El dedo del Presidente Lagos
Al hacer memoria de los hitos que marcaron la lucha por recuperar la democracia en Chile, el "dedo" del presidente Ricardo Lagos ocupa un lugar destacado. ¡Qué duda cabe!
Para quienes éramos jóvenes -y universitarios en la década de los ochenta- su gesto provocativo en televisión fue, sin dudas, un impulso importante en la lucha que día a día dábamos, a pesar de la adversidad.
Su triunfo ante Joaquín Lavín fue memorable. Su discurso, luego de la primera vuelta electoral donde reconoce que es necesario "escuchar a la gente", marcó un modo de pensar y actuar distinto. La apuesta por avanzar en cambios significativos, ante el sistema instalado por la dictadura, animo el trabajo de muchos dando, finalmente, buenos resultados.
Recuerdo que su gobierno nos pareció bueno. Su figura de presidente recto y con autoridad dio seguridad; sus discursos resultaban elocuentes y motivadores. Conceptos como: "tema país", "una mirada de futuro", "dejar que las instituciones funciones" y sus golpes de autoridad, cuando fueron necesarios, generaban seguridad y el pueblo los aplaudía.
No recuerdo en esos momentos que alguien, en serio, cuestionara su modo de conducir el país. Esto fue tan así que, una vez dejado el gobierno, su figura y personalidad fue reconocida y valorada por muchos. Transversalmente, como está "in" decir hoy, era muy valorado.
Recuerdo que una de las pocas voces discordantes que escuché sobre Lagos fue, ni más ni menos, la de mi madre que, a sus 80 años, reclamaba porque el Presidente Lagos, por el cual había votado, no había cumplido con parte importante de sus compromisos...el Presidente no la convencía, se sentía defraudada.
Hoy, después de 10 años que dejó La Moneda y que busca ser candidato a la presidencia nuevamente, la valoración social y política de su ejercicio presidencial ha sido puesto en duda. Son muchos -y de diversos ámbitos y sectores- que cuestionan con dureza su gobierno, leyes y propuestas de cambio que en él se nacieron y se establecieron.
Sinceramente no tengo la capacidad -y menos el interés- de evaluar su gobierno. Solo recuerdo que a muchos les pareció "bueno" porque diversas puertas de participación y protagonismo de los movimientos sociales se abrieron y, finalmente, dio paso al primer gobierno de la Presidenta Michel Bachelet, que aireó el alma de los chilenos.
Pero también -y con la misma sinceridad- me atrevo a decir que el intento de transformar al Presidente Lagos en un "ser malvado", como hoy vemos en la prensa y en diversos debates, responsable de todos los males que afectan a Chile, es un despropósito y un acto de gran injusticia.
Pienso que el horizonte de Chile sólo será grande en la medida que seamos capaces de reconocer lo bueno del pasado, venga de donde venga; mirar el presente -con sabiduría y ciencia- para entender lo que pasa y proyectarnos al futuro, teniendo como única condición irrenunciable el bienestar de los más pobres y necesitados.
Mientras ellos no estén "bien", la tarea no acaba.