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Creo (en) un Chile más justo

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Cuando llegamos a este mundo, llegamos sin haber desarrollado ninguna habilidad lógica. No hay palabras, no hay números, no hay historia ni lenguaje para construirla. El único recurso con que contamos es nuestra creatividad. Desde el nacimiento todo aprendizaje surge de la inventiva, la imaginación y la capacidad de nuestros sentidos de reconocer su entorno. Sin embargo, durante años de escolaridad nos esforzamos por tapar estas competencias innatas con otras habilidades adquiridas, muchas veces a la fuerza. Las escuelas y los educadores nos esforzamos, entonces, en construir estrategias e instrumentos que nos permitan desarrollar, medir y asegurar un estándar.

En Chile las evaluaciones nos muestran que las habilidades lógicas después de 12 años de escolaridad se han desarrollado de forma ineficiente y altamente desigual. El año pasado de los 252.326 jóvenes que rindieron la PSU 128.917 no superaron los 500 puntos, de esos 82.757 obtuvieron 450 puntos o menos y el promedio entre colegios particulares pagados y colegios municipales se separa por más de 140 puntos. Alarmante, estamos apuntando en la dirección incorrecta.

Mi primera propuesta es aprender y enseñar a valorar la diversidad. Cada educador, profesor, profesora, padre, madre, tutor, líder tiene que ser capaz de generar un espacio de confianza donde cada niño pueda desarrollar sus talentos, tiene que cambiar el entorno para que cada estudiante se cambie a sí mismo y se transforme en un agente de cambio para él, su familia y su comunidad.

En Enseña Chile estamos seguros que mejorar la educación de Chile es posible si conocemos el aporte que cada uno de nosotros tiene que hacer para construir mayores oportunidades para nuestros niños. El problema no es "del sistema", mucho menos "es culpa de los profesores", la responsabilidad es de todos y la experiencia nos convence de que el aporte de nuestros profesionales en la sala de clase no hace más que contribuir a valorar esta diversidad y que es la mejora continua el único camino hacia reducir la brecha educacional del país.

Volvamos a los inicios, retomemos nuestra creatividad, démosle a cada niño y niña la oportunidad de crecer desde su originalidad, valoremos nuestras legítimas diferencias porque un Chile más justo se construye desde la sala de clases.

¿Dónde estás Federico?

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Ochenta años se cumplieron el 18 de agosto, del asesinato del poeta contemporáneo más conocido y admirado de la lengua castellana, Federico García Lorca (1898-1936), largo tiempo en el cual se desconoce dónde están los restos del "desaparecido más famoso y más llorado del mundo", como lo califica Ian Gibson, uno de sus biógrafos.

Hay varias teorías sobre el destino del cuerpo del poeta. ¿Fueron trasladados a los pocos días por los sublevados, conscientes del "error" cometido, a un paradero secreto? ¿Podría ser cierto que el régimen de Franco los exhumara en una fecha posterior? ¿Aparecieron en 1986, cuando cercaban el parque de Alfacar que lleva su nombre y fueron ocultados ilegalmente en otro rincón del paraje? He asistido a múltiples conferencias, charlas y he leído libros sobre el tema y siempre esta gran pregunta queda en el aire: ¿Dónde estás Federico?

Años atrás, viajando por Andalucía, instalada en la bella Granada (tu elegía Granada la dicen las estrellas/que horadan desde el cielo tú negro corazón) me dirigí a Fuentevaqueros, lugar de su nacimiento. No más subirme al bus que me llevaría a mi poética peregrinación, en un trayecto bordeado de olivos y trigales sentí un ambiente muy familiar, muy nuestro, la cordialidad de los andaluces con los afuerinos. En eso nos parecemos.

En esta fecha, mis recuerdos fluyen a esa visita inolvidable en todos sus detalles, en el recorrido por la casa-museo y el memorial más grande que la pequeña plaza del pueblo. Acercarse en algo a lo que fue el niño y el joven Federico, en medio de los naranjos, donde transcurrió esa edad de oro, el paraíso de su infancia, como él la describiera. Fui atendida e informada sobre los avatares de su breve vida, pero en la cual creó una obra enorme y sugestiva que nos sigue conmoviendo e iluminando. Tanto que creí escuchar, en su propia voz, su verso de despedida: si muero/dejad el balcón abierto.

Federico García Lorca es una leyenda, un mito. Su trágica muerte contribuyó a forjarlo. Símbolo máximo del horror de una guerra fraticida o de una cruel intolerancia por su homosexualidad, mal vista, por quienes se tomaron el poder. El asesinato hizo cerrar filas en torno a su memoria a poetas como Antonio Machado, a sus compañeros de la generación de 1927 o a Miguel Hernández, quien en la celda donde murió en manos de los mismos sublevados, tenía un ejemplar del "Romancero Gitano". Pablo Neruda fue su amigo, le quiso, compartió con él y le dedicó un poema y lo mencionó en varios otros (Federico por ti pintan de azul los hospitales). Su muerte no solo conmovió a los artistas, también a estadistas y jefes de estado que le enrostraron al mismo Franco la insania de asesinar un poeta.

Estudios, homenajes, publicaciones, reediciones se suceden en esta fecha. Su maciza obra desde Romancero Gitano a Bodas de Sangre, Doña Rosita la Soltera, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, o el Diván del Tamarit, está atravesada por un profundo sentido de lo popular español, que alude a saberes, creencias y sentimientos a la forma de celebración de la vida (y la muerte) en las manifestaciones folclóricas de toda la península. Está profundamente arraigada en el alma de los españoles y de los hispanoparlantes. Y desde allí no saldrá fácilmente.