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No solo la voz del poder

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Una canción dice que "los días de lluvia y los lunes todos tenemos el corazón sombrío". El 11 de julio fue un lunes de lluvia y, contrariamente, muchos teníamos los corazones iluminados al recibir el reconocimiento de nuestros pares durante la ceremonia de celebración de los 60 años del Consejo Regional Bío Bío del Colegio de Periodistas. En lo personal, más que destacar una trayectoria, pienso que es reconocer la participación en una época de cambios en el periodismo regional, marcado por el acceso a los lugares que otrora eran de hombres. Un cambio que implicó enfrentar la mala fama de muchos que la ejercían (bebedores, bohemios, machistas) y transitar con pasos firmes para hacernos un espacio en las redacciones y demostrar nuestras capacidades.

Hubo distinciones a los presidentes que el Consejo tuvo en las seis décadas y se integraron quinces nuevos profesionales. Ejercerán una profesión sacrificada, pero fascinante, porque todos los días descubrirán mundos nuevos, gente diversa, situaciones que no sospechaban, paisajes inesperados, con nuevas tecnologías que facilitan las tareas, y las complican en otras. Recibirán críticas porque informan mucho o poco, porque son obsecuentes con el poder o porque no lo son. A ellas hay que responder con trabajo bien hecho, mejor reporteado e investigado, sin lugar a desmentidos, sin olvidar la ética y la responsabilidad social del periodismo.

Una sociedad democrática y libre necesita ciudadanos críticos, conscientes de someter continuamente a examen el mundo en que viven para tratar de acercarlo a aquel en que quisiesen vivir. Gracias a esa terquedad en querer alcanzar sueños inalcanzables por momentos, ha nacido y avanzado la civilización. Chile es un buen ejemplo, recobró su democracia, venció a los demonios que lo avasallaban, no a todos, algunos siguen inmiscuidos en el gobierno, en el Congreso, en los partidos políticos, en la iglesia, en el fútbol, en las empresas, en las FF.AA., en el propio periodismo.

Los medios de comunicación y los periodistas podemos colaborar en recobrar la mesura, la dignidad, la credibilidad, la confianza en tantos ámbitos que han fallado, sin temor a las presiones, a las censuras oficiales y rechazando las propuestas de legislaciones mal hechas y peor fundamentadas.

El periodismo suele contarle a muchos, lo que le sucede a unos pocos (a los que mandan, a la élite, a la clase política). Hay un cambio importante, el periodismo actual le cuenta a muchos lo que le sucede a muchos. El periodismo se hace eco del descontento y la perturbación ante viejos y/o nuevos problemas y situaciones que estaban allí, que mirábamos, pero no veíamos. Detrás de la prosperidad material a la que somos tan afectos los chilenos, nos falta alcanzar prosperidad espiritual, porque en nuestra sociedad quedan muchos andrajos que zurcir y muchas llagas que curar. Duele escuchar: "porque somos pobres nos suceden estas cosas" y observar en paralelo muestras de desigualdad social e irritantes privilegios. Desde el mejor periodismo de las nuevas generaciones es posible contribuir a mejorar la sociedad, escuchando sí a los pobres, a los perdedores, a los más débiles, a quienes tienen hambre y sed de justicia, a las voces de la calle. No solo la voz del poder.

Reactivación del fomento a la forestación

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"No hay mal que por bien no venga", dicen los optimistas. A veces se cumple el dicho, como podría ser el caso con el anuncio del Ministerio de Agricultura sobre la reactivación del proyecto de ley que prorroga, por tres años, los incentivos del DL 701.

Lo malo es el tiempo perdido desde que en 2012 caducaron los incentivos a la forestación, sin los cuales prácticamente no hubo nuevas plantaciones. Siendo una actividad cuyo principal insumo es mano de obra que se emplea en los meses de invierno, de manera contra-estacional con la agricultura, la postergación inoficiosa de la discusión parlamentaria ha tenido un costo social: en estos años no se ha materializado el aporte que representan los trabajos de forestación para la economía rural.

Lo bueno es que ahora tenemos evidencia empírica que, sin los incentivos adecuados, la forestación tiende a cero, por lo que se puede argumentar que el fomento es un instrumento de política pública que contribuye de manera adicional a la captura de carbono en los bosques plantados, y así tendrá el debido reconocimiento internacional como medida de mitigación del cambio climático (una de las principales acciones disponibles en el país y que es eficiente en términos del costo por tonelada de CO2).

Excluir a las grandes empresas de la bonificación a la forestación es simple y se ha hecho anteriormente (estas empresas ya forestaron su patrimonio y no están las condiciones para que compren tierras en los próximos años). Por consiguiente, no se requiere más que una indicación, en tal sentido, al proyecto de ley de prórroga que fue aprobado en julio de 2015 por la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados y priorizado por la Presidenta Bachelet en su discurso del 21 mayo de 2014.

Por ello, preocupa lo señalado por el director de Conaf, quien da a entender que se deberían presentar modificaciones de mayor complejidad, las que harían inviable su pronta tramitación. No corresponde confundir la prórroga de un instrumento de fomento por un plazo acotado, para el cual existen mecanismos que permiten su aplicación inmediata, con la discusión de una nueva Ley de Fomento Forestal, cuyos elementos constituyentes no están definidos, aunque se estableció como prioritario plantar 500 mil hás. de aptitud preferentemente forestal a 2035.

Se requiere un análisis profundo para dar forma a una política de forestación de largo alcance, que tenga objetivos renovados e incorpore nuevos actores y territorios, y esté especialmente orientada a los pequeños propietarios y pymes forestales; pero conociendo los tiempos legislativos, tal iniciativa no estará disponible antes de 3 años. Por consiguiente, en paralelo a la prórroga del DL 701 con efectos a partir de 2017, el Consejo de Política Forestal, que tiene alta representatividad, podría dar los lineamientos para una nueva ley forestal y comisionar a una secretaria especializada que prepare su contenido técnico.

Un plan de trabajo bien diseñado e implementado podría dar como resultado una propuesta, con su correspondiente evaluación económica, social y ambiental, para ser presentada en los inicios del próximo congreso. Hay que confiar en que un buen proyecto de ley, para una política de Estado de largo plazo, será apoyado cualquiera sea el gobierno en ejercicio. Y en lo inmediato, enfocarse en concretar un logro que está a mano.