A Dios queremos…
…A Dios queremos, en nuestras leyes, en las escuelas y en el hogar…cantábamos como niñas y jóvenes que éramos entonces, durante las misas en nuestro colegio y algo semejante a una semilla habrá caído en las circunvoluciones y surcos de nuestros cerebros, en aquellas generaciones en que, al menos, tuvimos la enseñanza de una cultura religiosa; una base mínima para mejor entender la ética y lograr cada una así, una escala de valores que bastante nos ha servido en la vida.
Inevitable es recordar a una reina de la Facultad de la Universidad de mis tiempos, que ya en esos años no tenía la menor idea de qué era aquello de la escala de valores. Imagino que si entonces se desconocía, es decir en las postrimerías del siglo pasado, con mayor razón ahora que la cultura en religiosidad o espiritual está ausente de cualquier plan de estudios.
Y menciono cultura en religiosidad, porque cualquier humano educable debería conocer el tema. Independientemente de la religión que se profese, deberíamos cultivar esa área espiritual, tanto como las otras áreas física, creativa y sexual, emocional, sentimientos, comunicación e intelectual si queremos jactarnos de ser seres integrales.
¿Dios en nuestras leyes? Al parecer no lo hemos querido presente, dado el desbarajuste que sufrimos en variados ámbitos que es largo de enumerar; ¿En las escuelas y Sename? ¿En el hogar?
Sin Dios ni Ley, es el desafiante slogan que nos embarga, de capitán a paje o transversalmente como siúticamente escuchamos decir, en este afanoso eufemismo en ideas y conceptos, queriendo ser modernos y pseudo-creativos para desmejorar cada vez más nuestros entornos con pequeños y radicales cambios que, como granos de arena han contribuido a cavar nuestra propia decadencia; cambiándonos y sustituyendo también las letras de esas canciones religiosas de antaño con sentidos y mensajes, talvez subliminales pero efectivos; nada semejante al charrangueo dominical que una no alcanza a memorizar cuando ya la cambian por otra y otra, que poco colaboran a mantener el recogimiento con que nos acercamos a una misa y para participar cantando…"tus gracias todas, hoy imploramos, que ellas protejan nuestra nación…"
Y dado que el narcisismo es la suprema aspiración actual, al menos que ese narciso sea instruido y educado a la vez, manifestando así todo su máximo esplendor, lamentablemente no para ahogarse en un espejo de agua, sino en las nunca mejor ponderadas selfies.