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La filosofía no puede morir en el aula escolar

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¿Por qué hacer agonizar la filosofía, intentando integrarla a una serie de disciplinas en un afán de construir una ética de un buen ciudadano?

Extraño intento en un momento crucial en que se necesita reflexionar hacia dónde va la educación.

La Unesco, ese organismo internacional guardián de la educación, la ciencia y la cultura, sostenía que "la educación es un instrumento precioso que depende de quién lo emplee y a quién se dirija y agregaba que "educar no es enseñar contenidos a X, sino que enseñar a Juan, considerando todas sus peculiaridades sicológicas, para enseñar los contenidos".

La filosofía no puede desdibujarse ni banalizarse al intentar introducirla en una malla curricular más amplia. No se puede borrar en un solo intento las reflexiones, los modelos y guía de los filósofos que han orientado e inspirado la vida de tantos escolares.

¿Podemos ignorar a Sócrates, ese maestro del diálogo que enseñó a sus discípulos a conocerse a sí mismos para contribuir a la grandeza de la polis, su ciudad?

¿Podemos negarle a los estudiantes reflexionar, soñar con las utopías en cuyo intento Platón bosquejó un estado de excelencia, meritocrático, cuyos gobernantes serían los más sabios?

¿Debemos no encauzar a nuestros estudiantes en la reflexión sobre las leyes que rigen el pensamiento verdadero y ejercitarles en el arte de la argumentación. Como lo propuso el filósofo de la lógica, Aristóteles?

¿Debemos olvidar a Descartes, el filósofo de la duda metódica con la cual intentó perfeccionar el espíritu del hombre de modo que adquiriese la capacidad de discernimiento para hacerlo apto para alcanzar la verdad en el ámbito teórico y práctico a sus seguidores, Pascal, Malebranche, Spinoza y Leibniz?

Y si de la ética del buen ciudadano se trata, no podemos olvidar al filósofo Immanuel Kant en su obra Crítica a la Razón Práctica, donde plantea a través de la categoría a priori: "El imperativo categórico", a saber "obra de tal modo que la máxima de tu buena voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal, puesto que el ser humano no es un medio, sino un fin en sí mismo".

Borrar en la nebulosa del olvido el espíritu del juego que brilló en todo su esplendor el Siglo V A.C. es desconocer las raíces de nuestra cultura occidental, olvidar la herencia de las democracias, omitir nombres de grandes legisladores. Es negar el origen de la ciencia, de la astronomía, de las matemáticas, de la geometría, de la historia, del teatro, de la arquitectura, del arte y de la belleza de pensar.

Es no darles acceso a nuestros estudiantes al afán de conocer esa sabiduría que pueda transformarlos en seres más humanos, más respetuosos de sí mismos y de los demás, más comprensivos y más comprometidos.

Y, por último, si la filosofía llegase a ser absorbida a través de ese tejido curricular que se intenta construir, se podría parafrasear a Nietzsche enunciando: "!La filosofía ha muerto en el aula escolar!".

Un nuevo tipo de ciudadano está en vía de construcción y experimentando y emulando las conductas, las características de los personajes de Un Mundo Feliz, de Aldous Huxley.