La Región en la división político administrativa del país
La región como una división del territorio del Estado para el gobierno y la administración interior es relativamente reciente en el derecho público chileno. Con el nombre de grandes provincias, se debatió intensamente su creación durante la elaboración de la Constitución del año 1925. Si bien la iniciativa no prosperó, la palabra región quedó mencionada, por primera vez en la historia constitucional de Chile, en el artículo 40, que estableció la forma de elección de los senadores por votación directa en agrupaciones provinciales, "en atención a las características e intereses de las regiones en el territorio de la República".
La idea central que estuvo presente en la creación de la región fue la de generar un espacio territorial mayor que la provincia, que en la primera mitad del siglo XX eran 25, con el objeto que se formara una nueva entidad que tuviera más importancia y mayor poder, atendida la diversidad de sus recursos en un territorio más extenso y habitado por una población numerosa, todo lo cual facilitaría el surgimiento de liderazgos sociales y políticos dotados de mayor fuerza y posibilitaría hacer realidad un desarrollo territorial más equitativo en Chile.
En los años 1948 y 1954 se impulsaron reformas constitucionales, por los gobiernos de los Presidentes González Videla y Frei Montalva, que creaban la región con esta idea central y en ambas se establecía que el número de éstas no podía ser mayor de diez, con la intención de asegurar que las regiones fueran grandes en extensión territorial y en población.
Posteriormente, en el año 1967 con la creación de la Oficina de Planificación Nacional, ODEPLAN, se llevó a efecto una regionalización del país en el contexto de la implementación del plan de desarrollo económico que impulsaba el gobierno y en el cual el desarrollo territorial era un componente importante. En esta oportunidad, agrupando las provincias que existían en esa época, se conformaron diez regiones y un área metropolitana. En el año 1974, el gobierno en funciones modificó la Constitución de 1925 en materia de gobierno y administración interior del Estado, y se crearon, agrupando las provincias existentes, trece regiones, siguiendo los lineamientos y los fundamentos señalados anteriormente por ODEPLAN.
La Constitución del año 1980 consolidó las regiones como la principal división territorial para el gobierno y la administración del Estado y aunque la existencia de trece regiones podría considerarse excesiva para el cumplimiento del objetivo central que se perseguía con su creación, surgieron algunas iniciativas que propugnaban la creación de nuevas regiones en determinados lugares del territorio. Atendiendo estas peticiones, se impulsó una reforma constitucional que permite mediante una ley orgánica constitucional la creación, supresión y denominación de regiones.
En la tramitación de esta reforma en el Congreso Nacional no hubo una discusión a fondo sobre el tema del número de regiones y su compatibilidad con las ideas centrales que se tuvieron en cuenta para su creación. Una de la voces de advertencia al respecto fue la del senador don Ricardo Núñez que argumentó: "¿Se va a volver, acaso, a las 25 provincias que tenía Chile? Si eso es lo que realmente se quiere, bueno, pero hay que admitir que ello significa dar por terminado el tema de la regionalización".
En el caso de la Región del Biobío, ella surgió como tal en la segunda mitad del siglo pasado, impulsada por un pensamiento, que a la sazón se había hecho trasversal en los dirigentes políticos y sociales del país, que advertía que el centralismo en la Administración del Estado estaba ahogando a las provincias y que para superar esta situación era necesario poner un contrapeso al crecimiento de Santiago con la creación de las regiones. Fue el Presidente Eduardo Frei Montalva el que en diciembre del año 1964 creó la Región del Biobío cumpliendo un compromiso de su campaña electoral y como respuesta a un Congreso de Planificación Regional celebrado en Concepción, en el mes de noviembre del año 1963, que reunió a cientos de profesionales, dirigentes sociales y políticos de las provincias de Ñuble, Concepción, Bío Bío, Arauco y Malleco, y que acordaron su creación.
Frente a esta realidad han surgido iniciativas para crear en la provincia de Ñuble una nueva región. Ello significaría, en primer lugar, desconocer la voluntad de sus fundadores hace más de cincuenta años y su funcionamiento como tal durante todo este tiempo. En segundo lugar, la intención de transformar una provincia en región es una contradicción con el fundamento mismo de ésta y su justificación como una división político administrativa del territorio del Estado. Es cierto que se han creado regiones en provincias que formaban parte de una región, en dos casos recientes. Pero ello ha sucedido en regiones que tuvieron problemas de integración de las provincias que las formaban desde su creación el año 1974 y ese no es el caso de la Región del Biobío.
En tercer lugar, la actual Región del Biobío es la segunda en importancia en el país, tanto por su población como por su economía, después de la Región Metropolitana de Santiago, y el Área Metropolitana de Concepción es la segunda del país en el número de habitantes y supera en la actualidad el millón de personas.
Los indicadores de inversión pública y privada, el liderazgo en las exportaciones no cobre que realiza el país, la existencia de universidades que lideran en el pensamiento y la investigación y que tienen una numerosa matrícula de pregrado y de posgrado, entre otras importantes características, configuran una región en pleno crecimiento y desarrollo, sin ignorar los problemas que existen y que deben ser superados, fijando las prioridades que correspondan.
Frente a esta realidad, ¿qué sentido tiene debilitar la Región del Biobío, separando de ella a la provincia de Ñuble, para crear una que sería una de las más pequeñas de Chile en economía y en población? El desarrollo regional tiene como base la existencia de una diversidad en la producción que permita generar masas críticas y economías externas que permitan gatillar procesos autosostenidos de crecimientos sectoriales. La Región del Biobío, incluyendo la provincia de Ñuble, lo está haciendo y en condiciones de continuarlo con más intensidad en los próximos años y, por lo tanto, debilitarla como tal segregando una parte importante de ella no es algo que sea de conveniencia para lo que permanezca como Región del Biobío ni para la provincia de Ñuble.