A la caza del fraude
Con tanto fraude ocurrido este último tiempo en nuestro país, la Auditoría Forense se ha transformado en un tipo de auditoria crucial para levantar colusiones y otros actos de irregularidades. Detrás, hay un profesional que se ha transformado en un riesgo para las empresas que aplican malas prácticas estratégicas en desmedro de una competencia sana y transparente: es el contador auditor.
Hace pocos días, se detectaron irregularidades en los fondos de inversiones manejados por la compañía Aurus, para sus modalidades Aurus Insignia y Aurus Global. Ante inconsistencias en la valorización de operaciones y derivados y de algunas cuotas de fondos de inversión privados, el informe pertinente concluyó que es posible establecer que existe daño en el patrimonio de los fondos en torno a un 20% en el caso de los primeros, y de un 30% en el caso de los segundos.
¿Cómo se logró arribar a estas lapidarias conclusiones? Tras haber realizado una auditoria interna. La auditoría interna clásica se ha venido ocupando fundamentalmente del sistema de control interno, es decir, del conjunto de medidas, políticas y procedimientos establecidos en las empresas para proteger el activo, minimizar las posibilidades de fraude, evaluar y medir los riesgos, incrementar la eficiencia operativa y optimizar la calidad de la información económico-financiera.
Anteriormente, dicho control lo ejercía directamente la dirección de la empresa por medio de un permanente contacto con sus mandos intermedios, y hasta con sus empleados. Sin embargo, en la gran empresa moderna, esta peculiar forma de ejercer el control ya no es posible hoy día. De ahí la emergencia y la importancia de la auditoría interna.
La necesidad de este proceso se pone de manifiesto en una empresa a medida que esta aumenta en volumen, en extensión geográfica y complejidad y, por tanto, se hace imposible el control directo de las operaciones por parte de la dirección. Es decir, los contadores auditores evalúan un sistema de gestión de riesgo corporativo, que permita a la dirección de la empresa velar por el cumplimiento de sus funciones y responsabilidades, con análisis objetivos, evaluaciones, recomendaciones y comentarios pertinentes sobre las operaciones examinadas, para medir y evaluar los riesgos de la organización.
Los auditores son capaces de descubrir información fraudulenta y de detectar eventuales manipulaciones, falsificaciones o alteraciones de los libros de contabilidad o documentos en base a los cuales se preparan los estados financieros.
Pero son igualmente requeridos en el mercado para planificar, integrar y recomendar las buenas prácticas en el desarrollo normal de cualquier tipo de empresas, en distintas especialidades como la auditoría interna, externa, forense, informática y tributaria.
Más allá de la triste contingencia, en la cual la palabra fraude parece tomarse la agenda de los medios de comunicación, el desafío fundamental para las instituciones de educación superior, entonces, es preparar profesionales independientes, éticos y objetivos, tres principios básicos del contador auditor que nos pueden hacer depositar la buena fe en las próximas generaciones.