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Creer en la capacidad de los estudiantes es el motor que guía la labor docente

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"No murió una lacra: murió mi alumno". Corría agosto de este año y esta oración, que fue parte de un relato contado a través de Twitter, acaparó titulares, transformándose en el mejor retrato de una realidad que tiene dos caras. Mientras algunos expresaban cierto grado de alegría porque dos adolescentes que habían robado un vehículo fallecieran después de estrellarlo contra un árbol, una mujer que fue profesora jefe de uno de ellos manifestaba su tristeza y contaba cómo las circunstancias determinaron que el joven delinquiera y terminara perdiendo su vida.

Aunque la profesión de ella no era la pedagogía, pues es psicóloga, con estas palabras fue capaz de demostrar que lo que muchos ven como un punto negro de la sociedad, un factor que hace crecer las cifras negativas, otros lo reconocen como una persona que se equivocó y no sólo tiene derecho a una nueva oportunidad, sino que se sienten arquitectos y constructores del camino que recorra esa vida. Es por eso que sienten suyo el éxito y una responsabilidad propia el fracaso.

Precisamente ese motor guía a los profesores que, día a día, ejercen mucho más que la docencia al interior de "El Renoval", escuela de educación formal de la Fundación Tierra de Esperanza que funciona al interior del Centro de Internación Provisoria y de Régimen Cerrado (CIP-CRC) de Coronel, dependiente del Servicio Nacional de Menores (ver recuadro).

CREER PARA QUE CREAN

Con alumnos cursando estudios en enseñanza básica y media mientras están cumpliendo su sanción, la directora del establecimiento, Margarita Geldres, cuenta que son diversos los desafíos que deben superar los profesores al interior del aula, los que van mucho más allá de los contenidos y que requieren un ingrediente esencial: creer en los jóvenes.

Es probablemente ese el aspecto que refleja el trascendental papel que un maestro puede cumplir en la vida de una persona; algo que se destaca en el Día del Profesor, que se celebra oficialmente hoy, 16 de octubre.

Esto se vuelve especialmente determinante al ejercer la docencia en un contexto de encierro, donde el trabajo es con jóvenes a quienes su realidad les ha dicho que están condenados a seguir el mismo recorrido que los llevó a cometer delitos, porque esa es la vida que les tocó, porque no serán capaces de llegar más lejos.

Y de eso sabe Geldres. Ella, profesora de Historia y Geografía, dirige el establecimiento desde su fundación en el 2011 y antes había trabajado al interior del CIP-CRC de Coronel pero en otras modalidades de enseñanza. "Una de las particularidades de los jóvenes es su precaria motivación inicial por aprender, principalmente porque las experiencias de vinculación con la escuela que tuvieron en el medio libre, sus trayectorias escolares, hablan de mucho fracaso y deserción. Normalmente estuvieron insertos en un sistema que se encargó de hacerles creer que no era posible estudiar o que estudiar no era para ellos", explica.

Lo anterior, dice, se suma al consumo problemático de drogas, a la violencia y las carencias familiares; todos factores que condicionan negativamente la motivación por estudiar, agravantes en cualquier establecimiento educacional del medio libre cuando están presentes en un estudiante, pero que en la privación de libertad caracterizan casi al 100% de los alumnos. "El proceso de aprendizaje inicialmente es muy difícil y por eso, antes de matemáticas, lenguaje o historia, hay que fortalecerlos a ellos, que recuperen su autoestima, que crean y aprendan que sí son capaces y que es posible seguir estudiando", asevera.

ESTAR CONVENCIDOS

Ésta también es la convicción de Cynthia Faúndez, profesora de Lenguaje y Comunicación, mención Educación Básica, quien trabaja desde hace cuatro años en "El Renoval". "Tenemos que creer en nuestros jóvenes. Es cierto que han cometido errores, pero pueden salir adelante, romper barreras y por eso deben confiar en ellos mismos y para que eso suceda, tenemos que nosotros, como profesores, confiar en ellos. De otro modo no lo logramos y todos los profesores estamos convencidos de que sí podemos", comenta.

