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Inspiró nuestros sueños juveniles

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Los tres personajes claves en el devenir del mundo actual son el Presidente de los Estados Unidos, el Papa y Fidel Castro. Lo que le sucede a cualquiera de ellos repercute en el mundo. ¿Tanto así? En los dos primeros se comprende, pero en el Presidente (santo para algunos; monstruo para otros) por casi cinco décadas en una isla, la mayor de las Antillas, también. Fidel Castro ha muerto. La noticia no sorprende; su cuerpo encorvado, cansado, vacilante, su voz temblorosa nos hacía presagiar un final próximo. Aunque hubo quienes le creyeron inmortal.

Hay algo en su muerte que remece profundamente. Es el fin de una época. El fin de los sueños de una generación marcada por su presencia y por su acción. La de la década de los '60 y '70 que creíamos en la utopía, que queríamos construir un mundo donde primara la justicia y la solidaridad entre todos, un mundo donde, ¡por fin! "los nadie", según el verso de Eduardo Galeano, los eternos perdedores pudieran vivir dignamente. Salud para todos, educación de calidad, viviendas, deportes, desarrollo científico, no es poco. Es mucho y el pueblo cubano se lo reconoció. Imposible olvidar la vieja cubana que en la televisión chilena, con motivo de la visita del Papa Francisco a Cuba, se definió agradecida: "soy castrista, santera y católica". ¡Vaya mezcla!

Fidel fue un revolucionario por donde se le mirara. Enfrentarse al país más poderoso de la tierra, sito a 140 millas de sus costas y "mandar a parar", como lo explican los cubanos, en plena guerra fría, soportar un largo bloqueo, darle mejores condiciones a su pueblo fue una tarea gigante. Aunque sus discursos fueran excesivamente largos, sabía transmitir sus convicciones, contagiaba y convencía. Fue el líder inspirador de muchos de nuestros sueños juveniles, de quienes por momentos queríamos tomarnos "todos los Palacios de Invierno", de quienes queríamos cambios importantes en nuestro país. Luego habríamos de rumiar nuestros propios fracasos y por un largo tiempo.

Lo conocí en la Embajada de Cuba en Chile, en noviembre de 1971. Fue una experiencia inolvidable. Que este hombre de 1.90 metros de estatura me haya dirigido la palabra para preguntarme apenas: ¿de dónde tú eres? hizo que me emocionara hasta los huesos. El tiempo transcurrió y empezamos a mirar a Fidel Castro con otros ojos. También a su revolución y a sus dirigentes. La falta de democracia, el acoso a los disidentes, incluidos a quienes habían participado con él en la gesta revolucionaria, los juicios y el fusilamiento al otrora héroe de la revolución el general Arnaldo Ochoa, los cubanos que huían en balsas precarias dejando sus vidas en medio del mar, la corrupción política y los libros que leímos, nos abrieron los ojos a una realidad que confiábamos distinta. También una visita a la isla en pleno período especial en tiempo de paz, justo cuando se había terminado el apoyo que brindaba la ex Unión Soviética. El conversar con los cubanos de la calle, sencillos y corrientes, como los dos chicos que me interpelaban en la puerta principal de la Universidad de La Habana: ¿Le habían dicho que aquí éramos iguales?; o con las buenas amigas periodistas que hice allí y que, algo desconfiadas, contaban de la dura vida que llevaban, pese a declararse acérrimas fidelistas, o la discriminación directa que existía entre los habitantes de La Habana y nosotros los turistas. Todo aquello -y más- fue configurando el cuadro de mi decepción, y que aún las palabras de Volodia Teitelboim, el viejo líder del PC chileno con quien coincidí en el regreso lograron consolarme.

Sus cenizas reposarán en Santiago de Cuba, de donde provenía. Se unirá a los compañeros de lucha que le antecedieron, con Celia Sánchez, la mujer que amó; con Ernesto "Che" Guevara y con Camilo Cienfuegos. En nuestro país seguiremos tratando, aunque cada vez más solos y escépticos, pero sin perder nunca la esperanza de una mayor justicia social, así como la que Fidel, guste o no, supo darle a su pueblo, sin analfabetismo, con un sistema de salud pública para todos, con la mejor educación del continente.