ya que siempre los médicos prefieren recurrir al órgano de un fallecido. De esta forma se aumenta la probabilidad de éxito de la cirugía y se disminuyen los riesgos para el donante vivo, los que se incrementan cuando se trasplanta entre pacientes adultos. Disminuyen sólo un poco cuando se da desde un adulto a un niño.
Además de ello, Innocenti recalcó que para que se pueda realizar el trasplante desde un paciente vivo es necesario cumplir con varios requisitos antes de realizar la cirugía, como "compatibilidad anatómica; es decir, los vasitos y las estructuras del hígado tienen que ser similares a las estructuras del receptor, también tiene que haber compatibilidad entre grupos sanguíneos y, por cierto, compatibilidad emocional con una estructura de soporte de la familia que sea adecuada, porque es bien compleja la decisión que hay que tomar".
Por lo mismo, muchas veces no es posible encontrar un donante ideal en el tiempo que se requiere. Pero, Ignacio tuvo suerte, porque desde muy temprano se estudió al papá y se determinó que si luego de cierto tiempo no llegaba un órgano cadavérico (de un paciente fallecido), se optaría por el llamado Plan B.
Sólo el riñón y el hígado son órganos que se pueden trasplantar desde pacientes vivos.
EL CAMINO DEL DONANTE
A pesar de que parece sonar bien la idea de realizar trasplantes desde pacientes vivos, en realidad éstos tienen menor índice de éxito que uno desde un paciente cadavérico.
"De la gente que es donante, sólo el 2% llega a tener la condición ideal para donar sus órganos. Y de ellos, el 50% se pierde por negativa familiar", explicó el jefe de la Unidad de Trasplantes de la Clínica Sanatorio Alemán, Franco Innocenti.
Para pertenecer a ese 2% al que hace alusión el médico, es necesario que el paciente fallezca por muerte cerebral o controlada. Una vez que la familia es notificada de ese proceso y accede a donar los órganos, se da inicio a una carrera vertiginosa para extraer a tiempo los órganos y que sean despachados al respectivo centro de salud donde se realizará la cirugía de trasplante.
A dicho proceso se le conoce como procuramiento de órganos.
Valeska Macaya, enfermera de la unidad de procuramientos del Hospital Las Higueras, relató parte del proceso que siguen los órganos desde que son extraídos hasta que llegan a su donante (ver infografía). Eso sí, aclaró que el procuramiento de órganos se realiza sólo si la familia del paciente accede al procedimiento.
"Se le pregunta a la familia si quieren que nosotros ayudemos a cumplir la voluntad de su familiar, porque hoy todos los mayores de 18 años son donantes, entonces nosotros asumimos que los adultos fallecidos son donantes, pero eso no quiere decir que no nos digan que no. Si eso ocurre, que la familia nos diga que no, nosotros no insistimos y no se realiza la extracción de órganos", dijo.