La vida es más que el parto
Celebrar la vida es un acto pura y exclusivamente humano. No hay otro ser vivo en la tierra que pueda hacerlo. La persona humana es la única capaz de celebrar su existencia y, junto con ello, agradecer y celebrar este don.
La vida de cada uno de nosotros es una de las máximas concreciones del Ser y, por tanto, es la realidad más sagrada desde una mirada humanista y cristiana.
Celebrar la vida es reconocer que en ella, desde la fecundación hasta su fin natural, hay algo que nos sobrepasa en nuestra individualidad. Ciertamente yo celebro mí vida, pero junto con ello celebro la vida de los otros, porque con los otros soy y me identifican.
Celebrar la vida es reconocer su totalidad. Es decir, la vida no es la suma de acontecimientos, sino la comprensión de que ella es una sola. La vida es una y en su "solitud" no hay cabida a espacios más valiosos que otros.
Así entendida la celebración de la vida es que muchos hombres y mujeres, creyente y no creyentes, creemos que ésta debe ser custodiada y protegida.
En Chile estamos prontos a definir temas como el aborto y la eutanasia. ¡No nos hagamos los tontos!, estos temas están a punto de definirse, será en estos periodos legislativos o en los próximos, pero el tema va. Entonces, ¿qué significa celebrar la vida?
Celebrar la vida es solo oponerse a una ley que despenaliza el aborto. No. Celebrar la vida es solo ocuparse del viviente y no de aquel que viene. No.
Celebrar la vida -y gozarse en ello- es reconocerla como una totalidad. Es decir, comprender que ésta es una realidad que debe comprenderse como tal y, por lo tanto, en esta defensa no hay cabida a los reduccionismos. La vida es una y en su unidad nos la jugamos todos o, simplemente, no lo hacemos. Aquí no caben los términos medios.
La defensa y la celebración de la vida no van, exclusivamente, en el oponerse a una ley de despenalización del aborto o, luego, en contra de la eutanasia, sino que esta defensa y celebración convoca toda la realidad humana. La vida humana es la fecundación, el parto, los primeros años de vida, la familia, la escuela, la salud, el techo, el trabajo y el reconocimiento social de aquel que vive.
Para algunos resulta muy fácil enarbolar la bandera de no al aborto, pero se olvidan del niño ya nacido. Para otros, es hablar de los derechos del nacido, pero silenciando la sangre del aquel que no ha visto la luz. Claramente, la vida es más que esto.
Pienso que el desafío de hoy no está en decir sí a la vida a como dé lugar, sino cómo decir sí a la vida reconociendo que ella es un todo, único e irrenunciable.