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En recuerdo de Nico

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"Tía, ayer fui a ver al Nico. Me costó encontrarlo." Ya pasó un mes desde que asesinaron a nuestro alumno Nicolás.

Desde marzo que estoy trabajando como profesora en un colegio en Coronel, en una institución consolidada, con ganas de que sus alumnos salgan adelante y se olviden de esta desesperanza aprendida tan arraigada en ellos. A pesar de estas buenas intenciones, la tarea de educar desde el corazón, con el foco puesto en ellos como protagonistas de su aprendizaje se hace difícil.

Estamos en una sociedad violenta y esa violencia está muy presente en mis alumnos. Peleas, amenazas de muerte, agresión verbal, bulling y drogas, esa es la realidad de muchos adolescentes de nuestra región, y sin duda alguna, los medios de comunicación se hacen cargo de la onda expansiva. Y no se trata de de episodios aislados, se trata de una forma de vida, una manera de relacionarse y validarse que también opera en nuestros patios y salas de clases.

La situación social de muchos jóvenes los lleva a educarse en las calles, lejos de valores como el respeto y la lealtad. Y es por esto que el colegio ocupa un rol tan relevante en los sectores más estigmatizados de la sociedad. Nuestros alumnos encuentran en sus colegios un espacio (a veces único) para desarrollar habilidades, cultivar valores y adquirir conocimientos que le servirán para desarrollarse académicamente. Pero sobre todo debiera ser un espacio que los acoja y crea en ellos y en su capacidad de romper paradigmas. Es ahí donde estamos fallando, no estamos apostando por nuestros jóvenes, no estamos destacando sus habilidades y sobre todo no logramos encantarlos con un futuro mejorado. La muerte de mi estudiante es responsabilidad de todos los que estamos en educación, no fuimos competentes.

Sin embargo, solo en mi colegio, tengo 515 oportunidades de romper un ciclo de violencia y desesperanza, de apostar todas mis fichas para construir un nuevo futuro para ellos y para nosotros como sociedad. Es una cosa de acción y actitud, las palabras y las buenas intenciones no alcanzan. Yo me estoy haciendo cargo, ayudándolos a desarrollar sus habilidades, creyendo en ellos y sobre todo, mostrándoles que es posible.

Merecido galardón para Juan Arévalo Figueroa

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No cabe duda, el premio regional otorgado al actor y profesor Juan Arévalo Figueroa en Artes Escénicas Tennyson Ferrada, por el Gobierno de la Región del Biobío es totalmente merecido debido a la extraordinaria labor desplegada desde su llegada a la zona procedente de su natal Angol.

Sus inicios acá se remontan a los años 1955-1958 cuando entró y estudió Derecho en la Universidad de Concepción, carrera que no concluyó, no por falta de capacidades, sino porque se dio cuenta que sus intereses giraban en el medio teatral, por lo que atinadamente se cambió a estudiar este arte en la Universidades de Chile y Católica de la Santísima Concepción.

De ahí en adelante, su carrera como actor y docente fue cada vez más ambiciosa, la que la combinó como funcionario de la Municipalidad de Talcahuano, desempeñándose como profesional en la Dirección de Extensión Cultural y Turismo, relacionándose especialmente con grupos que participaban de sus mismos intereses.

La docencia fue otro de sus grandes logros en planteles de educación media y superior, donde sus alumnos tenían la gran oportunidad de conocer su acabada experiencia en actuación y dirección teatral, especialmente.

Su extensa actividad artístico cultural la desarrolló prácticamente en su totalidad en la zona, aunque su trascendencia fue mucho más allá del quehacer regional, llamando la atención de directores de teatro y de cine, quienes lo invitaron participar en diversas producciones, que también permitieron a Juan vincularse con artistas de reconocida trayectoria a nivel nacional.

Acá en Concepción trabajó, y aún lo hace, con diversas compañías, destacándose el Teatro Universitario de Concepción, TUC, El Rostro, Artistas del Acero, además de Compañías Independientes, realizando paralelamente algunas incursiones en Santiago y Colombia, hasta donde llegó gracias a sus reconocidas capacidades.

En el cine, son aplaudidas sus actuaciones en los largometrajes "Johnny Cien Pesos" (2016), producida por Gustavo Graef-Marino; Padre, 2014-2015, producida por Samuel Rubilar y Bodas de Oro, 2013, de UST. Otros títulos son El último Quilombo, Cicatrices, Teo busca a Teo, Sub Terra, Fin de Fiesta, El vendedor de palabras y Las horas y los siglos.

En el año 2008 obtiene el Premio Municipalidad de Talcahuano sobre Arte y Cultura, lo que fue un reconocimiento a la destacada labor realizada en la comuna en los temas que son de su dominio.

El estímulo proporcionado por el jurado regional, integrado por Marcia Orellana, Freddy Neira, Magaly Mella, Sandra Santander, Marcelo Bravo, María Isabel López y Pedro Cruces a todas luces es muy atinado, atendiendo a la fructífera labor desempeñada por Juan Arévalo en la Región y su alcance a nivel país.