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Enseñando a pescar

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Recientemente el Ministerio de Economía dio a conocer los resultados de la Cuarta Encuesta de Microemprendimiento (EME), submuestra de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE).

Este estudio -relevante para dirigir políticas de fomento- muestra en sus cifras resultados que abren perspectivas interesantes sobre el rol de las mujeres como microemprendedoras. De acuerdo a la encuesta, de un total de 1.865.860 emprendedores, 709.933 son mujeres, lo que representa un 38,1% de la muestra. Casi un 27% de ellas cuenta con educación superior técnica o universitaria y un 27,3% manifiesta que se ha capacitado para iniciar su negocio.

Al ser consultadas por los motivos de su emprendimiento, la principal razón (30,9%) para haber dejado su empleo anterior es "responsabilidades familiares". Esta cifra está muy en línea con que el 50% de las emprendedoras señala que sus negocios funcionan al interior del hogar.

Tenemos así un escenario que parece augurar un buen pronóstico, especialmente para aquellas mujeres que ven en el microemprendimiento un motor de movilidad social, en especial para las familias que se encuentran en contextos vulnerables y de desigualdad. ¿Qué falta entonces para continuar avanzando en este camino de ayuda a las emprendedoras?

La respuesta la entrega esta misma investigación: para las encuestadas la principal limitante en el crecimiento de sus negocios es la falta de financiamiento (31,8%). De hecho, la mayor fuente de recursos proviene de ellas mismas (66,4%) o de préstamos de amigos y parientes (11,1%).Cuando hablamos de falta de financiamiento, en el fondo estamos hablando de falta de apoyo. En Latinoamérica y particularmente en Chile, se ha iniciado un proceso gradual de fomento a los emprendedores con distintas estrategias y fondos. Este proceso está fundamentado en que el microemprendimiento tiene un alto impacto socioeconómico en las familias que se aventuran en este camino. No obstante, la EME nos devela que aún tenemos trecho por recorrer.

Asistí a una certificación de mujeres que realizaron un curso de Pastelería y Desarrollo de Herramientas para el Comercio. Una de ellas logró crear su propio negocio con la venta de los productos elaborados en el curso, generando clientes, invirtiendo en publicidad y todo ello, trabajando desde su hogar con su familia. También conversé con una madre que ya había realizado un curso de oficio y en esta ocasión, era su hija la que se graduaba. Todo esto es movilidad social. Es decir, ascender en lo relativo al bienestar, lo que puede ser en ingresos, como en el primer caso, o promoviendo la educación continua, como en el segundo.

Si una jefa de familia emprende algún tipo de negocio, aparte de tener un impacto socioeconómico evidente, también genera transformaciones a nivel familiar, ya que se modifican las costumbres, especialmente en los niños. En ocasiones en que el emprendimiento toma ribetes colectivos, el comportamiento familiar se modifica en virtud de un objetivo común, lo que va configurando un proyecto de vida colectivo.

Para ello es clave comprender los contextos sociales y económicos en los que estamos insertos. A pesar de haber sido escrito probablemente hace miles de años, en este gran desafío de apoyar la iniciativa de microemprendedoras y fomentar condiciones para su desarrollo, el antiguo refrán oriental que dice "No le des peces al hombre, sino que dale una caña y enséñale a pescar" sigue estando muy vigente.

La galantería de las AFP

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Cuando se cambió el sistema de pensiones en Chile, por allá por principios de la década de los 80´s, la promesa fue mejorarlas y corregir la ineficiencia de los sistemas existentes de las cajas de previsión. Hoy, la mitad de los cotizantes no alcanza siquiera a reunir un fondo de jubilación que le permita alcanzar la pensión mínima y, según la Superintendencia de Pensiones, la pensión promedio es menor al sueldo mínimo.

Pero eso parece ser secundario; el sistema es altamente eficiente y financia, en buena medida, las inversiones de los grandes grupos económicos del mismo puñado de familias que se ha hecho dueño del país (y hoy sabemos que también de la política)

Como si esto fuera poco, el presidente de la Asociación de AFP, Rodrigo Pérez Mackenna, ha manifestado que la edad de jubilación de las mujeres en 60 años constituye una "galantería" insostenible del sistema. Si bien sus dichos despertaron una ola de críticas desde diversos sectores y terminó disculpándose, en la misma línea y coincidentemente, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, señaló hace algunos días que los ancianos "viven demasiado" y que ello sería un riesgo para la economía global.

Dos pinceladas que dibujan con nitidez el cuadro de la concepción neoliberal sobre los sistemas de pensiones, a saber; la pensión de vejez debe corresponder a la capacidad de ahorro de cada quien durante su vida laboral.

Ello, equivale a pedirles a nuestros ancianos que se las arreglen como puedan si no les alcanza para los remedios o la parafina. ¿Les diríamos que viven "demasiado" y que, tal cual lo dijo la señora Lagarde, "generan un gran riesgo financiero" para la economía?

Se argumenta que la nueva dimensión demográfica de envejecimiento de la población "hace imposible" que los jóvenes en edad laboral sostengan con sus cotizaciones a los viejos, y se concluye que las personas viven "más de la cuenta" (la cuenta financiera parece que se entiende…) Se descarta implícitamente la posibilidad de solidaridad entre generaciones - práctica que el género humano ha realizado por decenas de miles de años - de incorporar una lógica de reparto, soslayando que la sociedad chilena es más rica y productiva que antaño.

Como además el trabajo es cada vez más precario e inestable, o mercado flexible y eficiente en la terminología neoliberal, y los sueldos de los que salen las cotizaciones para los fondos de pensiones son extremadamente bajos en Chile, el ahorro previsional es pequeño. Sin embargo, según el estudio Global Wealth 2016, la riqueza de los más poderosos crece, aun con la desaceleración, aquella que tanto se usa para frenar cualquier avance redistributivo desde el Estado.

En resumidas cuentas, las personas viven demasiado, los mercados del trabajo, el embarazo y la crianza de los hijos, generan vacíos previsionales y bajo ahorro; las AFP no pueden mejorar las misérrimas pensiones inventando aportes inexistentes porque este es un tema "de mercado", y opera entre privados.

Al final, parece tratarse de un problema personal: las pensiones son lo que son y no dan para más. Ahora bien ¿el sistema de previsión debiera generar jubilaciones dignas? Ese es otro tema.