Fue la aventura de un hombre que debió hacerse cargo de su familia, su madre viuda y sus cuatro hermanos y que entre otros emprendimientos levantados durante su vida llevó a sentar las bases de la industria de la harina y conservas de pescado en la región y en el país. Es la historia de Yerko Rendic.
El nació en 1901 y residente en Santiago le gustaba mucho el pescado; iba a los restoranes pero nunca encontraba lo que deseaba. Entonces pensó cómo traer su propio pescado fresco y se propuso ir a buscarlo a Valparaíso. Se asoció con un amigo y uno se iba una semana a Valparaíso, y el otro recibía la mercadería en Santiago y la entregaba en los restoranes. El negocio fructificó hasta el punto que instalaron un puesto en el Mercado Central.
Un día don Yerko estaba en su oficina y llamó su peluquero que estaba en el primer piso para ir a cortarse el pelo. Cuando llegó un americano había tomado su turno pero se le quedó una revista escrita en inglés que él leyó y trataba sobre conservas, de cómo poner el pescado en latas.
Y aquí es donde comienza la historia según la va relatando su hijo menor, Marko quien en nombre de su padre recibió un especial reconocimiento de la Asociación de Industriales Pesqueros (Asipes), como uno de los pionero del sector en el país.
Dice que por el año 1934 su padre regresó de la pampa donde por más de 10 años trabajó en la industria salitrera, tras haber tomado un curso rápido de contabilidad. Es que su abuelo murió joven y él tuvo que irse a la pampa a trabajar al norte para mantener a su madre y educar a sus hermanos menores. De vuelta en Santiago con algo de capital, decidió instalarse en una oficina en la calle Agustinas 872 a ver qué hacía. Con un socio empezaron a vender neumáticos y otras cosas hasta que se metieron en el negocio de los pescados.
Marko Rendic, relata que cuando su padre vio aquella revista pensó que eso es lo que había que hacer, porque traer pescado fresco, era más complicado. Y en aquella época descubrió que Talcahuano era el lugar donde había más materia prima. Se vino a Talcahuano y montó una pequeña autoclave frente a la isla Rocuant y ahí empieza a poner en conserva los pescados en su fábrica que bautizó Wirenbo.
El nombre de la fábrica, y que como marca se mantiene hasta el día d hoy, tiene su origen en la sociedad que creó con sus dos amigos alemanes; Witting y Boyens y que corresponden a las iniciales de sus apellidos: Wi, de Wittng; Ren, de Rendic y Bo, de Boyens.
Marko Rendic, estima que debieron ser más de dos mil personas las que trabajaron en esta fábrica que empezó a crecer, hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial y a su padre lo llamó el cónsul de Estados Unidos que sabía que tenía dos socios alemanes y que sospechaba que sus socios alemanes le estaban vendiendo petróleo a los submarinos alemanes y le dieron un ultimátum.
¡Usted o se deshace de los socios o n o le vendemos más hojalata! Rendic padre fue donde sus socios a quienes les informó sobre la exigencia, así es que les compró su parte y se quedó como único dueño en Wirenbo.
La empresa crecía y la II Guerra también. Instala en Coquimbo una segunda planta y luego funda la Pesquera Iquique que se transformó en la matriz de Wirenbo. Más tarde vendería su participación en las pesqueras a los Angelini, sus actuales dueños.
En la segunda mitad de los años 60 después de haber estado asociado con gente como Starkist en Estados Unidos desde donde traía los barcos pesqueros de San Diego, decidió retirarse a un campo en la península de Tumbes que tenía para cazar perdices con Witting y Boyens, y ahí se terminaron jugando el campo, de unas 150 hectáreas, al cacho para ver quien se quedaba con el.
El murió a los 70 años de edad, en los 70, "que no son como los 70 de hoy", dice Marko.
Él fue el pionero. Trajo la primera planta de harina de Chile a Talcahuano. Llegó a tener una flota de 10 a 12 barcos pesqueros iniciando la pesca industrial. "Me obligaba ir a pescar. Me acuerdo del Penguin, uno de los más grandes barcos, me sacaban dos o tres días para afuera y me mareaba como pollo", recuerda, su hijo.
Pero ninguno de sus hijos mantuvo la actividad pesquera.
"Mi papá se casó muy viejo, ya tenía 40 años, entonces cuando él vendió todo eso, nosotros éramos muy chicos para poder actuar en las empresas, yo tenía 8 ó 10 años y mi hermano mayor tenía 16, no pudo haber una continuidad".
Pero los Rendic siguen dejando huellas en el quehacer económico y cultural de Chile. Ellos son cinco hermanos, dos hombres y tres mujeres. "Mi hermano mayor vive en Miami y es distribuidor de tintas para periódicos y revistas, mi otra hermana vive en Manhattan, mi hermana Drina que vive en Santiago, que es un activa promotora cultural y mi hermana Daniza".
Y Marko, el menor, quien vivió 10 años en Estados Unidos, 25 en Puerto Rico, regreso hace 10 años a Chile y está dedicado principalmente, al negocio de los bienes raíces.