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Reinventarse

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Hace algunos días me encontré con un viejo amigo, alguien con quien no conversaba desde hace algún tiempo, y en la breve conversación callejera surgió entre otros este diálogo ¿...y cómo estás, cómo va la oficina?, bueno ahí estamos, reinventándonos. Esa palabra, reinventándonos me resultó muy conocida, la he escuchado en muchos y pareciera ser que lo que está en el ambiente y tocándonos o más bien zamarreándonos es la idea de reinventarse, algo nos dice que las cosas están cambiando y quizás nada volverá a ser igual, ello parece sugerir que las viejas prácticas, saberes y sobre todo formas de actuar que antes nos permitían jugar, están fuera de lugar y tiempo, offside, en consecuencia, buscar en otros escenarios e intentar cambiar es el llamado que nos hace nuestro sentido común acompañado de la propuesta de reinventarse o morir.

Sin embargo es difícil reinventarse, se requiere tener una flexibilidad mental que pocas personas tienen, porque lo que surge ante ciertos fracasos y pesimismo es la idea de "ya pasará", es decir nuestra creencia acomodaticia es que vendrán tiempos mejores, una suerte de nuevos veranitos, pero la realidad nos muestra con dureza que eso difícilmente ocurrirá en el mismo escenario al que estamos acostumbrados, vivimos en una modernidad líquida y los pilares que hemos construidos tienden a perder su capacidad de soporte, en ese juego de equilibrios precarios vemos que ya no somos competitivos, y si alguna palabra acompaña el reinventarse, es la palabra competitividad.

Quizás todos deberíamos reinventarnos, porque los tiempos que corren son en extremo dinámicos y los recursos y oportunidades fluyen a otras velocidades, y además son otras las necesidades, es decir, son otras las urgencias porque al parecer vivimos en tiempos de urgencias, de inmediatez, algo que nos recuerdan los teóricos de la conspiración que cambian constantemente el fin del mundo para el próximo mes, son unos tiempos a la velocidad de internet y acelerando, pero sin tener claridad hacia dónde vamos.

Es también muy fácil volverse loco, buscar por allí donde nunca se han tenido competencias y donde nunca han estado nuestros intereses, y errar, es decir el fracaso esta a la vuelta de la esquina. Al mirar en perspectiva esta realidad globalizada que vivimos y en relación a las competencias que hemos adquirido, aún las más modestas, quizás, y solo quizás, una solución sea cambiarse de posición para tener un nuevo enfoque, porque nuestros saberes y habilidades siguen siendo valiosos y su vigencia dependerá en parte de la lectura que hagamos de la realidad, es decir, y parafraseando a Tancredi del IL gattopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, todo cambia para seguir igual, lo que pasa que no nos podemos quedar estáticos.

Hay que reinventarse es cierto, pero hay que mantener la calma y aprender a leer los tiempos del cambio, esto es fácil de decir y claramente muy difícil de hacer, pero en cada competencia y/o habilidad que hemos adquirido tanto en la vida como en los estudios, hay ventajas competitivas que probablemente aun no las hemos ocupado, porque la desazón no nos ha dejado la tranquilidad mental para evaluarlas, para recordarlas, quizás eso entre otros desafíos sea el reinventarse.

Víctimas de accidentes de tránsito

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El 20 de noviembre se conmemoró el Día Mundial de Víctimas de Accidentes de Tránsito, una fecha que vale la pena recordar en nuestro país. Aunque Chile muestra un menor número de accidentes de tránsito en comparación con otros países de América Latina, aún es la primera causa de muerte en el rango de 15 a 29 años de edad.

En el mundo se calcula que cada día mueren alrededor de 3.500 personas en las carreteras, siendo los niños, peatones, ciclistas y ancianos los usuarios más vulnerables de la vía pública.

A ello se suman las familias que sufren la pérdida inesperada de un ser querido, produciendo un daño sicológico a veces irreparable y al cual, muchas veces, se suma un problema económico cuando los afectados son proveedores de la familia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) trabaja con asociados, gubernamentales y no gubernamentales, de todo el mundo para prevenir los accidentes de tránsito y promover las buenas prácticas, como el uso del casco o del cinturón de seguridad, no beber y conducir, y evitar los excesos de velocidad.

Hoy más que nunca, entonces, cobran importancia campañas como Si bebes, pasa las llaves o la Ley Emilia, como medidas que colaboran con la prevención. Junto con ello, es necesario tener presente otros aspectos como la mantención de las calles y los vehículos, señalización de tránsito adecuada y mantenida, reforzar el uso de cinturones de seguridad en todo tipo de transporte y de sillas especiales para niño/as y bebés.

En Chile nos encontramos al debe en nuestra capacidad de respuesta frente a las emergencias ocasionadas por los accidentes de tránsito, nos falta una red asistencial de emergencia con una capacidad adecuada a las urbes que corresponde atender.

En Santiago, por ejemplo, el Samu (Servicio de Atención Médica de Urgencia) cuenta con una dotación de 37 móviles para toda la provincia, que aunque fue aumentada este año, sigue siendo insuficiente.

Además, en materia de rehabilitación de adultos, aún no brindamos tratamiento adecuado a las víctimas con secuelas graves.

¿Dónde están las prioridades?

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Los últimos días hemos asistido a un vigoroso cuestionamiento por parte de la Superintendencia de Salud, de la Contraloría General de la República y muy especialmente de los medios de comunicación, a la verticalización de las Isapres y del incumplimiento de la ley, por la persistente presencia de ejecutivos de las aseguradoras en cargos relevantes en los prestadores.

Por cierto que la ley debe cumplirse, y la vigilancia de este tema es bienvenida, pero este es un problema que afectaría a cerca del 25% de la población más rica de Chile, que voluntariamente cotiza en Isapres y escoge prestadores.

Sin embargo poco se comenta, vigila o censura el hecho que el otro 75% de la población, precisamente aquellos con menos acceso a recursos económicos, está en la práctica "capturado" por el Fonasa y el sistema público de atención de Salud.

Estas personas son rehenes de un efectivo chantaje por parte de las asociaciones de empleados públicos, muchos de los cuales están impedidos legalmente de declarase en huelga, y no trepidan en afectar gravemente la provisión de servicios de salud esenciales para la población, además de otros muy relevantes para la vida normal, como el Registro Civil, Aduanas, Servicio Médico Legal, etc.

Es más, sólo se informó que "el paro fiscal obligó a suspender 16.000 interconsultas y 5.000 cirugías previamente programadas; alcaldes reconocieron en su oportunidad que los "turnos éticos", no dieron abasto para responder a las necesidades.

Todo esto en medio de una obvia y permanente crisis de la atención de Salud Primaria.

¿Por qué las autoridades no dedicaron mayor energía y vigilancia, ni aplicaron las herramientas legales de que disponen para proteger a los más desvalidos?

En la práctica, este accionar conduce a proteger a los más protegidos y a descuidar a los más vulnerables.

Creo que ya es tiempo de exigir ordenar las prioridades, por el bien de la salud de nuestro país y de la inmensa mayoría de los chilenos que se atienden en el sector público.