El vínculo que se genera con los estudiantes también marca la diferencia en lo que ella define como un complicado, pero lindo reto. Aunque antes se había desempeñado en un establecimiento altamente vulnerable en una comuna de la Región Metropolitana, confiesa que los inicios en el contexto de encierro no fueron fáciles y que mucho se relacionaba con el estigma y los prejuicios hacia este tipo de realidad. "No es que sucedieran situaciones malas al interior de la sala de clases, pero uno tiene susto porque no sabes si estás capacitada para enfrentar este nuevo mundo. Pero, al tiempo formas lazos, generas empatía porque conoces a los chicos y también un respeto mutuo, pero no es que ellos me respeten porque yo tengo título de profesora, es porque uno los trata como personas que tienen derechos, les demuestras cariño y preocupación. Lo que nosotros vemos es a un grupo de chiquillos que son capaces, no a delincuentes", manifiesta.

ASEGURAR EL ÉXITO

La relación que el profesor genere con el estudiante es clave para conocer su historia y, de esta forma, generar un sentido de pertenencia y pertinencia. Según Margarita Geldres esto también contribuye a motivar a los jóvenes, donde la tarea inicial del docente es asegurar el éxito. "Eso significa reconocer el éxito en pequeños logros, reforzando positivamente lo que se alcance, aún cuando no esté en un 100%", apunta. Aclara que eso no es sinónimo de premiar el error, sino que es tener una mirada alentadora. "De otro modo es muy fácil que un chiquillo se pare y diga que no es capaz, se vaya y lo perdamos", apunta.

Cree que además de confiar en los jóvenes, otra de las formas de reforzar su autoestima y motivarlos es mostrarle que hay estudiantes que fueron capaces de revertir esa suerte de profecía que les decía que el camino que debían recorrer estaba muy distante de seguir con la educación.

Cynthia y Margarita afirman que hay experiencias de jóvenes que han optado por continuar con estudios superiores y que además de ser el mejor reflejo de que sí es posible, es un logro que les da enorme satisfacción.

Es por eso que otro aspecto que la directora Margarita Geldres recalca es que este trabajo más bien intangible del docente no significa que la enseñanza y aprendizaje de contenidos concretos no sea importante, pues se trata de una escuela formal. Desde ese punto de vista, afirma que la mayoría de los procesos educativos que ocurren al interior del establecimiento son exitosos, pues los alumnos han mejorado de su situación inicial, aunque esto no siempre se condice con la promoción de curso. "No por estar en este contexto de encierro perdemos la exigencia o el foco. No queremos ser una escuela reproductora de la pobreza o de las desigualdades sociales, ni certificar competencias que no están, eso sólo generará dificultades en el futuro. Lo que queremos es que nuestros jóvenes se puedan insertar adecuadamente en el medio libre y es por eso que la promoción está cuando existen los méritos suficientes", manifiesta.

MENOS POBREZA

Y MÁS LIBERTAD

En ese sentido, hay otro aspecto que considera totalmente primordial a la hora de pensar en el rol de los profesores, sobre todo cuando se ejerce la profesión en medio de contextos de vulnerabilidad y necesidades; es una convencida de que la educación es una de las mejores herramientas para superar la pobreza y no sólo mirándola desde el punto de vista económico, donde mientras más estudios hay más posibilidades de obtener buenos trabajos y optar a mejores sueldos. "El concepto de pobreza va mucho más allá de las carencias socioeconómicas que sin dudas están. La principal pobreza que uno constata al conocer a los estudiantes es de autoestima, consideran que no tienen capacidades para estudiar y normalmente llegan diciendo que son buenos para robar y que es lo único que saben hacer. La superación de la pobreza es que reconozcan la riqueza en su interior, que tienen otras alternativas, que son capaces de hacer otras cosas", asegura.

Desde allí, Cynthia Faúndez releva que la educación es también un instrumento para la libertad. "Los chicos están físicamente encerrados, pero no mentalmente. Entonces hay que formar personas que realmente sean capaces de reinsertarse socialmente", plantea.

El testimonio de Guillermo, de 19 años, puede ser un gran ejemplo de lo anterior. Cursó primero, segundo y tercero de enseñanza media en "El Renoval" y actualmente, ya en libertad, está estudiando para terminar el cuarto medio en un establecimiento regular en la comuna de Hualpén.

De sus profesoras, el joven no sólo rescata la enseñanza de contenidos formales que le permitieron ir pasando cada curso, sino que el impulso que le entregaron para decidir terminar sus estudios, demostrando así el rol invaluable de los docentes en su vida y en la de los demás. "Nos motivan para salir adelante, para trabajar por lo que nos proponemos y cumplir nuestras metas. Nos demostraron que somos capaces", concluye.